Tecnología

Elon Musk ante la eternidad

El Starship ya había cumplido. Era el tercer vuelo de prueba, y todo había salido a la perfección. Faltaba la reentrada de la nave, que teóricamente iba a ser intrascendente porque lo que la gente esperaba es que básicamente cayera sin control en algún lugar del Océano Índico porque era justo lo que SpaceX había previsto que pasara.

Pero es que pasó algo alucinante. Hacia el minuto T+45 tras el lanzamiento, Starship empezó a caer mientras volaba a casi 27.000 km por segundo. Y de repente, en a unos 99 km de altitud, el campo de plasma empezó a provocar un efecto espectacular en el fuselaje de la nave que mostraba ese efecto de la nave «incendiándose» aunque en realidad no estaba haciéndolo.

Además lo estábamos viendo en directo. Eso es sencillamente increíble porque como digo la emisión era de un vehículo que iba a una velocidad alucinante y aún así la calidad del vídeo era brutal. Y lo era porque en el Starship había instalados unos terminales de Starlink que permitían emitir el vídeo a los satélites de esta red. Esos satélites, por cierto, orbitan también a una velocidad de unos 27.000 km/h, así que os podáis imaginar el desafío técnico que esto impone.

Fue asombroso.

El caso es que quería empezar así este post porque vi precisamente un tuit destacando eso tras la misión. Era algo así:

El objeto más pesado de la historia (unas 5.000 toneladas) había sido lanzado con éxito al espacio, y (prácticamente) todo el vuelo había sido retransmitido en directo en 4K gracias a una red satelital creada por el mismo tipo que había creado Starship. Un tipo que no para de ser criticado y menospreciado y atacado.

Supongo que pilláis la idea. A mí Elon Musk me fascina. Me parece un bocachancla, sin duda, pero todas sus sombras se quedan pequeñas ante lo que está logrando. No creo que haya nadie que se le acerque. Ni siquiera Steve Jobs, Bill Gates, Jeff Bezos o Marc Zuckerberg. Todos ellos han cambiado el mundo, pero lo de Musk es otro nivel.

Al menos, eso es lo que yo creo.

El mundo no nos recordará dentro de 100 años. Mucho menos de 1.000. Y sin embargo, estoy seguro de que el mundo recordará a Elon Musk para entonces.

El título del post me ha quedado un poco solemne, pero es que lo de este hombre es absolutamente colosal. Quería escribir hace tiempo algo sobre él, pero antes de hacerlo quería leerme la biografía de Walter Isaacson. Justo cuando la empezaba me pregunté lo que seguramente muchos de vosotros os preguntásteis: «Pero si tiene apenas 50 tacos y aún le queda mucha guerra que dar. ¿Para qué publica ahora una biografía?».

Pues probablemente por eso mismo. Porque le queda mucha guerra por dar y habrá que sacar el volumen II (y quien sabe si el III) para contarlo. A mí Isaacson no me entusiasma —su biografía de Jobs no me capturó—, pero he de reconocer que sabe sacarle partido a las biografías. De la de Musk me interesaba menos la parte personal —familia, novietas, hijos— y mucho más la de su trayectoria profesional, que es sencillamente grandiosa de principio a fin.

La novela da muchos detalles interesantes, y aunque entiendo que siendo una biografía autorizada tampoco puedes meter mucha caña a quien te la bendice, es evidente que está escrita para engrandecer al personaje: se alivian sus defectos y se magnifican (o al menos destacan) sus aciertos. Con las biografías prefiero una aproximación más gamberra y crítica —la historia de Amazon y Bezos en ‘The Everything Store‘ de Brad Stone me parece brillante, por ejemplo— pero claro, el acceso a datos privados es más limitado y no tienes la visión ni la versión del prota, que seguramente querría darla.

Pero eso da un poco igual, porque lo bueno de los libros largos es que suelen dar más opciones de encontrar cosas interesantes. A mí me llamó especialmente la atención esa obsesión absoluta de Musk por recortar costes. En el capítulo 18, por ejemplo, Isaacson cuenta cómo «su obsesión con el coste, así como sus instintos naturales de controlarlo todo, le llevaron a querer fabricar internamente tantos componentes como fuera posible, en lugar de comprarselos a los proveedores, que era la práctica estándar en las industrias automovilística y aeroespacial». A lo largo del libro, al ir contando cómo fueron evolucionando Tesla o SpaceX, se narra en varias ocasiones esa obsesión de Musk por rebelarse ante lo establecido.

