OnePlus me encanta como marca. Fui feliz propietario de un OnePlus One durante un par de años y con él disfruté de una estupenda cámara, de aventuras horripilantes y sobre todo de aquel precio de teléfono chollo con el que la marca fue conocida y reconocible durante mucho tiempo.

Pero aquellos tiempos parecen haber pasado, y OnePlus quiere desde hace tiempo lo que muchas otras. Codearse con los súper gama alta del mercado ofreciendo buenas prestaciones a precios que ya no son el chollo que eran.

El problema con eso es que su diferenciación hardware ahora es poco destacable y se basa en esa pantalla de 90 Hz. Que no es moco de pavo, ojo: me encantaría que todos los móviles comenzaran a integrar esta mejora y espero que sea una de esas cosas que acaben llegando a todos ellos, pero hoy por hoy es un factor que no es tan llamativo. La carga súper rápida y esa interfaz suave y rápida que ofrece OxyenOS molan, claro, pero tampoco ninguna de esas opciones importan (o venden) tanto.

¿Qué importa? Las cámaras, por supuesto.

No parece que casi nadie haya hecho ahí gran cosa últimamente. Hemos pasado todo el año esperando a ver si los sensores de 48 o 64 Mpíxeles obraban algún milagro, pero parece estar claro que la potencia sin control no sirve de nada y los megapíxeles sin postprocesado tampoco sirven de mucho.

De hecho el que parece haber vuelto por sus fueros ha sido el iPhone 11 Pro, del que no paro de ver capturitas y análisis en medios y redes sociales en las que sus propietarios presumen de las nuevas capacidades fotográficas del smartphone de Apple. De presumir y no presumir hablaré otro día, pero debo decir que lo poco que he tocado el iPhone 11 Pro -lo conté en el anterior post- he podido confirmar que las cámaras molan, y molan mucho. Apple necesitaba un empujón desde hace tiempo en este terreno y parece que lo ha dado con estos móviles, así que diría que se van a convertir en un pequeño revulsivo para las caídas que han estado sufriendo en Apple desde hace unos cuantos trimestres.

El problema para OnePlus es doble. En primer lugar, no es top en fotografía. Al menos no según los análisis que he visto por ahí. Cumple, no lo hace nada mal, pero tampoco es la pera. En segundo lugar está el precio. El OnePlus 7T parte de los 599 dólares, lo que no es una cifra desorbitada pero tampoco es un chollo. Lo expresaba hace poco mi compañero en Xataka, Antonio Sabán:

Cuando el flagship killer económico solo vale 100 dólares menos que el iPhone y no acaba de tener cámara TOP, sonido TOP ni la batería, Face ID o el motor de vibración del 11, sabes que algo le falla a su estrategia.

Y que Apple la lía allí parda a 699 dólares, claro. https://t.co/bD4ytLp0bu

— Antonio Sabán (@Ansamor) September 26, 2019

En otros países como España la diferencia es menos notable y el OnePlus 7T podría tener su aquel, pero en Estados Unidos es muy difícil que estos chicos puedan rascar algo cuando el iPhone 11 sale por 100 dólares más, efectivamente. Teniendo en cuenta que USA es Apple-adicta, tratar de convencer al mascachicles de turno de que cambie su iPhone por un OnePlus 7T es medio imposible si como dice Antonio tienes varias cosas «mediocres» (sin ofender). El iPhone 11 no es perfecto y es lamentable que no incluya el adaptador de carga rápida, pero diría que es mejor teléfono libra por libra, como se diría en el argot pugilístico.

En Estados Unidos el OnePlus 7T no es una amenaza (sobre todo por lo de iMessage, el WhatsApp yanqui), pero aquí y en el resto del mundo no tengo claro que lo vaya a ser tampoco. No entiendo tampoco esa manía por sacar un modelo T apenas 5 meses después del lanzamiento del anterior sin que haya mejoras especialmente notables, y desde luego no tengo nada claro que esos 90 Hz y la buena experiencia de uso de OxygenOS sean suficiente para convencer a mucha gente cuando lo que suele vender es la cámara o la relación precio/prestaciones que en OnePlus no está siendo tan favorable últimamente.

No sé, igual me equivoco pero me da a mí que se van a dar una buena castaña con los OnePlus 7, 7 Pro y 7T. Y todo, como siempre, por el maldito parné: una vez naces con el estigma de cholloteléfono, levantarlo es casi imposible.