Tecnología

Harry y las gafas que quisieron cambiarlo todo

·

El chuletón que acababa de comerse le había sabido a gloria. Pero claro, ahora todo sabía a gloria. No como cuando Harry era pequeño, no. Mucho mejor. Durante su niñez sus padres y abuelos siempre se quejaban de lo mismo: la carne ya no era lo de antes, el queso sabía a plasticurri y la fruta casi no tenía sabor. Cualquier tiempo pasado fue mejor más sabroso.

Hasta Harry lo había notado en su madurez: los Whopper habían empequeñecido de forma inversamente proporcional a su precio: todo costaba más pero venía en raciones más pequeñas y sin el sabor de antes. La terrible época de la inflación, la reduflación y la madrequetetrajoflación de los años 20 hicieron que llenar el carrito de la compra saliese por un pico, y todo para luego comer peor que nunca.

Pero los tiempos habían cambiado, claro. Uno de los problemas que solucionó la inteligencia artificial general había sido precisamente el de la producción de alimentos, que ahora era eficiente a más no poder, evitando sacrificios innecesarios para los pobres animales y también lidiando con aquel cambio climático que parecía que iba a acabar con la humanidad asándola sin piedad. Los alimentos por IA parecían casi de ciencia ficción, pero eran mejores que los naturales y mucho más baratos. Hacía tiempo que comer un chuletón artificial era de lo más asequible, y solo si querías uno de verdad tenías que pagar una fortuna. Nadie lo hacía claro: aquello se había vuelto un anatema y estaba súper mal visto. Por Dios, a quién se le ocurre matar a un pobre animal si el chuletón artificial siempre estaba mejor que la carne de Kobe. Quita, quita.

Así que Harry estaba de lo más contento aquella sobremesa. Se estaba tomando una copita de crema de orujo mientras esperaba al Sr. Cook, al que no veía desde hacía algún tiempo. La tarde era apacible, soplaba una suave brisa y la residencia súper premium de la tercera edad en la que estaba el antiguo CEO de Apple era como un pequeño paraíso en la Tierra. Aquello parecía lo de la peli de ‘Cocoon’, con los ancianitos rejuvenecidos a base de medicamentos avanzados (creados por IA, claro) y la mar de salaos, disfrutando de sus diversas actividades.

El Sr. Cook llegó andando a buen ritmo. Venía contento y garboso.

—Harry, qué alegría verte —dijo, animado.

—Sr. Cook, lo mismo digo. ¿De dónde viene?

—De ganar a unos pardillos al mus.

Harry arqueó las cejas, sorprendido. Esta sí que era buena.

—¿Juega usted al mus? —preguntó.

—Me enseñaron unos amigos españoles. Le cogí el tranquillo enseguida. Adivina por qué.

Harry se quedó pensando un instante. Y de repente, clic.

—Los faroles.

El Sr. Cook esbozó una media sonrisa en la boca. Qué socarrón, pensó Harry.

—Exacto —dijo—. Estoy donde estoy porque me sé tirar un farol.

—Ya lo creo —respondió Harry, confiado. Pensó que aquello le daba pie justo para preguntarle aquello que quería averiguar aquella tarde. Luego no solo lo pensó. Lo dijo—. Eso me da pie para preguntarle aquello que quiero averiguar hoy.

—Tu dirás —otra cosa no, pero si una cosa tenía buena el Sr. Cook, es que siempre estaba dispuesto a hablar del pasado.

—Pues quería hablar de uno de sus grandes faroles.

—Uy, pues hubo unos cuantos. Tú dirás cuál.

—Las gafas.

El Sr. Cook se quedó en silencio momentáneamente. De repente pareció trasladarse a un tiempo pasado, hacía muchos años, en el que apareció en el escenario de una de aquellas WWDC. Se recordaba a sí mismo algo más gordito de lo habitual, con los michelines asomando haciendo una sombra nada virtual sobre su polo azul, abotonado hasta arriba. Pantalones chinos grises, y unas Nike blancas. Se le veía lustrosillo, contento. No era para menos: tenía la oportunidad de decir aquello que él más que nadie quería decir conferencia tras conferencia. Eran las palabras mágicas de su mentor y predecesor, el mítico Steve Jobs.

