Tecnología

Google 25 años después

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En 1999 yo ya era un chaval la mar de interesante. O eso creía yo, estoy seguro, porque tengas la edad que tengas —y más a partir de los 15 o 16— te crees súper interesante y que ya estás de vuelta de todo. Lo curioso es que cuando cumples otro año, te crees de nuevo lo mismo. Que ya estás de vuelta de todo. No más que el año anterior, no. Igual.

El caso es que yo a los 26, insisto, estaba de vuelta de todo. Y eso que no había empezado a currar de verdad —empezaría ese verano gracias a mi llegada a PC Actual—. Pero daba igual: era todo un veterano en la Facultad de Informática. Tanto era así que por entonces yo ya debía haber acabado la carrera, pero me gustaba tanto pasear por aquel sitio que repetía cursos y asignaturas por afición no paraba de catear y así me iba.

Una de las pocas cosas que me gustaba de la facultad era su Centro de Cálculo. Ya conté alguna vez historias sobre aquel sitio, pero un buen día de 1999, insisto, descubrí allí algo especial. Me crucé con mi compañero David, que no podía ocultar su entusiasmo. Aquello olía a descubrimiento friqui.

—¿Has visto cómo mola lo de Google?

—¿Gúgl?

—No hombre, no, Google. Mira.

«Uy, qué cosa tan curiosa», pensé. Los motores de búsqueda de aquel momento ni siquiera eran motores de búsqueda, sino directorios como Yahoo! o Altavista, que indexaban la web de una forma distinta, más mirando al pasado que al futuro. Aquello de Google era distinto, porque mostraba resultados ordenados según su PageRank. Nos enteraríamos de todo eso más adelante, pero el caso es que aquello funcionaba. Y funcionaba muy bien.

Aquella etiqueta «Beta» de la imagen fue para mí todo un descubrimiento. Las betas de otra gente se usaban para productos normalmente incompletos y con muchos fallos, pero para Google lo de «Beta» era más bien como la primera versión estable y maravillosamente funcional que eso sí, podía mejorar. A partir de ahí lanzaron más y más servicios y se hicieron más y más grandes.

Y al principio eran como un Midas digital. Todo lo que tocaban lo convertían en oro. No voy aquí a descubriros nada porque seguramente muchos (si no todos) de los que me leéis os conocéis su evolución. Esta línea de tiempo hace un buen resumen general:

Yo recuerdo especialmente el lanzamiento de Gmail —solo podías conseguir una cuenta por invitación y creedme, todos queríamos una—, el de YouTube —que no parecía para tanto, como casi todo lo que acaba causando revoluciones— o el de Google Chrome, que llegó justo cuando parecía que Firefox le había ganado al fin la batalla a Internet Explorer. Diría que hasta 2010 Google era una empresa de la que todos nos fiábamos. Google molaba, y de hecho era algo así como la gran esperanza blanca: cuando Apple sacó el iPhone, todos queríamos que Google plantease su alternativa porque sabíamos que eran de los poquitos que podían plantearla. Android, efectivamente, la planteó.

Pero algo empezó a torcerse poco a poco. A Google le dio por lanzar un montón de servicios que no acababan de cuajar ni de importar (Google+) y mataba los que sí habían cuajado e importaban (Reader). Internet se había hecho mocita y comenzaba la edad del pavo. Una en la que las redes sociales se convertían en reinas de la fiesta y movían el cotarro. A Google, que había logrado subirse a la chepa de Microsoft, no le gustó aquello. Facebook se le estaba subiendo la chepa a ella.

Supongo que ese fue uno de los motivos del cambio de enfoque. Google seguía siendo Google, pero aquel ‘Don’t be evil’ que había sido su singular mantra quedó atrás. La obsesión ahora era, como ocurría con Facebook, recolectar datos y ganar la guerra de la publicidad online. Y se hicieron más y más grandes, y aunque sus servicios seguían acertando en muchas cosas, cada vez daba un poco más de miedito usarlos.

Y en esas estamos. Usando los servicios de Google, que son maravillosos y terroríficos al mismo tiempo. Gmail es el mejor ejemplo de ello: jamás me he tenido que preocupar de mi correo electrónico, pero gracias a él Google sabe (o puede saber) un montón de cosas de mí que preferiría que no subieran o pudieran saber. He intentado reducir mi dependencia de sus servicios: uso DuckDuckGo como mi buscador principal —pero sigo usando el de Google con relativa frecuencia—, uso Firefox y no uso el también maravilloso y terrorífico Google Fotos.

Pero igual que evito o intento evitar algunos servicios, soy incapaz de evitar otros. Probablemente porque tiene demasiados. Uso de cuando en cuando Google Maps, pero soy un usuario ferviente de Waze, que también es de Google aunque siga sin entender por qué esa duplicidad. Sigo prefiriendo Android a iOS, sigo viendo vídeos de YouTube y me molan los dispositivos de la familia Pixel aunque no tenga ninguno (en casa sí hay un Pixel 6a). Me encanta mi Chromecast con Google TV, prefiero Google Meet a cualquier otra alternativa y uso Google Authenticator y Google Docs (pero no Drive, al menos no si no es con este último) como si no hubiera mañana. ¿Hay alternativas? Desde luego. ¿Compensa usarlas? De momento, en mi caso, no, aunque he hecho mis experimentos.

Con todo esto quiero decir que en estos 25 años —en el blog oficial hay varios posts conmemorativos— Google ha hecho muchas cosas bien, pero también que está haciendo muchas cosas que no están tan bien. Quizás mi visión personal se ve empañada por mi visión profesional: sé que las empresas están ahí para ganar dinero, pero la ambición de este (y otros) gigantes es desmesurada. Casi irracional. Y cuando la ambición es de este tipo, los mensajes de «queremos hacer mejor la vida de la gente» son difíciles de creer.

Y sin embargo, diría que en estos 25 años Google ha hecho nuestra vida mejor. Es una pena que ya no sea lo que era y que uno no pueda fiarse de ella, pero también es cierto que no se puede tener todo. Y tampoco se puede volver al pasado y a esa Google que parecía no poder equivocarse. Ahora lo hace más de lo que me gustaría, y solo espero que si sigo escribiendo esto dentro de 25 años —qué largo me lo fiáis, que decía don Juan Tenorio— el balance sea al menos igual de bueno. Eso ya será mucho.

Felices 25, Google. A por los siguientes 25.

Posdata: Don’t be evil.

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5 thoughts on “Google 25 años después

  1. José Luis Sánchez says:

    A mi G me parece simplemente terrorífica. Te recomiendo el libro ‘La era del capitalismo de vigilancia’ de Shoshana Zuboff que habla sobre el uso que hace G de lo que llama ‘excedente conductual’. Pone simplemente los pelos de punta.

    Y sí que hay alternativas a G, creo que merece la pena pagar por ellas aunque sea simplemente por ponerlo un poquito difícil.

    Pero G es insaciable recolectando datos, y la única manera de frenarla será con una regulación a nivel europeo que está tardando mucho en llegar.

    Saludos,

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