Hace poco tomaba algo con unos amigos y se me ocurrió enseñárles ChatGPT en funcionamiento. No son nada friquis, así que ni habían oído hablar del tema. Imaginad cuando uno, que trabaja en la casa Mercedes, le preguntó que qué era especial en los motores AMG y vio la respuesta.
Flipó, porque salvo por la característica clave («one man, one engine«), todo lo demás lo clavó. Lo hizo como lo hace ChatGPT: como si hablaras con el que inventó los motores AMG y como si además el que los inventó pudiera explicarlo todo breve y claramente.
La magia de este motor de IA es tal que hay ya quien está cogiendo posiciones para aprovechar su potencial. De hecho el protagonista aquí es Microsoft, que ya invirtió 1.000 millones de dólares en OpenAI en 2019 —buena apuesta, pardiez— y que ahora, dicen, quiere invertir otros 10.000. El rumor parece tener todo el sentido si tenemos en cuenta que el gigante del software mundial ya está preparando su integración con Bing y con aplicaciones de su suite ofimática.
Yo sigo chateando con ChatGPT de cuando en cuando, y aunque con el tiempo me va dando la sensación de que el motor en muchas ocasiones tiene, sobre todo, mucha labia —sin respuestas demasiado concretas si el tema es complejo, pero siempre coherentes— sigo alucinando con su capacidad. Una que igual me acaba quitando el trabajo.
Eso es lo que de hecho comentaba esta tarde en el programa de Luis Herrero (allí, a partir del minuto 24:30), que se había quedado igualmente fascinado con ChatGPT tras probarlo hace unas semanas. La entrevista con mi participación está recortadita en este audio de aquí, por si queréis oírlo:
Diría que este 2023 nos va a traer mucho movimiento en este sentido. No siempre bueno, ojo, porque estamos viendo aplicaciones benévolas de ChatGPT, pero también los malos están aprovechando estos avances en su propio beneficio.
Pero con Microsoft invirtiendo ese dineral la cosa promete. De hecho, los rumores sobre GPT-4 nos hablan de un motor que irá mucho más allá. «La disrupción está llegando», afirmaba Robert Scoble, un conocido periodista al que igual no hay que fiarse si tenemos en cuenta que fue aquel —ese tema de Antonio Ortiz fue estupendo— de la foto de las Google Glass en la bañera.
Yo creo que sí pinta esto a disruptivo, y lo que me extraña aquí es que aparentemente Apple parezca estar un poco fuera de juego. Atentos, porque Google —que le ha visto las orejas al lobo— seguramente tenga algo a la vista, así que salvo sopresa tendremos a Microsoft y a ella luchando por ganar esa particular e importante guerra.
Una bastante más relevante a priori que esa otra de la que tanto se ha hablado estos últimos meses. Una de la que probablemente ahora se rían los chicos de Redmond y los de Mountain View diciendo algo tipo:
—¿Cómo era eso que iba a revolucionar el mundo?¿Meta-qué?
Pues eso.
A mi me tiene muy muy interesado esto. Pronto podré preparar la oposición pero con resumenes ya hechos.
Llegará un momento en el que pondrán marcas tipo las de las imroesoras, para poder diferenciar texto generado del no generado, verás.
Diferenciar qué está creado por IA y qué no va a ser todo un problema, diría yo. Quizás aquí debería empezar a pensarse en algún tipo de regulación.
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