One more thing…

El Sr. Cook abrió mucho los ojos al decir aquello. Más de lo normal. «Es un día que llevamos años preparando. Uno que llevo mucho esperando. Creo que la realidad aumentada es una tecnología profunda», comenzó diciendo aquel día. Apple presentaba su nuevo producto: las Apple Vision Pro, sus gafas de realidad aumentada.

—Ah, las gafas. Nuestra apuesta por la computación espacial.

—Qué computación espacial ni qué niño muerto, Sr. Cook. No empecemos. Era su apuesta por el metaverso y los ñafotas, aunque no quisieran llamarlo así. Y mira que se llevaba hablando de eso desde hacía años.

Cringe. Pronunciado crin-ggge.

—Caray Harry. Sí que vienes fuerte. Has comido bien, ¿eh?

—He comido de lujo. Un chuletón que no se lo saltaba un torero.

—Bien por ti. Yo es que no como carne, ya sabes. Soy más healthy, de ensaladitas y kombuchas, ya sabes.

—Puaj. Sr. Cook, por favor. Además, no estoy aquí para hablar de gustos culinarios.

—Ok, ok —concedió el Sr. Cook —. Cuéntame, ¿qué quieres saber?

—Pues básicamente, a qué aspiraban. Sobre todo cuando las cosas estaban como estaban. Las Vision Pro llegaron en un momento en el que la realidad virtual y la aumentada llevaban una década fracasando. Tenían una presencia anecdótica, y su uso se restringía a un nicho muy claro: el de los videojuegos.

—Cierto, pero nosotros ya habíamos tenido éxito creando dispositivos que redifinían segmentos erráticos.

—Desde luego —dijo rápidamente Harry. Estaba preparado para aquello —. Lo hicieron con el iPod: había reproductores MP3 basados en disco duro antes, pero ustedes dieron en el clavo. También con el iPhone, desde luego. Quizás menos con el iPad o con el iWatch Apple Watch.

—Productos todos excelsos —dijo con algo de sorna el Sr. Cook.

—No me vacile, Sr. Cook. Había de todo. Y una vez creados, que sí, tuvo su mérito, no dejaron de aprovechar lo que mejor hacían: exprimirlos al máximo con mejoras iterativas mínimas.

—Oye Harry, a ver si te crees que los faroles bastaban. Éramos una empresa. Las empresas están para ganar dinero.

—¿Aprovechándose de la gente?

—Pues claro —el Sr. Cook se puso serio—. No seas ingenuo.

Harry a veces se olvidaba de con quién estaba hablando. El Sr. Cook había sido máximo responsable del mayor imperio tecnológico de su tiempo. No se llega ahí por nada, y aunque a estas alturas aquel directivo se mostraba mucho más abierto, cercano y locuaz, durante todo su mandato fue implacable con su objetivo último. Apple tenía que ganar dinero. Mucho. Más que todas las demás.

Las gafas querían ser el próximo paso para hacerlo, pensó Harry. Y una vez más, tras pensarlo se le escapó aquel pensamiento en voz alta.

—Las gafas eran su siguiente gallina de los huevos de oro —afirmó Harry.

—Así es. O lo intentaron ser.

—Pero como digo, no eran originales, ni en forma, ni en fondo. Mire usted las Google Glass, que se habían adelantado a su tiempo una década antes. Aquello era una pequeña maravilla, Sr. Cook.

—Ya, pero fracasaron estrepitosamente.

—A ver si me puede explicar por qué.

—Pues por la percepción de la gente, claro. Veías a alguien con unas Google Glass y pensabas: «a ver si me va a estar grabando». La amenaza a la invasión de la privacidad era constante.

—Sr. Cook, que me da la risa —dijo Harry—. Ahora me dirá usted que las Vision Pro no hacían exactamente lo mismo.

—Quizás, pero nosotros lo supimos disfrazar mejor.

A Harry, efectivamente, le daba la risa. Las Vision Pro eran capaces de crear vídeos panorámicos en 3D —en un formato súper propietario, claro— en cualquier momento y sin que —al menos, que se supiera en la keynote inaugural— hubiera aviso alguno para la víctima de la grabación. Aquello daba miedito por un lado y parecía ridículo por otro.

Imagina al padre de turno con las gafas en el cumpleaños de los niños, todos a lo suyo, jugando o soplando las velas, y el padre con las gafas puestas para grabar el momento y luego revivirlo a lo Tom Cruise en ‘Minority Report‘.

