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Gracias, comandante Aznárez

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—Trrrripulación, prrrrreparados para despegarrrr.

Allí estábamos, recién sentaditos en el vuelo IB 3151 que tenía que llevarnos desde Atenas —tras una semana de vacaciones que acabó allí— hasta Madrid. No sé si os pasa, pero cuando se acaban las vacaciones y toca viaje de vuelta yo no pienso demasiado en que se han acabado. Solo pienso en las ganas que tengo de estar en casa.

Esa era un poco la situación cuando a los pocos minutos de sentarnos, la voz del comandante del Airbus A320 Neo de Iberia avisó a la tripulación de que todo estaba listo. Lo hizo pronunciando mucho y muy fuerte las erres, algo que estaba claro que hizo adrede. Todos los pasajeros, supongo, se quedaron tan extrañados como yo. Y todos, supongo también, dejaron pasar aquel detalle sin importancia. Una pequeña nota de color en el vuelo.

Resulta que habría muchas pequeñas notas de color más. Pocos minutos después el comandante volvió a coger el micro con soltura y tras dar la bienvenida a los pasajeros en inglés y en griego —no sé si lo hablaba o lo estaba leyendo de Google Translate, a saber— pasó al español.

—Buenos tardes, señores pasajeros. Soy el comandante Aznárez y están a bordo de un Airbus 320 Neo con destino a Madrid. Al despegar hemos pesado 78 toneladas, aproximadamente unos 25 elefantes, y para poder levantar vuelo hemos tenido que acelerar hasta los 300 km/h. Nuestro vuelo durará 3 horas y 15 minutos y en él consumiremos 9.800 litros de combustible. Viajaremos a una altura de 10.000 metros y lo haremos a una velocidad media de 14,1 km por minuto.

De buenas a primeras, claro, estaba el dato de los elefantes, que te hacía despertar del clásico letargo del pasajero de avión. Y luego, claro, el resto de datos, como la velocidad de despegue —hace mucho que sé que rondan esa velocidad según peso, pero cuando estás dentro no parece que vaya tan rápido— o eso del consumo o la velocidad en kilómetros por minuto. Qué tío más curioso, pensé. Mola.

10 minutos después, la primera perlita. (Aviso: estas conversaciones no son exactas, no recuerdo con precisión las palabras pero más o menos eso fue lo que dijo).

—Señores pasajeros, a su izquierda pueden ver la ciudad de Corinto. Una curiosidad: hace unos 2.000 años el sitio era bastante alegre. Imagínense algo del estilo de Las Vegas. San Pablo llegó aquí desde Atenas para evangelizar, y parece que la región le gustó, porque luego escribiría sus famosas dos cartas a los Corintios.

Anda, qué cosas, pensé yo (y, supongo, todos los pasajeros). La historia no se quedó ahí:

—Hay otra curiosidad. En el Golfo de Corinto fue donde tuvo lugar la famosa batalla de Lepanto, el combate naval en el que se enfrentaron la armada del Imperio otomano contra la alianza católica entre la que estaba el Imperio español. En aquella batalla esta Miguel de Cervantes, que perdió allí la mano izquierda, por lo que le llamaron «el mando de Lepanto». Estuvo seis meses recuperándose en Messina, tras lo cual volvió a enrolarse para luchar en Navarino, Corfú, Bizerta y Túnez. Tras alguna campaña más, regresando a Nápoles lo capturó una flotilla turca a la altura de Cadaqués, y acabó en una cárcel de Argel. Intentó escaparse cuatro veces sin éxito. Tras cinco años de cautiverio los padres trinitarios —una órden que reunía dinero y liberaba prisioneros— lo rescató por fin, y Cervantes regresó a España.

Ahí el comandante hizo una pausa.

—Luego creo que se dedicó a escribir algo. No se qué de ‘Sancho Panza de la Mancha» o algo así.

Así acabó su nueva actuación. Ole. La historia, nuevamente, excepcional. Tras dormitar un rato, oí cómo el comandante volvía a la acción y nos hablaba de la isla de Estrómboli y de su famoso volcán. No lo recuerdo bien, pero sí que el comandante Arnáez no se quedó ahí y siguió cogiendo el micro cada cierto tiempo con alegría. Como un singular, simpático e inesperado guía turístico, iba contando curiosidades de según qué sitios. En un momento dado, ya sobre la península, volvió a la carga.

—Señores pasajeros, si miran a su derecha verán la ciudad de Teruel, que algunos dicen que no existe. Así que no le digan a nadie que la han visto.

Y una pequeña carcajada suya. Y poco después, más.