Eso se nota en esos paseos que se marca por las cadenas de montaje de sus fábricas. En la biografía hay varias escenas similares. Se para delante de un técnico, observa lo que hace, y al rato le pregunta si podría hacerse de forma más eficiente o barata. Y cuando el técnico le dice: «bueno, es que así es como tiene que hacerse», Elon siempre dicen «¿Y eso quién lo dice?». Y da igual quién lo diga, porque no se lo cree: el tío no para de tensar la cuerda, de quitar tornillos —como quien dice— para ver si con menos ese coche o ese cohete pueden seguir funcionando igual. Y lo alucinante es que suele confirmar que así es. Conformismos a mí. Estándares. Verdades establecidas. Ja.

Y luego está lo otro. No puedes llegar a donde llega esta gente sin ser un tío raro. Los que estamos fuera los solemos ver con el prisma de la gente normal y no entendemos su forma de actuar. Lo normal es que todos caigan dentro del saco de lo que llamaríamos un absoluto cabr**: gente genial y brillante, pero también sin empatía ni sentimientos. O al menos, sin nuestros sentimientos. Gente que vive para trabajar y que exigen lo mismo de sus empleados. Lo comenta en el capítulo 25 de la biografía Michael Marks, que llegó a ser CEO de Tesla brevemente, comentaba cómo le colocaba en el mismo grupo que a Jobs. «algunas personas simplemente son unas gilipollas, pero logran tanto que uno simplemente tiene que sentarse y decir ‘es lo que hay'».

Y es cierto. Es lo que hay. No mucha gente soporta a estos genios locos durante mucho tiempo, y es normal, pero si lo haces lo suficiente, como hacen algunos de sus empleados en las empresas que fundaron, logran probablemente alcanzar hitos profesionales que jamás pensaron que conseguirían. Les impulsan a lograr lo que parecía imposible. Ocurría desde luego con Steve Jobs, y diría que Musk es también así.

Supongo que me pasa un poco como a muchos de vosotros. Odiáis y amáis el personaje por igual. O solo lo odiáis. O solo lo amáis, que también puede ser. Pero una cosa está clara.

Es fascinante.

De todos modos, cuando acabé la biografía de Musk, hace un par de meses, no tenía muy claro cómo enfocar el post, así que lo dejé reposar. Mi opinión sobre él estaba en horas bajas últimamente: lo que está haciendo con Twitter, por ejemplo, me parece un error. Al menos, casi todo lo que está haciendo, porque luego hay que reconocerle decisiones absolutamente espectaculares.

Por ejemplo, la de despedir al 75% de la plantilla. Que sí, que puede ser una tragedia, pero es que en Twitter —como en tantas otras megaempresas— acaba habiendo mucha gente que sobra. No ya por ser redundante, que también puede ser (y eso es una tragedia, porque pueden ser buenos trabajadores), sino por no hacer ni la o con un canuto. Tener el valor de hacer limpieza en casa es algo que no muchos hacen, pero claro, como a Elon se la refanfinfla todo, el pulso no le tembló. Todos nos echamos las manos a la cabeza y pensábamos lo mismo. Lo de que Twitter iba a dejar de funcionar.

Ha pasado un año y medio, y Twitter sigue funcionando igual que siempre.

No digo que no sea peor. Lo es. Dejar a un lado temas tan importantes como la moderación ha hecho que los ingresos publicitarios se precipiten, pero su (lógica) obsesión con lograr que Twitter sea rentable ha hecho que esté tomando decisiones polémicas y absurdas. No acierta con las suscripciones y está haciendo que la gente que amaba Twitter y lo enriquecía esté abandonando la red social.

