Mi primer correo electrónico debió ser escrito a finales de 1991 o quizás principios de 1992. Los usuarios de la Facultad de Informática de la UPM éramos unos verdaderos privilegiados por tener acceso a una internet que aún era desconocida para el común de los mortales. A todos se nos asignaba una cuenta de correo con nuestro número de matrícula -en mi caso, a9103535@zipi.fi.upm.es- con la que podíamos escribir y enviar mensajes.
¿A quién? Esa, claro, era una buena pregunta: prácticamente nadie tenía dirección de correo electrónico, así que que yo recuerde las comunicaciones eran básicamente para temas de prácticas y pequeños correos con los compañeros. Aquello molaba, pero no creo que ninguno de nosotros pudiera comprender la dimensión que alcanzaría la dirección de correo electrónico.
Aquel invento pronto se convertiría en algo que te situaba en la élite tecnológica. Tener dirección de correo electrónico molaba por la sencilla razón de que no había mucha gente que tuviera acceso a este medio de comunicación. Lograr una se convirtió en algo que incluso aquellos primeros proveedores de internet usaron como cebo. “¡¡Te damos 5 cuentas de e-mail!!“, rezaban aquellos anuncios de quienes ofrecían conexión. Luego la cosa se popularizaría, por supuesto. AOL y Hotmail se convirtieron en los primeros grandes imperios de un servicio que más tarde acabaría siendo revolucionado por un asombroso Gmail. El resto, como suele decirse, es historia.
En todos esos años no he dejado de considerar el correo electrónico como algo insustituible para mí. No es para todo ni para todos, pueden pasar cosas infernales, y como cualquier medio de comunicación tiene su propio lenguaje. Pero lo que me sorprende es cómo una y otra vez aparecen iluminados que tratan de reemplazar al correo electrónico con algo que haga las cosas mejor y distintas para ese iluminado. Mucha gente ha querido cargarse al correo electrónico o al menos de transformarlo en algo distinto -la propia Google ya lleva no uno, sino dos intentos– pero este siempre ha vuelto por sus fueros, y lo ha hecho por la sencilla razón de que sigue siendo un sistema de comunicación fantástico para muchos escenarios.
Seguro que has leído y escrito miles de correos electrónicos en toda tu vida, y te aseguro que leerás y escribiras muchos miles más. Lo harás porque el correo electrónico seguirá siendo tan válido hoy como lo era cuando se creó hace más de 40 años. Lo harás porque necesitarás decirle algo importante a alguien y sabrás que podrás hacerlo de muchas otras formas, pero habrá una en la que siempre podrás confiar. Porque las modas chorras pasan y lo que funciona permanece. Porque podrás no tener ya una cuenta en Hotmail, en Yahoo! o quién sabe si tampoco en Gmail -por cierto, buen detalle de sus responsables-. Porque frente a las revoluciones que planteaban y plantean los servicios de mensajería instantánea o servicios como Slack y demás zarandajas, el correo electrónico mantendrá siempre su validez y la ventaja de ser ese viejo conocido al que siempre podemos recurrir.
Gran parte de este particular milagro tecnológico se lo debemos a Ray Tomlinson, del que hoy se ha sabido que murió este fin de semana a los 74 años de edad. Él mismo contaba hace años cómo se le ocurrió aquella prodigiosa idea, y desde entonces han aparecido incontables artículos que tratan de narrar esa misma historia desde distintas perspectivas. Si queréis leer alguna, en Wired hicieron un buen artículo hace varios años.
Esa es una buena forma de entender aquellos orígenes, pero lo importante es que pase lo que pase -y pese a quien pese- siempre nos quedará el correo electrónico. Y si hay un culpable de todo eso, ese es este genial ingeniero que cambió nuestro mundo para siempre. Y por si alguno aún no entiende la dimensión de aquella creación, atentos: este fue el único sistema que logró reemplazar de forma definitiva a un medio de comunicación que llevaba siglos entre nosotros: el correo postal. Ahí es nada, chavales. Ahí es nada.
Gracias, señor Tomlinson. D.E.P.