Y todos los niños, claro, un poco mosca, pensando: «qué hace este pollo con eso puesto en la cabeza. Me da miedo». Como decían los jóvenes de entonces, aquello daba cringe. No cringe, pronunciado cringchsh, no. Cringe pronunciado crin-ge. O en los partidos de fútbol del niño, todos los padres con las gafas puestas, como estúpidos, grabándolo todo en 3D para verlo luego en casa porque por alguna razón no valía la pena verlo en vivo y en directo. Que vale, grabar un poquito con el móvil tenía su gracia, pero esto era excesivo. Nos íbamos a la mierda, pensó Harry tras la presentación.

—Ya lo creo. Como si no fuera evidente que era posible grabar vídeo súper avanzado con aquello —continuó Harry. Ustedes no disfrazaban nada de nada. Como mucho lo presentaban mejor. Con muchos fuegos artificiales. Como cuando Minnie.

—Tienes buena memoria, Harry.

—Qué va, Sr. Cook. Lo que tengo es poco miedo a tirar del buscador de mi blog —sonrió —. Pero no se escape. Como le decía, aquello era desde luego algo distinto a la propuesta de Google Glass, pero también se parecía a las Hololens de Microsoft.

—Que también se hundieron en el lodo —dijo el Sr. Cook. Lo dijo casi con retranca. Como feliz de que aquello hubiera ocurrido.

—Cierto, pero eran molonas y de nuevo, hacían mucho de lo que hacían las Vision Pro. O podrían haber llegado a ello. Y lo gracioso es que costaban menos que las Vision Pro y todo el mundo se quejaba a lo bestia. Pero con las Vision Pro la gente no se quejaba tanto.

—Claro Harry. Nos costó mucho que no se quejaran. Años y años de poner precios desorbitados y aguantar críticas y memes. Pero mira, a palabras necias, oídos sordos. Y mientras, íbamos logrando convertirnos en lo que queríamos. Una marca que hacía mejor a las personas.

—Pero qué me está contando, Sr. Cook. Venga ya.

Cook sonrió. Le encantaba aquello. Durante años aquel había sido su mantra, así que en cierto modo había acabado creyéndoselo.

—Pues claro. Y si no las hacía mejores, ellas creían que lo eran.

—Eso es otra cosa muy distinta, Sr. Cook. Esa era la clave.

—Claro, Harry. Es de primero de negocios. Hazle a la gente creer que compra algo especial, y tendrás medio camino hecho. Luego tienes que hacer medio bien las cosas, claro, pero si no metes mucho la pata, probablemente triunfes.

—Se me va por las ramas con el rollo vendemotos de máster de negocios, Sr. Cook. A lo que iba, que no me acaba de contestar. Su producto no era novedoso ni original.

—¿Cómo que no? Y lo del puesto de trabajo virtual, qué, ¿eh?

Mira, escritorio virtual al canto rollo iPadOS.

—Pero Sr. Cook, no tenga cara dura. Aquello estaba más trillado que la huerta de mi abuela. Había puñados de soluciones similares. Una startup llamada Spacetop acababa de presentar eso mismo días antes. Mire, tengo aquí la holofoto —Harry se la enseñó al Sr. Cook.

Anda, salero. Si lo del escritorio virtual estaba inventado.

—Anda, pues sí que se parecía. No lo había visto nunca —dijo como mirando a otro lado el Sr. Cook.

—Las narices —contestó tajante Harry—. Además, ¿cómo coñe se escribía en esos puestos virtuales de trabajo?

—Pues con un teclado virtual, y como tenías visión externa, incluso con uno físico.

—Qué estupidez, Sr. Cook, la verdad.

—Bueno, vale, tampoco es que aquello fuera una idea revolucionaria, pero y lo de controlar iconos e interfaz con ojos, qué, ¿eh?

—Debo reconocer que aquello sí que era llamativo. De lo poco de todo el lanzamiento, la verdad. Lo curioso es que ustedes ni siquiera comentaron que podía ser revolucionario en otro campo muy distinto.

—¿Cuál?

—El de la gente con discapacidades severas. Poder comunicarse con el movimiento de los ojos a mí me parecía una ideaza, desde luego.

—Pues tienes razón. Y aún así, a mí el escritorio virtual a mí me molaba —contestó.

