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Personas, no sargentos de hierro

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Creo que muchos leísteis aquel curioso análisis de un autobús ALSA que publiqué a finales de octubre. Ya entonces iniciaba el artículo diciendo que el motivo del viaje era secreto por el momento, pero por fin puedo hablar de él. 

Lo de ser periodista de revista da la oportunidad de hacer algunas que otras cosas espectaculares y estar en sitios en los que de otra forma sería muy difícil que uno estuviera. Y esta fue una de esas ocasiones, porque tras una gestión también bastante larga logramos hacer un reportaje sobre los UAV del Ejército de Tierra español (me resultó curioso que no fueran del Ejército del Aire, pero tiene sentido). 

El resultado es este reportaje, “Vigilantes silenciosos: Así son los drones que utiliza el ejército español“, que ha tardado más de la cuenta en aparecer por diversos motivos pero que afortunadamente al no ser de rabiosa actualidad no pierde su sentido aunque se haya producido esa tardanza. 

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En el artículo podéis encontrar mucha información sobre esos vehículos no tripulados. Es extraño, pero ninguno de los miembros de la unidad en la que estuve pronunció en ningún momento la palabra “dron”, supongo que porque les suena a juguete. El mal tiempo hizo que no pudiera verlos en vuelo, pero aún así lo que sí quería añadir aquí era mis impresiones sobre la visita.

Tengo un respeto importante por el ejército. Algo curioso teniendo en cuenta que no hice la mili, ya que me libré por esa bendita alergia que me lo recuerda cada año. Quizás algún día cuente alguna historia de la puta mili que viví gracias a mi hermano -hay una legendaria y que perseguirá nuestra memoria forever and ever-, pero lo que sí quedó antes y después fue esa sensación de respeto reverencial al ejército. Así que cuando llegué al aeródromo iba como en tensión. Un poco en plan montándome películas rollo “El sargento de hierro” (peliculón), diría yo. 

Pero de películas nada. En el Ejército hay personas. No sargentos de hierro, chavales. Personas. De la primera a la última que conocí durante esa jornada solo puedo decir una cosa: chapeau.  Desde el teniente coronel que me tuvo persiguiéndole y acosándole con preguntas durante 3 horas hasta los técnicos o uno de los pilotos de estos UAV el trato fue alucinante. Cordial y sin historias raras. Eso quedó claro por ejemplo cuando le pregunté al teniente coronel cómo debía dirigirme a él, casi con miedo pensando que no me había cuadrado antes de hacer la pregunta. “Llámame Paco“, me dijo (Ese no era el nombre, pero es para que os hagáis a la idea). Ole.

Eso es también algo especialmente notable cuando uno se entera de que la mayoría de la gente que estaba allí había estado en Afganistán volando esos drones durante meses e incluso años. No es precisamente lo mismo que aporrear el teclado desde mi casa, y eso precisamente te pone rápidamente en tu sitio y te hace darte cuenta de que por mucho que suene a panfleto, esta gente se estaba jugando la vida por nosotros y por otra mucha gente en ese conflicto. Ahí es nada. 

Como decía, chapeau. Si alguno de ellos me lee, gracias por esta oportunidad.

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1 comentario en “Personas, no sargentos de hierro

  1. Victor dice:

    He estado durante muchos años directamente ligado al ejército, concretamente a la marina, mi padre era militar y, aún siendo de mentalidad completamente contraría al ejército, siempre he sentido ese respeto al que haces referencia, los he conocido desde dentro, he conocido lo bueno y lo malo, se que, al margen de ideologías políticas, muchos de ellos se la han jugado por mi, por ti y por todo al que representan con su uniforme, si bien es cierto que de un tiempo a esta parte todo ha cambiado, tal vez por ese desengaño que con los años sufres con respecto a los que nos dirigen, pero jamás dejaré de sentir respeto por esa gente, porque al margen de todo, lo normal de manera general ya que hay de todo, son personas que ansían defender la sociedad en al que vivimos, sea la mejor o no, pero es la que ellos conocen y en la que están sus familias y amigos. Yo no seguí ese camino, fui por otro similar pero mas ligado a los bytes, pero siento lo mismo, no por una bandera ni por un estado, país, religión ni leches, yo estoy donde estoy porque se que nada ni nadie es perfecto y mucho menos la sociedad, por eso me gusta mi trabajo y lo hago al margen del color de mi bandera.

    Un saludo.

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