Parece mentira que acabe de lanzar a la venta ‘Suscriptocracia’, un libro que habla de cómo las suscripciones nos rodean y casi hasta nos ahogan, y os cuente en el primer post tras ese anuncio que me acabo de suscribir a otra cosa.
Así soy yo. Un tío rebelde y sin miedo a las contradicciones.
Pero es que con The Verge tenía una deuda pendiente. Para los que no lo conozcáis, The Verge es algo así como el The New York Times de la tecnología. Es, diría, la publicación online de tecnología más importante del momento. Más incluso que Wired, que Ars Technica, o que cualquier otra del mercado. Muchas de las mayores exclusivas de este segmento se publican allí, y el resto de medios —por ejemplo, en España— hacemos lo que podemos porque no tenemos ese nivel de acceso.
Yo llevo siguiendo a The Verge desde antes incluso de que fuera The Verge. Para cuando se lanzó, en noviembre de 2011, estaba claro que aquello era distinto a todo lo que habíamos conocido. El formato blog puro de Engadget —muchos de sus responsables provenían de allí— quedaba un poco atrás y ante nosotros teníamos no un blog de tecnología, sino un medio de tecnología. Más ambicioso, más serio y más total. A mí aquello me pareció sencillamente acojonante. Y trabajo en esto.
The Verge siguió haciendo las cosas bien, reinventando cosas como los foros de discusión. Mejoraron años después activando (algo tarde) el diseño responsive, y cuando lo conté uno de los responsables de aquello vio mi post y comentó explicando la tardanza, qué grande. Pero es que no solo hacían mejor su web a nivel de diseño y navegación: seguían haciendo contenidos alucinantes como aquella historia titulada ‘The rise and fall and rise of Virtual Reality‘ que poca gente, allí o en otros lados, hace incluso hoy en día.
Luego se rediseñaron, y como cada vez que lo hacían, las decisiones eran bastante radicales y rompedoras. En aquel rediseño de 2016 desde luego la cosa era un giro total a lo que tenían, con una cabecera-mosaico con los temás más destacados en los que uno se veía casi atacado por titulares gritones, en mayúsculas y por imágenes que ayudaban pero que no eran necesariamente el reclamo. Una vez más, sencillamente acojonante.
Y por supuesto, siguieron haciendo artículos estupendos, pero poco a poco con un enfoque ligeramente distinto. Los análisis, a los que la mayoría dedicaban (dedicábamos) enormes cantidades de texto y fotos, solían convertirse en resúmenes rápidos e impresiones: análisis que podían parecer superficiales, pero que iban a lo que tenían que ir. Con tanta gente dedicando el 90 o 95% de un análisis a repasar su hoja de especificaciones, en The Verge nos enseñaron algo a todos.
Había que hablar más de las sensaciones.
Lo hizo por ejemplo Nilay Patel —el cofundador que acabó quedándose con el trono, atrás quedaron mi admirado Joshua Topolsky, la fantástica Joanna Stern o Paul Miller—. Y como esa frase entre guiones me ha quedado muy larga, la repito y continúo: lo hizo por ejemplo Nilay Patel en su análisis del iPad Pro de 2018. Yo viendo aquello no pude por menos que compararlo con el análisis que había hecho Wired —que hace muchas cosas bien, ojo— y decidir que así es como se hacían las cosas. De hecho, lo dejé claro en un post aquí.
Pero es que The Verge no se conformó y en septiembre de 2022 lanzó su hasta ahora último rediseño. A mí me explotó la cabeza. Muchas decisiones me parecieron extrañas y discutibles, pero acabé diciendo que probablemente ese diseño nos acabaría conquistando. Y lo ha hecho a pesar de seguir siendo algo chocante. De repente The Verge ya no solo quería ser la casa de The Verge: quería ser un concentrador de artículos de tecnología. Si algún otro medio hacía las cosas bien, le enlazaban (y le enlazan) para que te enterases también de lo que hacía la competencia incluso leyendo The Verge.