El Sr. Cook sonreía de nuevo, juguetón. El concepto del escritorio virtual no era en absoluto nuevo, como muchas otras cosas que Apple vendía como grandes revoluciones propias. Varios fabricantes de gafas de realidad virtual o aumentada habían planteado durante años. Las Hololens con Mirage, las Oculus Rift / Meta Quest / Vice / Valve Index con Virtual Desktop, etc. Aquello era otra idea gastada y que no funcionaba, pensó Harry. Y claro, de pensarlo a decirlo iba poco trecho.

—Aquello era una idea gastada, Sr. Cook —dijo Harry.

—Puede, pero había que intentarlo. Como sabrás, no teníamos muy claro cómo vender el cacharro. Había que intentar plantear varios casos de uso.

—Ahí estoy de acuerdo, pero es que aquello no tenía mucho sentido. ¿Trabajar ocho horas con las gafas encima? Por favor, qué agobio. Que sí, que podía dar cierta libertad, pero era una solución a un problema que no existía. Había monitores ultrapanorámicos de 49 pulgadas, gente que usaba hasta teles OLED como monitor o gente que simplemente tenía puestos multimonitor con algún soporte.

—Ya, pero no molaban tanto.

—Claro. Ni tampoco te dejaban la marca de las gafas en la cara forever and ever.

—Jajaja, Harry. Qué gracioso eres.

—Y usted, Sr. Cook, y usted. Además está lo otro.

—¿El qué? —preguntó animado.

—Lo del passthrough. Lo de que no solo pudieras ver el exterior, que tampoco era para tanto aunque molara, sino que si interactuabas con ese exterior de repente «se renderizaran» unos ojos como los tuyos que simulaban tus gestos visuales mientras hablabas con terceros que estaban cerca de ti.

Pero qué guapa estoy con mis ojos biónicos.

—Hombre eso era un inventazo, Harry. Por lo menos nosotros mostrábamos esos ojos, aunque fueran artificiales.

—Ya, Sr. Cook, pero 1) no era una idea nueva (sorpresa) y 2) daban aún más cringe que lo otro. Qué chungo, por favor. Además, a la gente hay que mirarla a los ojos cuando se le habla. Si no lo haces a mucha le sienta mal, y con razón. Como lo de no quitarse las gafas de sol ni en el metro. Por favor, qué ridículo. Pues lo mismo con las Vision Pro. Y lo mismo con Facetime, por cierto. ¿Que los demás te vieran con un render escaneado de tu cara que reflejaba tus gestos en tiempo real? Muy chungo, Sr. Cook. Muy valle inquietante.

Hola, soy yo (más o menos).

—Te entiendo Harry. Sí, lo cierto es que no fueron nuestras mejores ideas.

No lo era, no. Las Vision Pro, pensó Harry, no estaban pensadas para sustituir al iPhone. No. Como mucho, estaban pensadas para sustituir al Mac o al iPad. Cacharritos que usábamos en la intimidad del hogar. Al final esto era, sobre todo, un monitor externo, pensó Harry. Y vueltas a lo de siempre. A decirlo en voz alta.

—Sr. Cook. Es que esto no eran gafas. Eran un monitor externo.

—Bueno, sí. Pero uno la pera de molón. Acuérdate de lo de las pelis, que podías verlas en 3D y en tu sala de cine particular. Y con sonido espacial, que molaba más.

El triunfo del individuo. Hazlo todo solo, que lo harás mejor.

—Sr. Cook, con todos mis respetos, eso era una soberbia estupidez. Vale que para según qué cosas podía molar, y vale que ciertos contenidos se disfrutan mucho y bien solos, pero hay otros en los que eso es inconcebible. Ver el fútbol con colegas o una película en familia, por ejemplo, como cuando yo hacía cuando mi Javi era pequeñito y le rascaba la tripita mientras escuchaba todo estupendamente con mi sistema de sonido envolvente modestito pero estupendo. Me imagino la escena con los dos con gafas puestas. Por favor, pareceríamos estúpidos.

—Bueno ya, pero…

Harry le interrumpió.

—Ni pero ni nada, Sr. Cook. Aquello no solo era una estupidez. Era una estupidez peligrosa.

—¿Por qué lo dices, Harry?