En este artículo no he parado de leer los enlaces (internos y externos). Me ha llevado un buen rato completarlo entre tanta dispersión.
¿Te puedo dar una idea de post (que no te gustará gran cosa)?
Me encantaría, de tu autoría claro, un listicle del tipo:
«Los 12 servicios online de los que todo el mundo habla explicados para despistados»
Por ejemplo, no paro de oír sobre Slack, pero cada vez que lo miro (por encima) me voy sin saber realmente si es algo útil de verdad (que parece que sí, dado el furor que causa) porque no acabo de entender qué me aporta.
Lo mismo me sucedió con Trello, salvo que lo cacé al principio, lo entendí y se ha convertido en mi herramienta online más usada, sólo después de Gmail.
Otros ejemplos son Dropbox (que uso), Basecamp, FourSquare (que tengo entendido que ha muerto antes de que supiera bien para qué sirve), Zapier (que creo que me vendría genial, pero que al final nunca indago lo suficiente), OneNote, Asana, Evernote, etc.
Te he puesto ejemplos, pero tú estas mucho más en la onda y a la última que yo, y que la mayoría de nosotros.
Así que una lista de inventos de internet famosos, o no tan famosos, con una explicación breve (pero clara, por favor) de en qué consisten y para qué sirven y si, según tu opinión, aportan realmente algo útil, innovador o diferenciador, sería de gran ayuda.
Aunque paso buena parte de mi vida online, tengo la eterna sensación de estar perdiéndome el grueso de lo que se cuece y que es importante.
Cheers!
Me uno a la petición de Uxío. La jungla de aplicaciones para productividad es tremenda, y lo cierto es que yo no acabo de encontrar una que me satisfaga del todo como calendario, cuaderno de notas, y todas esas cosas
Un saludo
No es que yo sea un gurú de la productividad -ni mucho menos- así que no sé si serviría de algo pero lo dicho, apuntado para el futuro 🙂
Algunos (como Zapier) ni los conocía así que imagina 😉 Gracias por la idea, la apunto pero no sé si cuajaría, quizás más como una explicación de lo que hace cada cosa lo afrontaría como una reflexión sobre si tienen o no sentido para mí. Por ahí igual puedo tirar. ¡Ya veremos!
Tú no conoces Zapier, pero yo no conozco muchas más que tú; especialmente de esas de las que se habla en el MWC y similares a los que yo no asisto.
Y sí, lo de si tienen sentido para ti, gracias a tu visión de conjunto, es muy valioso.
Mi primer email fue pakillo@geocities.com.
Me lo regaló mi amigo Enrique Caravantes, junto con una web que era algo así como http://www.geocities.com/coloseum/stadium/5243…
Clasicazo, desde luego.
La gran ventaja del correo es que es ajeno a marcas, empresas y servicios. Puede morir Google, Yahoo, Microsft y Apple, pero el mail va a seguir funcionando como siempre; es un estándar, no un servicio. Si WhatsApp muere, por ejemplo, todo el mundo tiene que ir a otro sitio y empezar a construir comunidad de cero: el correo es como una llamada, siempre funcionará.
Bueno, si todas esas empresas mueren, también hay que empezar a hacer comunidad de cero, porque perderías los mails que tengas en sus dominios. Asi que, registrar nuevo mail = pasar la voz a todos tus contactos (que también perderían su mail).
No si usas un cliente de correo tradicional que descargue el correo para que lo tengas siempre en local y sin conexión, pero esa no suele ser ya la norma. Pero sí, es una posibilidad, claro.
Hombre, pero ya sería mala suerte que cerraran todas esas empresas de golpe. Si cierra alguna, sus usuarios se trasladan a otro servicio, el grueso de los usuarios seguirán por ahí. De hecho, si una de esas empresas cierra, será porque ya tiene pocos usuarios que ya habrán ido migrando a otros servicios de correo progresivamente.
Cierto, cierto. La mayoría de las empresas que tratan de dar una alternativa al email lo hacen con servicios y estándares propietarios, así que el peligro evidente es que desaparecida la empresa, desaparece ese estándar cerrado. Chungo.