—Señores pasajeros, ahora estamos pasando por Cuenca, famosa por sus casas colgadas. Además de eso, en Cuenca está la primera catedral gótica de España. ¿Por qué está allí? Bueno, pues en aquel momento reinaba Alfonso VIII, que estaba casado con Leonor Plantagenet, una princesa normanda hija de Enrique II de Inglaterra. Y como buena nogggmanda, Leonoggg le dijo a Alfonso que quegggía una catedgraal en Cuenca. En aquella época el estilo arquitectónico predominante en los reinos cristianos españoles era el románico, pero Leonogg influyó en ese detalle y convenció a su marido de que la construyesen en estilo gótico. Tiene un aire a Notre Dame de Paris. A ver, salvando las distancias, pero lo tiene.

La imitación del acento francés de Leonogg se alternaba con las propias carcajadas del comandante, que se lo pasaba bomba mientras nos contaba anécdotas, alguna de las cuales —con datos curiosos— creo que recordaré para siempre. Hubo más que no recuerdo, pero una tras otra, la reacción de los 180 pasajeros del avión era la misma: aplaudir como si estuviésemos en un espectáculo. Yo jamás había visto nada igual en un avión, y jamás me lo había pasado tan bien en uno. Todos esperábamos con fruición la siguiente intervención del comandante. El siguiente bis. Tras alguno que otro más que no recuerdo bien, llegábamos ya a destino. Allí, colofón extraordinario.

—Señores pasajeros, les quería comunicar que estamos a 15 minutos del aeropuerto de Madrid. Hace un día MA-RA-VI-LLO-SO. La temperatura es de ¡40 grados! ¡Jajajajajaj!

Todos riendo a carcajadas, incluido el comandante, que seguía a lo suyo.

—Eso provocará que este tramo final sea algo incómodo porque el sol lleva todo el día calentando la tierra y las bolsas de aire caliente, que llamamos térmicas, provoquen pequeñas turbulencias. Notarán que he bajado la temperatura de cabina, es para que la tripulación auxiliar no se me maree. Bueno, y que ustedes tampoco lo hagan.

Más risas. Y a los 15 segundos,

—Ah bueno, y tengo dos noticias, una buena y una mala. ¿Cuál quieren primero? [la gente decía que la mala, pero dudo que lo oyese]. Bueno, primero les diré la buena: vamos a llegar con 25 minutos de adelanto sobre el horario previsto. ¿La mala? ¡Que se les han acabado las vacaciones! ¡Jaaaajajajaj!

Qué crack. Qué absoluto fenómeno. Todos, por supuesto, nos reíamos como locos y aplaudíamos. Luego llegaría la maniobra de aterrizaje, y todos estábamos pendientes, supongo para ver si además de showman el comandante Aznárez sabía pilotar.

Pues resulta que sí: el aterrizaje fue suave como la seda a pesar de las térmicas, y en cuanto tomamos tierra, una vez más, estruendoso aplauso de los pasajeros, que habíamos asistido al que probablemente sea el vuelo más inolvidable de nuestras vidas. Qué maravilla.

Nada más salir, pedí que felicitaran al comandante por un viaje memorable. Le vi de refilón allí sentado, triunfal, y supongo que bastante más gente transmitió ese mensaje. Yo ni sabía que existían pilotos así, pero Sally buscó rápidamente su nombre para saber si lo que había hecho era normal.

Y resulta que lo era. El comandante Aznárez es algo así como el piloto influencer, conocido desde hace años por ese tipo de comentarios que va haciendo en sus viajes. En El Español le dedicaron un artículo hace unos años, pero también he visto uno en el Diario Sur y resulta que en La Voz de Galicia contaban en 2013 cómo desvió un vuelo Madrid – Coruña para enseñar a los viajeros la muralla de Lugo, algo que también mencionaron en ABC. Es fácil encontrar algún que otro post simpático sobre él pero sobre todo es fácil ver vídeos en YouTube en los que algún pasajero —incluso uno bastante ilustre— ha logrado grabar alguno de sus mensajes. Incluyo aquí varios:

Qué grande.

No creo que me lea, pero por si lo hace: gracias, comandante Aznárez. Ojalá más como usted.

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7 comentarios en “Gracias, comandante Aznárez

  1. Federico Bustamante Gamboa dice:

    Juasss, pero si ha conseguido que me ría y eso que no iba en el avión. XDDD

    En cuanto pueda veré los vídeos.

    Apúntate otro tanto por aquí, JaviPas. 🙂

  2. Josè Marìa dice:

    Muchas gracias Javi por dejarnos está perlita tecnológica ( y felicitaciones a Sally por su aporte)……si, si tecnológica. De como la IH gana siempre por goleada a la IA. Para que esas maquinitas sepan que las personas siempre vamos por delante.

Comentarios cerrados