—Por que esa tecnología nos hacía estar más solos. Eso ya lo había logrado usted con el iPhone o el iPad: la esencia de esos productos —a los cuales todos copiaron para evitar no caer en el olvido— era aislarnos. Tomarse una cerveza se convirtió en algo incómodo, con todo el mundo mirando su móvil en lugar de hablando. Diciéndose todo el rato por mensaje lo de «te quiero mucho». No me quieras tanto por mensaje, caray, y tómate una caña conmigo con el móvil bien guardadito o llámame. Con las gafas lo único que se conseguía era aislarnos aún más. En el trabajo, en casa, en todos lados. Todos con las gafas en nuestro mundo. Qué chungo, Sr. Cook.

—Caray, Harry. Qué melodramático todo.

—Pues sí, pero es verdad. Era terrible como concepto. Nos separaba más que unirnos.

El concepto, recordó Harry, era terrorífico, pero no mucha gente lo apreció durante el lanzamiento. Era como si todos se alegraran de tener otro productito más con el que poder aislarse de los demás al módico precio (de partida) de 3.500 dólares (sin impuestos). Harry se interrumpió de repente. Se acordó de otra cosa.

—Además, Sr. Cook, ¿de qué iban con esa minibatería? Es absurdo. Presumían de poder ver una peli, pero con esa batería se autolimitaban a ustedes mismos. Pelis de más dos horas, no, por favor.

—Bueno, pero podías conectar las gafas y su batería a la corriente también y ya tener reproducción ilimitada de contenidos —argumentó el Sr. Cook, defendiéndose con uñas y dientes.

—Ya, pero entonces el concepto de gafas «independientes del móvil o el PC» perdía un poco su gracia. Al final estabas enchufado a la pared. Una vez más, metedura de pata. Y luego estaba lo otro. Lo último, de hecho.

—El precio —comentó con confianza el Sr. Cook. Todos hablaban siempre de lo mismo.

—Justo, Sr. Cook. El precio. ¿3.500 dólares? ¿En serio?

—Harry, no seas injusto. Esas gafas tenían un montón de tecnología que 1) llevábamos años desarrollando con la inversión que eso conlleva y 2) era cara, como todo lo que se hace por primera vez. El tiempo acabaría abaratando componentes. Fíjate en el primer Macintosh: costaba 2.495 dólares, lo que ajustado a la inflación de 1984 equivaldría a 7.300 dólares actuales. Un pastizal para la época.

—Correctísimo, Sr. Cook, ahí no puedo quitarle la razón.

—¿Ah, no? —preguntó el Sr. Cook, algo mosqueado.

—No. Salvo por el hecho de que para ustedes el precio iría bajando, pero como en todas sus disrupciones, eso les permitiría solo una cosa: que a ustedes les saliera algo más barato fabricarlos, mientras lo vendían al mismo precio o superior. O más barato, pero capados a tope. Que viva el margen de beneficio.

El Sr. Cook y su media sonrisa, de nuevo. Socarrón como siempre, se cruzó de piernas y dejó un segundo antes de contestar.

—Por supuesto, Harry. Éramos Apple. Podíamos permitirnos hacerlo. Eso y otras muchas cosas.

—Y lo hacían, ciertamente. Lo que me dejó frío fueron dos cosas.

—Cuéntame, Harry, cuéntame.

—La primera, lo de los videojuegos. No entiendo que no presentaran las Vision Pro con protagonismo absoluto de los videojuegos: hasta ahora había sido la ‘killer app‘ de este mercado. La que estaba salvando a las gafas de realidad virtual. De hecho algunos lo dijeron entonces: hay una industria entera llamada ordenadores de videojuegos. Muchos de ellos rondan sin problemas los 3.000 o 4.000 dólares y la gente los compra porque quieren lo mejor para jugar. Puede ser un nicho, pero existe y se obtienen beneficios.

—Bueno, sí dijimos lo de los juegos.

—Sí, vale. Que iban a tener Apple Arcade y que iban a ser compatibles con los juegos de Unity. Eso podía significar mucho, pero también poca cosa. Después de todo, ustedes jamás dedicaron atención al mercado gaming tradicional.

—Claro, Harry. No nos hacía falta. Ya teníamos al gamer ocasional. Con su telefonito, descargando juegos free-to-play para luego ir comprando chorraditas varias.

—Y mientras tanto, ustedes se llevaban su 30% a la buchaca.

Y vuelta de la media sonrisa. El Sr. Cook disfrutaba recordando.