Es una lección magistral del «ten a tus amigos cerca, y a tus enemigos más cerca aún» aplicado a los medios tecnológicos. En nuestra querida españita muchos medios casi no se enlazan más que a ellos mismos (¿hola, El País?) y muchos otros citan la fuente, pero no la enlazan porque qué fatal si te vas de nuestro sitio web para visitar otro, #niseteocurra. Pero en The Verge no tuvieron miedo a eso, y tomaron una decisión valiente y, en mi opinión, rompedora.
Sigo sin estar del todo de acuerdo con algunas otras que parecen venir heredadas de esa tendencia por snapchatizar la web, pero en general soy un lector enamorado de The Verge en forma. Ya no tanto en fondo, porque les veo, sobre todo, perezosos. Para tener los recursos que tienen escriben pocos temas al día —no he contado, pero diría que bastantes menos de los que hacemos en Xataka—, y a menudo desaprovechan oportunidades para escribir temas mucho más potentes cuando tienen acceso preferente a todos los fabricantes y desarrolladores. Pero oye, entiendo que ellos creen que así es como deben hacerse la cosa. Respect.
El caso es que a lo largo de estos 13 años he seguido acudiendo a The Verge y disfrutando de su contenido. Y lo he hecho sin pagar ni un duro. Así que cuando hace unos días sus responsables anunciaron que The Verge se convertía en un medio con un modelo de suscripción, no dudé. Había ahí una gran deuda pendiente, y un par de días después —en medio de unas pequeñas vacaciones prenavideñas— me suscribí un año por 50 dólares.
No debí ser ni mucho menos el único: normalmente cuando un medio anuncia que activa una suscripción, empiezan a caer las críticas. Los comentarios suelen dar miedo. Pues bien, en The Verge la mayoría de los comentarios —más de 1.000, alucinante— eran positivos. Algunos daban ideas adicionales —quitar la publi de su podcast, Vergecast, que yo, sinceramente, no escucho—, pero en esencia el mensaje de todos era el mismo: por supuesto que nos vamos a suscribir, os lo merecéis. Eso para mí es el mejor testimonio de que llevas mucho tiempo haciendo las cosas bien y que la gente te aprecia. Miedo me da pensar lo que escribirían los comentaristas de Xataka si los jefes tomaran una decisión como esta.
No sé qué pasará en el futuro. Dependerá mucho de lo que hagan y dejen de hacer en The Verge: espero que no se vuelvan complacientes y sigan retándose a sí mismos. Espero que aprovechen sus oportunidades y que sigan mostrándonos a todos —usuarios y competidores— que siempre hay margen de mejora.
Bien por The Verge.
Llevo varios días pensando en suscribirme yo también porque descubrí la web hace años (seguramente por algún post tuyo, igual que con MKBHD) y me gusta mucho todo lo que hacen, tanto por escrito como por podcast. ¿Por qué no me he lanzado aún? Porque tengo que ver si me puedo permitir el precio (que me parece justo, pero según el momento está difícil) y porque en Europa nos quedamos sin el libro extra y me parece feo no acceder a todo lo que ofrecen pero pagar lo mismo.
Coincido de paso con algunas valoraciones que haces de su último par de años. Sí que publicáis más en Xataka (aunque también creo que abarcáis más cosas y vuestra home agrupa mucho) y no, tampoco querría leer los comentarios ante un movimiento similar (ni uno bueno cuando los miro). Pero, vamos, adoro la nueva home y hasta en mi web opté por el mismo color de fondo porque me funciona muy bien. Eso sí, echo de menos nombres como el de Dieter Bohn, Lauren Goode o Becca Farsace, que se han ido estos años y para mí eran sinónimo de The Verge.
Efectivamente se echa de menos a Dieter, Lauren y Becca (yo la sigo en su nuevo canal de YouTube, está bien pero demasiado centrado en cámaras, lógico porque es su tipo de contenido). Pero estoy también contigo en lo del libro, si no lo dais fuera de EEUU deberíais rebajar el precio para esos usuarios. Pero bueno, como digo era deuda pendiente en mi caso así que no me lo he pensado mucho.
Javi, supongo que conoces el refrán ese de en casa del herrero, cuchara de palo.
También este, aplicable típicamente a Microsoft: haz lo que digo pero no lo que hago.
😛
No sé si no has visto el titular o me estás tomando el pelo.
Dicho lo cual, el segundo refrán está simpático, sí.