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¡Pipifelicidades!

No nos hemos cogido el día por el cumple de Sally, pero casi casi como si lo hubiéramos hecho, porque trabajar casi no se ha notado. Era una fecha especial —un poquito más especial si cabe— y ha habido ya unas cuantas emociones.

Y las ha habido porque llevaba una semana pidiéndole a algunos amigos y a la familia que enviasen pequeños vídeos con los que mi mujercita acabara riendo y, sobre todo llorando. Viejos y buenos amigos y amigas que han dicho cosas estupendas, algunas graciosas —30 años de aventuras con ellos dan para mucho— y otras emocionantes. Yo he preferido ir de las primeras a las segundas, ya sabéis: que riera primero para luego todo acabara en un río de lágrimas. Había dos o tres vídeos —sobre todo uno, y no era el mío— espectacular.

Yo no lloro mucho. O más bien, no lloraba, porque creo que con la edad los lacrimales —y nuestra patatita— se vuelven más sensibles. Con esto he estado a punto, pero no lo he hecho. Quizás porque estaba más atento a ver la reacción de Sally mientras lo veía. Y al final, misión cumplida.

No era difícil. Y no lo era porque todas las personas que han mandado sus mensajes saben cómo es Sally. Ninguno de ellos la llama así —solo uso ese nombre aquí, es marca registrada de Incognitosis—, pero todos llevan mucho tiempo y saben lo especial que es. Y sobre todo, que además de una persona japi japi, es algo que ya dije el año pasado.

Es la mejor persona que conozco. Y está a mi ladito. Con mis niños, que también son un milagro.

Qué potra tengo, queridos lectores.

Feliz cumpleaños, pipi. Que cumplas mucho más. Y que esto no se acabe.

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