—Pues claro. Qué tiempos. Qué forma de meter pasta a la buchaca, Harry. Era sensacional.

—Ya me lo imagino, Sr. Cook. Por eso me extrañaba aquel foco tan confuso. ¿Qué pasaba con juegos como Beat Saber o Arizona Sunshine? ¿Serían adaptados? No se dijo nada.

—No lo necesitábamos, Harry.

—Puede ser. O puede que eso es lo que creían entonces. Y luego está lo otro.

—¿El qué?

—Que en aquel momento se estaba viviendo la auténtica revolución de nuestra era. No la del metaverso al que usted quiso cambiar el nombre. Zuckerberg al menos se dio cuenta medio a tiempo y reencaminó sus pasos. Pero ustedes no. Ustedes pasaban totalmente de ello.

—Y así nos fue, Harry. Y así nos fue.

Fin.


Por si os interesan, anteriores entregas de Harry y el Sr. Cook:

Suscríbete a Incognitosis

¡Recibe en tu correo las nuevas entradas!

Standard

15 comentarios en “Harry y las gafas que quisieron cambiarlo todo

  1. Matias dice:

    Yo lo único que me pregunto es si, el Sr. Cook, sale de su mundo idílico de Apple Park con su arcoíris artificial como se vió en la presentación o ya es un ciborg y no lo sabemos. Lo que presentó es ridículo y más ridículo me parece la prensa que se hace eco de ello como si esto fuera a revolucionar el mundo.

    • Tampoco diría ridículo, Matías. A mí no me pareció tan llamativo, pero de ahí a lo otro… Y en los medios había de todo también. Cierto que había halagos, pero también dudas. Veremos, veremos. Yo con los años he aprendido a ser cauto con eso de matar productos y ser muy tajante en mis afirmaciones, porque a menudo he metido la pata. Mejor no cerrar la puerta a algo obvio: que todos nos equivocamos.

  2. José Marìa dice:

    Jopeta, Javi. Cuando era un crio comencé a leer a Isaac Asimov, màs tarde a Arthur C. Clarke y hace poco a Liu Cixin. Pero tù eres mi mortadelo y filemón de la tecnologia. Sally debe de estar muy orgullosa de tì (o tendrìa que estarlo), porque llevas al españolito que tengo dentro a la misma centuria que los grandes escritores mencionados antes.
    Pero tu nos llevas a un juego màs ceñido a la realidad. Pues desde el presente tecnológico que estamos viviendo nos recoges con la sabidurìa de tu/nuestro pasado y nos acercas a la ventana de nuestro futuro.
    Puedo decirte que al igual que el Sr. Cook, no me equivoqué al invitarte a esos cafés. Y aûn tengo la esperanza de leer/ver/escuchar màs de tu imaginación.
    Ya nos veremos en el metaverso del futuro con nuestras «gafotas» o sin ellas?????
    Y que detràs de esta presentaciôn (que pienso que esta hecha para que no les coga el toro y conseguir màs financiación) hay màs cosas de las que nos enseñaron.
    Todo tiene su linea temporal, y hacia esa vamos. ¿Qué nos depara el futuro?. Espero que nos lo cuentes Javi ?

    • Muchísimas gracias por ese comentario José María y desde luego por apoyar en Patreon todos estos años. Madre mía, qué crack 🙂 Me ha encantado lo que has puesto pero me temo que no estoy a la altura ni de lejos. De vez en cuando me apetece contar las cosas con ese tono y normalmente los lectores no comentan nada al respecto, así que ver que a ti por ejemplo te ha gustado me encanta <3

      La idea es escribir más de estos desde luego. Habrá oportunidades, sin duda. Y lo que nos depara el futuro es desde luego súper interesante. Igual acabamos todos ñafotas, quién sabe, de eso como seguro que sabrás he hablado más de una vez.

      ¡Un abrazo!

  3. Pablo dice:

    Bien escrito, Javi. Divertido y certero.
    He tenido tres gafas Meta y dos HP Reverb. No me han servido más que para cacharrear, decir WoW e inmediatamente devolverlas o arrinconarlas en la mesa de la que nos la retiro por el pudor de guardar la pasta que me costaron en el cajón.
    Las HP al menos me dieron realismo al Flight Simulator, y sabes que ocurrió? Que lo abandoné. Descubrí que no hay como volar en la realidad.
    Quizás este asunto de las gafas tenga su mejor resultado en que nos haga caer en la cuenta, ya era hora, de que lo real convierte en un juego estúpido a lo virtual.
    Lo que no impide lo que disfruto de mis vídeo juegos. En este momento el Transport Ver 2 me quita el sueño.
    Enhorabuena de nuevo por el post.

