Tecnología

No te fíes de Google

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El título no es mío, sino de David Heinemeir Hansson (DHH), un emprendedor bastante conocido en el mundillo —es responsable de 37signals – Basecamp y del cliente de correo HEY—. Ya le he mencionado alguna que otra vez en este humilde blog, y con razón: DHH es una especie de rebelde dentro del mundo de Silicon Valley, y suele echar pestes criticar bastante a empresas como Apple o Google.

El amigo esta vez la ha tomado con Google, de la que dice que no puedes fiarte. ¿Por qué? Pues por algo muy sencillo:

No para de matar servicios.

La crítica no es solo suya. El cementerio Google no para de crecer —en estos momentos cuenta con 288 lápidas—, y lo hace por que en esta empresa tienen algo muy claro: si el servicio no es rentable, se lo cargan.

Eso es precisamente de lo que se queja DHH, que da un detalle interesante. No es ya que el proyecto no sea rentable, sino que «si no pueden encontrar una forma de monetizarlo directamente con anuncios en la escala de miles de millones», se desharán de ese proyecto. Para este empresario Google no es una empresa de productos o de servicios. No.

Es una empresa de publicidad.

Puede que el último asesinato de Google os haya afectado a alguno de vosotros: hace unos días la empresa se cargó Google Domains, un negocio que llevaba nueve años en marcha y que ha desaparecido en apenas tres meses. No les iba del todo mal: tenía unos ingresos de 180 millones de dólares al año según DHH, y daba servicio a 10 millones de dominios.

Yo no era uno de esos usuarios afectados, pero he sufrido bastante en otros casos por esas decisiones empresariales. Lo hice especialmente cuando Google mató dos proyectos de los que era usuario más o menos intensivo. Uno es Google Reader, por supuesto. Es probablemente el cierre que más críticas ha generado, y con razón: lo usaba muchísima gente y era uno de esos servicios que parecía no ser especialmente exigente en recursos. No creo que le diera muchos ingresos a Google, pero era un servicio con el que tenía algo impagable: el eterno agradecimiento de sus usuarios. Cuando se lo cargó, aquel rollo cool que tenía la empresa empezó a ensombrecerse de verdad. Era 2013, recordemos.

También me dolió especialmente que mataran su cliente de gestión de fotos, Picasa, para mí el mejor de cuantos han existido y que de hecho seguí usando durante años en mi PC a pesar de estar abandonado. Aquel proyecto acabó transformándose en Google Photos, al que no mataron, pero que acabaron transformando de gratuito a de pago. Eso fue otro jarro de agua fría para quienes lo habían usado by the face durante años. Yo no lo hacía porque me aterrorizaba el servicio (de lo bueno que era), pero entiendo los calentones que hubo.

Yo también me vi afectado por otros cierres, claro. El mejor ejemplo fue el de Feedburner, un servicio al que no prestaron atención durante años —lógico, estaba muy atado a Reader— y que yo aprovechaba para mandar los correos a los suscriptores. Resolví el problema con Follow.it primero y luego con MailerLite, pero este último también me ha hecho la puñeta recientemente y voy a tener que cambiarlo. Supongo que no recibís ya avisos de nuevos posts, es algo que he detectado hace poco y que arreglaré (espero) pronto.

Este tema me obliga a hacer dos apreciaciones. La primera, que Google es una empresa y como tal está obligada a ganar dinero. Y cuanto más mejor. Y si eso implica jugársela a los usuarios (e incluso a los clientes), que así sea. ¿Habrá quejas? Por supuesto. ¿Bajas? Hombre por Dios. ¿Motines? Puede. Y a pesar de todo ello, lo normal es que las empresas superen esos baches reputacionales y resurjan con fuerza.

Y si no, mirad a Facebook, que parece inmortal a pesar de las enormes críticas que ha sufrido a lo largo de toda su historia con la privacidad. Tanto al principio, cuando Zuckerberg no acertaba con los controles de privacidad y acabó reconociendo (¡en 2006!) el error. Lo hizo con un mensaje personal en el que prácticamente decía al principio lo de «la que hemos liado pollito«. Luego la cagaron más. Mucho más. Robos de datos masivos o el escándalo Cambridge Analytica debían haberlos tumbado (como el metaverso), pero no. Ahí están. Al alza.