Pero claro, Elon no puede acertar en todo. The Boring Company es la otra gran demostración de ello, pero es que estamos ante un tipo que ha logrado revolucionar la industria aeroespacial y la automovilística, que parecían inamovibles. Y por el camino ha planteado otras revoluciones con empresas como Neuralink o la generación y almacenamiento de energía (Solar Roof, Powerwall). Ha tenido su gran metedura de pata con OpenAI, que ayudó a fundar y en la que no consiguió imponer su criterio —veremos qué logra con xAI—, pero como digo, el tipo es absolutamente excepcional. Jobs, Gates, Bezos o Zuckerberg han triunfado en un ámbito de la tecnología. Musk triunfa en varios. Es alucinante. Que luego tenga ideas un poco peregrinas —yo, sinceramente, no veo a la humanidad viviendo en Marte jamás de los jamases— es otro tema: el tío intenta cosas impensables para el resto de la humanidad. Insisto. Es alucinante.

De hecho, me reconcilié con Musk no por la biografía, sino por un larguísimo y excepcional post de Casey Hadnmer, que analizaba la trayectoria de Musk de una forma súper racional y coherente. Si el personaje os resulta mínimamente interesante, tenéis que leer ‘Elon Musk is not understood‘, el citado post de Handmer. Es fantástico.

Entre otras cosas, porque defiende a Musk ante opiniones sesgadas a las que está expuesto constantemente en medios de comunicación. Se centró especialmente en John Oliver, que le metió mucha caña en uno de sus recientes programas en los que durante media hora se dedicó a buscar —como dice Handmer— la «risa fácil» sin ofrecer una visión más realista de lo que estaba pasando en cada caso.

Lo hizo por todo tipo de razones, por ejemplo con lo de tener que mandar a revisión dos millones de coches por posibles problemas de seguridad, pero resulta que al menos él tomó esa decisión. Daihatsu, subsidiaria de Toyota, falsificó los certificados de seguridad de sus coches durante tres décadas, y Volkswagen ha pagado 33.000 millones de dólares por hacer trampas con las pruebas de emisiones. Son dos ejemplos de una industria similar a otras en las que hay muchas caquitas que nadie quiere que salgan a la luz.

Handmer repasa un montón de bromas fáciles que Oliver —que es gracioso, hay que admitirlo, pero no cuenta toda la verdad— y pone los puntos sobre las íes, y aunque el texto parece convertir a Elon en un santo varón —cosa que no es—, refleja cómo mucha gente critica sin saber. Yo mismo lo hago a veces, y al menos este chico trata de dejar claro que muchas de las cosas de las que se le acusan son discutibles. Otras lo son menos, claro —lo de la teórica pelea con Mark Zuckerberg fue una de sus fantochadas—, y seguro que en los comentarios me podéis indicar mil más, como cuando habla de criptos (en su beneficio, y aún así la gente no parece enterarse) o cuando promete cosas que nunca cumple, que pasa con cierta frecuencia (¿hola, Tesla autónomo?). No siempre acierta y desde luego es imposible estar de acuerdo con él en todo, pero insisto: sus luces superan con mucho a sus sombras. Pero con mucho, mucho.

Tenemos suerte, creo. Hay gente a la que le hubiera gustado vivir siendo contemporánea de Leonardo da Vinci o de Sir Isaac Newton o de Einstein. Yo creo que esto es mucho mejor: a menos que vivieras pegado a ellos, probablemente no te enterarías de (y mucho menos entenderías) nada de lo que hacían. Pero con Musk tenemos algo mejor, chicos, porque ninguno de ellos probablemente sería tan divertido como Musk, que nos da titulares prácticamente cada día. Es glorioso, de hecho, porque está expuesto como jamás lo ha estado nadie. La caña que le deben meter por todos lados es colosal, y él sigue ahí como si nada, tuiteando hasta el infinito y más allá. Y eso lo hace en el baño, ojo. El resto del tiempo se dedica a cambiar el mundo más que ninguna otra persona de este planeta. O a intentarlo.

Es (una vez más y he repetido este adjetivo mucho, lo siento) alucinante, y tenemos la suerte de vivirlo. Es probablemente mejor que haber vivido la época de los citados genios, que ojo, seguramente también tendrían sus cositas. Isaacson, por cierto, escribió una biografía de da Vinci. Yo me la empecé, pero me aburrió tanto que la dejé. ¿Pero la de Elon? Esa me la leí de cabo a rabo.