    • Gracias Pablo, sí, yo tengo las HP de realidad mixta de hace unos años y no las uso casi aunque cuando lo hago la experiencia siempre es curiosa. Simplemente no me atrapa tanto como para que me apetezca usarlas a todas horas. No tengo nada claro que las de Apple vayan a lograr eso —ninguna lo ha hecho— pero habrá que dar una oportunidad a la empresa.

  4. Manuel dice:

    Bien escrito y divertido. Veremos como acaba el producto. Apple se caracteriza por sacar partido de tecnologías donde otros no han tenido mucha fortuna, seguramente porque no tienen la clientela cautiva de Apple.

    *publico dos veces con la esperanza de desactivar el recibir correos, que esta activado por defecto y no me ha dado cuenta.

  5. Opi dice:

    Me ha encantado la entrada, aunque particularmente soy muy optimista respecto a esta tecnología. Que tanto en libros de ciencia-ficción como en películas de ciencia-ficción, así como que Microsoft, Meta y tantas compañías grandes lleven años explorando esto, quiere decir que hay mucha, mucha gente que realmente ve un enorme potencial y futuro. Y yo entre ellos. Seguramente no en el estado actual (es decir, unas gafas grandes conectadas a una batería), pero sí con el tiempo más reducidas y con mayor duración de batería. El primer iPhone tampoco tenía copiar y pegar, ni tienda de apps propias, y todos (bueno, la mayoría) vimos al instante que estábamos ante algo que era un primer paso enorme hacia nuevos caminos, a muchos años de distancia de nada que tuviera nadie más.

    Todas las ideas que ha reunido Apple aquí me parece que marcan el camino correcto: te tienen que ver los ojos, debes ser capaz de ver el entorno, tienes que ser capaz de centrarte en lo que estés haciendo aislándote del entorno (alucinante todas las ideas que ha mostrado Apple para lograrlo), deben poder «dibujar» en el entorno, deben permitirte grabar el entorno como algo más que una simple cámara (grabaciones 3D, Javier, imagina tu post de grabaciones de un minuto, pero además inmersivas, y recuperarlas 20 años después), debe ser fluido, natural, con amplia variedad de posibilidades, interconectar de manera automática con los dispositivos de tu entorno (desde otros ordenadores -he escrito «otros» muy intencionadamente hasta teclados, instrumentos musicales, etc.), discernir imágenes y sonidos del exterior de manera inteligente y un larguísimo etc. de tecnologías que Apple ha sumado de manera impresionante en un aparato muy compacto.

    Imagino que a estas alturas ya has leído los comentarios de quienes lo han probado, incluso de gente que suele ser muy crítica con Apple, así que me ahorro esa parte.

    Pero de verdad que yo sigo maravillado por lo que mostró Apple, mi impresión ha sido la misma que cuando el primer iPhone: maravillado, viendo sus aún limitaciones, pero sobre todo el descomunal potencial, el enorme paso adelante que supone esto respecto a nada que hayamos visto hasta ahora. Yo estoy muy ilusionado. Y ahorrando 😀

    • Jajaj perfecto Opi, a ver que pasa al final con esto, efectivamente es una primera generación de producto y seguro que en cinco años lo veamos con mucha más perspectiva, pero ahora mismo yo no lo veo ni mucho menos como el iPhone. Pero me puedo equivocar, claro. Ánimo con los ahorros!

  6. Sesaru dice:

    Fantástico artículo: por un lado muy divertido, y por otro muy bueno en contenido. Estoy de acuerdo en casi todo, chapou ?

    Además te has adelantado a The Verge, que se lo han leído y han sacado (después) uno diciendo que es la 1ª tele de Apple y otro diciendo que Apple planea un futuro de gente aislada (este recién salido del horno). Doble chapou.

    Te quedan un par de años al menos hasta que chatGPT te quite el curro ?

  7. Pingback: ¿Son las Vision Pro el nuevo iPod? | Incognitosis

Comentarios cerrados