Por eso entiendo las decisiones de Google aunque me duelan. Y por eso tengo claro que cuando uso un servicio, sobre todo si es gratis, estoy vendido —curiosa ironía—. Google o la empresa que quieran pueden hacer prácticamente lo que les venga en gana con sus servicios, sobre todo si los ofrecen gratuitamente, y la razón es simple:

Los necesitamos más a ellos que ellos a nosotros.

Por eso siguen ahí, prácticamente impasibles. Con los oídos pitándoles todo lo que queráis, sí, pero ahí siguen. Yo temo que acaben haciendo Gmail de pago, por ejemplo —lo dudo, es una fuente estupenda de recolección de datos para perfiles publicitarios—, pero ahí no podré decir ni pío, porque durante casi dos décadas he estado aprovechando el servicio como cualquier hijo de vecino sabiendo lo que había. Y así con todo: uno tiene que ser realista, porque ya se sabe: siempre hemos sido el producto.

Y luego está la otra consideración. Una que descubrí hace unos meses y sobre la que de hecho escribí en Xataka un tema (creo) bastante majo. Empezaba así:

En 1902 en Hanói (Vietnam, conocido entonces como Indochina francesa) tenían un problema terrible de ratas. El gobierno colonial se puso a dar recompensas por cada rata que mataran los ciudadanos de la ciudad. Para demostrarlo, tenían que llevar los rabos de las ratas a los funcionarios del gobierno.

Pronto esos mismos funcionarios comenzaron a ver por todos lados un montón de ratas sin cola: los vietnamitas que las cazaban solo les cortaban el rabito para luego liberarlas y que criaran más ratas. El problema no solo no se solucionó, sino que se agravó. Fue un ejemplo del «efecto cobra» de los llamados incentivos perversos. Ahora hay quien cree que precisamente Google tiene un problema de incentivos perversos.

Así es. Los tenía porque cuando los empleados de Google lanzan nuevos productos y servicios, la mayoría (creo) no lo hacen para buscar que el mundo sea un poquito mejor. Lo hacen para promocionar.

Lo explicaba muy brevemente Peter Yang en un mini-hilo en Twitter en el que mostraba testimonios de exempleados de la empresa. La gente tenía una idea, le metía curro y lograban sacar un producto viable que la empresa podía acabar lanzando. Cuando eso pasaba esa persona acababa promocionando, y su idea y servicio, probablemente abandonados porque pasaba a otra cosa mariposa. Es lo que en Google llamaron ciclo LPA (Launch, Promo, Abandon). Terrible.

Así pues, la crítica de DHH es probablemente adecuada, pero también diría que es incompleta. No lo digo solo porque no haya tenido en cuenta esos dos puntos de los que hablaba (Google está para ganar dinero, muchos proyectos se lanzan para promocionar), sino por su mensaje principal. ¿Cómo que no te puedes fiar de Google? No, amigo DHH, no.

No te puedes fiar de ninguna empresa.

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3 comentarios en “No te fíes de Google

  1. Matias dice:

    Se me ocurren dos cosas. ¿No podría por cierto Google liberar el código de esas aplicaciones que mata para que lo tome la comunidad? O en todo caso, que la misma Google le venda su producto desarrollado a una empresa que si quiera continuar con el proyecto.
    Si yo fuera el programador que lleva a cabo determinado servicio, me gustaría poder continuarlo y que la comunidad lo financie (o mejor dicho el interesado que quiera utilizar el producto).

    Estoy dando soluciones utópicas que dudo mucho que sea posible en el mundo real.

    • Sería lo ideal para muchos, pero si no lo hacen por algo será. El código de Picasa, por ejemplo, creo que acabó en Google Photos de alguna forma. Con Reader o Feedburner la cosa no la tengo tan clara y parece que dado que no fueron a ningún lado podrían compartirlo. Hay muy pocas empresas que hagan algo así, lamentablemente.

  2. Miguel dice:

    Podríamos decir que no te puedes fiar de ninguna empresa que no gane dinero.

    O se da la paradoja de que una empresa que no gana dinero y no cierra no puede morir, véase muchos estados como el Español… no se quizás nos podemos fiar hasta el día en que no.

Comentarios cerrados