Cuando supe que Ken Follet sacaba a la venta la segunda parte de «Los pilares de la tierra» no pude resistirme a la tentación de conseguirla y leerla, pero antes quería refrescar la historia, así que me releí la novela original, de la que tenía un gran recuerdo. Me encantó volver a leerla – aunque vaya dramón -, y cogí con ganas su segunda parte, «Un mundo sin fin«, una novela que sitúa la acción en el mismo lugar en el que se centró la primera, la ciudad de Kingsbridge – que por cierto, existe, pero no tiene nada que ver con la de la novela – pero 200 años más tarde. No enlaza directamente con la trama de «Los pilares de la tierra», pero obviamente algunos personajes son descendientes de los primeros protagonistas, y la catedral tiene también mucha relevancia en la historia.

Con todo y con eso, está claro que Follet no se ha complicado la vida. Si alguno os habéis leído recientemente «Los pilares de la tierra» y luego habéis leído «Un mundo sin fin» seguramente os habréis dado cuenta, como yo, de que esta segunda parte es justamente eso, una segunda parte. Todo parece ser una repetición de lo anterior, salvo que cambian los nombres de los malos y los buenos, las desgracias y las alegrías, etc. Me pondría a establecer semejanzas entre unas y otras, pero no tengo ganas de destriparle la novela a quien tenga intención de leerla.

Por tanto, leer «Un mundo sin fin» es como un déjà vu. En realidad, es como releer «Los pilares de la tierra», ya que la trama es la misma – los protas sufren desgracia tras desgracia, pero van sobreponiéndose – y de hecho yo diría que si sigue este inteligente plan el amigo Follet podría volver a forrarse con una tercera, cuarta o quinta parte en la que siga el mismo esquema. Es una lástima que la novela carezca de ese punto de originalidad, pero debo reconocerlo, es entrenida. Eso sí, no os esperéis ninguna maravilla. Decepciona darse cuenta de que hasta los escritores más reputados son así de perezosos y poco originales. Mes y pico para leerme las dos de rato en rato, y lo cierto es que no sé si ha compensado. De hecho, la primera se me ha caído un poco del pedestal. Lástima.