Elon Musk va a ser probablemente eterno. O casi.

Imagen | Ajaxsandberg con Midjourney

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15 comentarios en “Elon Musk ante la eternidad

  1. Federico Bustamante dice:

    Encantado con tu artículo y completamente de acuerdo.

    Todos los genios tienen algo de locos y de excéntricos, y por supuesto, piensan de manera diferente.

    Muchas gracias por escribir.

  2. Pepa Valle dice:

    Que interesante y cuantas ventanas me ha abierto tu artículo! Este genio y como tal incomprendido, es fascinante. Me apasiona todo lo que hace y lo que dice. Javi gracias por escribir y compartirlo con nosotros.

  3. Land-of-Mordor dice:

    «…Elon Musk va a ser probablemente eterno. O casi…»

    Como saquen la tecnología que sale en la serie «Altered Carbon» tendremos Elon para toda la eternidad, literalmente XD

    En fin, un chico con ideas y posibilidades para realizarlas que en vez de quedarse en «ya soy millonario, voy a ver cómo me mantengo ahí y a vivir de lujo» se ha dedicado a intentar sacar adelante todas esas ideas geniales que le rondaban la cabeza en su adolescencia. Ahí está la parte positiva. La negativa es creer que para el resto del mundo esos proyectos son tan importantes como para dedicar su vida a ellos. El «resto» queremos vivir la vida, no cambiar el mundo.

      • Land-of-Mordor dice:

        El apasionamiento, lindando la obsesión, de una persona con un proyecto o un asunto es algo positivo. El creer que todo el que tenga que participar en ese proyecto tiene que estar implicado al mismo nivel y vivir literalmente para su culminación no lo es. No puedes exigir el mismo nivel de implicación y dedicación a las personas que te van a permitir llevar a cabo tu «sueño». En todo caso debes modular esa necesidad de implicación teniendo en cuenta el «rango» y responsabilidad de cada persona dentro del proyecto. Y es ahí donde creo que Elon suele derrapar y salirse de pista.

      • Perdona, leí mal Land. Como dices, una cosa es que tú estés obsesionado, otra distinta que arrastres a los demás si ellos quieren también vivir su vida. No son ellos los que pasarán a la historia (si es que alguien pasa).

  4. nadie dice:

    Comparar Elon Musk con Isaac Newton o Leonardo da Vinci demuestra lo idolatrado que se puede tener a alguien que no sabe hacer, ni ha hecho, nada en su vida; aparte de haber nacido en una familia rica y tener mucho dinero para gastar. El caso de Twitter es paradigmático: todo el mundo pensaba que tenía un plan maestro y lo que ocurrió es que el sujeto se vio obligado a comprar una compañía que no tenía intenciones de comprar; por bocachancla, sí. Después no ha hecho si no confirmarlo, dando palos de ciego, metiendo la pata un día sí y otro también.

    Elon Musk no ha inventado los cohetes, ni los coches eléctricos que vente Tesla, de igual modo que Steve Jobs (ni Bill Gates) inventaron Internet, como mucha gente parece creer. Elon Musk explota a sus trabajadores y se apropia de su talento, y lo hace tan bien que la mayoría de la gente le cree un genio. En realidad la gente no le admira a él; admira su riqueza, su poder, su estilo de vida… Un Leonardo da Vinci, sí. Isaac Newton. ¡Einstein! Jajajaja

    Lo que es verdaderamente admirable es el talento de los ingenieros que trabajan para él: gente anónima, brillante; trabajadores anónimos con mucho talento y capacidad de trabajo. Es siempre la misma historia: ponemos en un pedestal a Steve Jobs, un individuo de dudosa moralidad, y dejamos en un segundo plano al verdadero genio, que es Steve Wozniak.

  5. Ocelan dice:

    Había leído la biografía de Jobs y por cómo lo cuentas, también me tendré que leer esta biografía. No quería meter más libros a mi ya recargada lista, pero bueno, una más no mata a nadie.

    La diferencia es que ahora puedo comprar libros y antes tenía un «amigo» que era fan de Jack Sparrow y pues pirateaba todo.