Hace un año salía impresionado tras asistir a TEDxRetiro, y había esperado con expectación la llegada de la edición de este año. La pequeña decepción de TEDxMadrid 2013 sirvió para que esas expectativas bajaran un poco, y probablemente también para comprender que, como en el caso de ese evento y del TEDxRetiro del año pasado, no todo el mundo es Steve Jobs. La idea se repetía en esta edición, con oradores que por unas razones u otras no lograron conectar conmigo (al menos) a pesar de que pusieran todo de su parte para contarnos su historia.

En este TEDxRetiro al que asistí con un gran amigo, desde luego, hubo de todo: bueno, y menos bueno, con ponentes que parecían más sueltos y otros a los que los nervios los traicionaron un poco. Mariona Fernández fue probablemente la que peor lo pasó, y aún así logró completar su charla de forma más que digna. Los temas fueron variados, apuntaban maneras. Pero como suele pasar, lo que conecta no es tanto el tema como el ponente.

En mi caso, sobresaliente para la charla de Mónica Esteban y Pablo Ibáñez sobre Juegaterapia, una iniciativa fantástica que seguro que no parará de crecer en el futuro. Las charlas de Sergi Corbeto («El profesional aberrante», y eso que rechazaba la idea de una innovación incremental que yo considero fundamental) o de Ricardo Urías («Evolution now») me parecieron también destacadas, y a ellas añadiría una de Diego Aín, que con su música biotrónica y su fantástica disposición hizo que todos nos animáramos. Aunque para animarnos teníamos a unos verdaderos cracks: los chicos de Impromadrid, que como el año pasado volvieron a ser fantásticos conductores de todo el programa. Para ellos y para la organización –que por cierto, trasladó el evento a los Teatros del Canal, bastante lejos del Retiro–, mi admiración y agradecimiento por esa ilusión que se respira en estos encuentros.

Y sin embargo, lo curioso –o puede que no– es que una vez más, como ocurrió el año pasado, la charla que más me gustó fue una que no se ofreció en directo. Supongo que conocéis esa sensación en la que algo nos emociona tanto que nos pone, literalmente o no, los pelos de punta o la piel de gallina. Juegaterapia lo logró sin duda, pero la charla de Rita Pierson sobre la educación fue absolutamente prodigiosa, y de hecho me dio idea para un próximo post. Yo diría que es imposible que todas las charlas puedan emocionar, pero si al menos una lo hace como lo hizo esta, yo considero el evento como un pequeño éxito. Y de nuevo, gratuito, que mola más. No os la perdáis.