Tecnología

Cuando el Amiga era el rey

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Este verano no sólo pude trastear con un mítico Apple IIc, sino que también hubo otro viajecito al pasado al poder jugar de nuevo con un Amiga 500 y también con un Commodore 128. En este último cayó inevitablemente la revancha al Match Day II -perdí, inconcebible- pero sobre todo volví a disfrutar de algunas de las joyas a las que jugaba en mis tiempos en el Amiga.

Aquí mi amigo Xavi se preparó para el reencuentro comprando un pequeño módulo que permitía cargar ADFs directamente desde una microSD. La «disquetera virtual» es una forma de hacer trampa en esto de disfrutar de estas plataformas de antaño, pero la verdad es que ahorrarse los tiempos de carga es una pequeña bendición aunque la experiencia no sea tan «pura». Y por supuesto está el debate sobre la piratería en el uso de ROMs descargadas por ahí, algo sobre lo que yo ya reflexioné en Xataka hace unas semanas.

Dejando a un lado ese tema espinoso, lo cierto es que ya solo abrir el Amiga para poder instalar esa disquetera microSD hizo que me diese un vuelquecito el corazón. Sobre todo porque pude ver de cerca a mis viejas amigas Denise y Paula, con el fofisano, Fat Agnus, algo más escondido.

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El Amiga tenía que estar abierto para funcionar con el invento, pero eso no impedía que siguiese manteniendo su encanto. Hasta apareció una de las pantallas míticas del Amiga, un Guru Meditation -en la imagen de aquí abajo- para completar esa vuelta a esos tiempos en los que para apagar el ordenador uno simplemente apagaba un interruptor. Ni journaling, ni volcado desde memoria a disco, ni cierre de aplicaciones cuidadoso ni leches en vinagre. Muy rollo Chuck Norris, apagado a lo bestia. Y no pasaba nunca nada, cómo mola.

guru

Luego vinieron los juegos, claro, pero en lugar de ir a los clásicos quisimos disfrutar de aquellos que sobre todo estaban orientados a poder jugar uno contra uno. Juegos de dos jugadores que brillaban con luz propia y que nos hicieron disfrutar muy buenos ratos. Y hacerlo además conectados a un monitor Commodore 1702, que no era moco de pavo. Vale que no es el 1084s que todos soñábamos en aquella época, pero se veía igualmente de coña.

Seguro que reconocéis todos los juegos. Alguno me decepcionó, como el ‘Dragon Ninja‘ -jugué algo a la recreativa y la conversión al Amiga es bastante pobre- pero la mayoría volvieron a trasladarme a aquellos buenos y viejos tiempos. El ‘Lotus II‘ impresiona gráficamente al principio con aquellas hojas de características de los coches, y aunque lo de la pantalla dividida molaba luego el juego es demasiado simploncete y, la verdad, creo que básico para lo que se podía lograr en el Amiga. Aún así estuvo divertido un rato, pero lo que también molaba del juego -seguro que muchos lo recordáis- es el musicote que tenía mientras conducías. Alucinante.

Puede que no reconozcáis una de las joyas de la corona, el ‘Skidmarks‘, que era un juego de cochecitos brutalmente adictivo cuando jugabas entre varios. En un ordenador solo podían jugar dos al mismo tiempo, pero tenía la opción -se ve en la imagen- de conectarse a otros Amiga por cable o módem para jugar «online». Recuerdo perfectamente cómo aprovechamos esa opción en la Euskal Party de ¿1995? -fue la segunda edición si no me equivoco- en Tolosa y lo pasamos como el kiko dándole al ‘Skidmarks’ en modo cuatro jugadores. Aquello era infernal. Aquí tenéis un vídeo del juego corriendo en un Amiga 1200.

Probamos el ‘Cannon Fodder‘ brevemente porque ese solo se podía jugar a un jugador pero tenía mucha morriña -yo diría que el posterior ‘Commandos’ estuvo muy inspirado en él- pero también le dimos al ‘Alien Breed: Tower Assault‘ -grandioso- y sobre todo al descubrimiento de la jornada, el ‘Speedball II‘, al que yo jugué más bien poco porque me pasaba la vida jugando al ‘Sensible Soccer‘. Evidentemente también cayeron algunos partidos a este último, pero como digo, acabamos jugando bastante más de la cuenta al ‘Speedball II’ porque nos empezamos a picar y descubrimos un poco los truquitos de un juego que va de menos a más.

Este viaje al pasado me viene de perlas para hacer dos breves menciones a dos (+1) enlaces que aparecieron estos días. El primero, ese fantástico esfuerzo de los responsables de Internet Archive con el que cualquiera puede disfrutar de 10.000 juegos del Amiga directamente desde el navegador. No lo he probado apenas, pero desde luego poder acceder a dicha opción es alucinante.

El segundo, más dirigido a adictos de la emulación, es este estudio del gran enemigo de la emulación y los emuladores: la latencia. Un usuario hizo hace años un buen resumen de cómo este parámetro influía en la calidad de la emulación y cómo lo de jugar a un juego de antaño igual que jugábamos en aquellas máquinas es virtualmente imposible. Uno se puede acercar mucho, pero lograr la experiencia perfecta es -que yo sepa- inviable por todas esas pequeñas latencias que se van sumando. Recuerdo un artículo de Ars Technica en el que precisamente hablaban sobre esas gigantescas dificultades de la mano de la emulación de la SNES: ni una máquina de 3 GHz lograba dar el resultado perfecto, afirmaban.

Eso podría hacernos pensar que lo de emular es una chorrada. Que si quieres jugar a juegos del pasado deberías hacerlo siempre en las máquinas originales y, ya puestos, con los disquetes/cintas/cartuchos originales y sin trucos como los que usamos en esta ocasión Xavi y yo.

Qué estupidez. Lo importante es que si disfrutáis de esos juegos -sea con la solución que sea- ya habréis logrado lo esencial. Lo otro está muy bien para puristas, pero para el 99,99% del mundo la nostalgia disfraza muy bien esas potenciales imperfecciones.

Qué momentazos amigueros. Me queda pendiente un verdadero homenaje al Amiga, pero mientras llega -si llega-, ahí queda eso.

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3 comentarios en “Cuando el Amiga era el rey

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