Genial el artículo ‘The End of the Throwaway Appliance‘ de ayer en Wired en el que el autor cuenta cómo se le estropeó el lavavajillas y la situación que se le planteó en ese momento. Tras una breve investigación detectó que el problema estaba en el panel de control (aunque también podía ser de su la placa de control), así que las opciones que se le presentaban eran las siguientes:
- Comprar un nuevo panel de control (100 dólares) y colocarlo. Si el problema no era de aquí, tendría que devolver ese componente y volver a intentar con la otra opción. Demasiado tiempo (y dinero) perdido.
- Llamar al técnico de turno para que la repare, lo que costaría desplazamiento y mano de obra para presupuesto, y solución del problema. Fácilmente 200 dólares.
- Comprar un nuevo lavavajillas por 300 dólares.
Con esas tres opciones parece claro el éxito de esa condena que vivimos con la obsolescencia programada. Todos los fabricantes sin excepción -nombradme uno que no- fabrican productos que tienen fecha de caducidad -algunos más lejanas que otros-. Y eso hace que esos dispositivos de usar y tirar se hayan convertido en la opción perfecta para no tener que invertir tiempo y dinero en reparaciones.
Pero puede que esa era toque a su fin, porque como comenta el autor, hay opciones cada vez más prometedoras para tratar de recuperar el control sobre nuestros dispositivos y hacer que esas reparaciones caseras estén a nuestro alcance. YouTube, proyectos como Arduino y las prometedoras -aún verdes- impresoras 3D se postulan como soluciones a esos problemas.
Eso me hace preguntarme qué pasaría si apareciera una empresa que fabricara dispositivos para toda la vida, o que al menos ofreciese -si se estropeasen, que no deberían- opciones de reparación mucho más asequibles a día de hoy. Esa empresa, creo yo, se forraría. Pero como eso parece improbable en este mundo en el que mirar al futuro de forma cortoplacista (ingresos ya) es la norma, tendremos que aguantar un poco más la respiración.
Hace no mucho se me planteo el mismo dilema a la hora de comprar una lavadora de carga vertical. Después de comprobar que las pocas marcas disponibles en este segmento pertenecían a solo 4 ó 5 conglomerados fabriles distintos (las fusiones y la crsisis han conseguido que marcas como AEG hayan caído presa del gigante sueco Electrolux -aunque los comerciales te la sigan intentado colar como marca alemana de calidad, ya no es cierto – o que Otsein aún te la sigan intentando vender como la prestigiosa marca vasca cuando ya no lo es desde hace mucho tiempo y ahora son fabricados por la italiana Candy), la elección quedaba entre una lavadora «decente» del grupo BSH (Balay, Bosch, Siemens) o entre una «de calidad para toda la vida» de Miele. La Miele es una lavadora que te puede durar 25 años y la Balay unos 10-12 por experiencia propia, pero es que el quiz de la cuestión es que la Miele cuesta el doble que la Siemens, y la Siemens es la misma que la Balay orientada a un segmento del mercado distinto, y en ese caso ya hablamos de 2.4x el precio. Entonces, aunque no soy partidario de la obsolescencia programada, tengo que plantearme que puede que sea mejor comprar dos lavadoras en 25 años y aprovecharme de la innovación tecnológica en el cambio que invertir en una «para toda la vida» por el mismo precio.
Conclusión, que si una marca de calidad demostrada costará un 20-30% sería una alternativa para mi, pero tratándose de más del doble no seria una inversión lógica.
Y viendo la evolución del mercado, mucho me temo que marcas como Miele acabarán desapareciendo, o asimiladas dentro de un gigante como el caso de AEG al que solo le interesa el prestigio que esta marca arrastra para los que no se molestan en indagar el mercado o no tienen la suerte de encontrar la aguja en el pajar, un «comercial honesto conocedor del producto que vende». Y visto lo visto, también es más que posible que los nuevos referentes en calidad sean las marcas asiáticas, en concreto las norcoreanas y, atención sorpresa, las chinas.
Saludos.
Pues lo siento mucho, ese artículo no tiene absolutamente nada que ver con obsolescencia programad, una de esas cosas que se suelta cuando pasa absolutamente cualquier cosa con un producto.
Por cierto, deberías ser tú el que dieras sólo una prueba de esa obsolescencia programada que está en TODOS los productos, según tú.
Un producto que no está pensado bajo el paragüas de la obsolescencia programada es la Thermomix. Todavía encuentras recambios de la TM21 y también la reparan si se te estropea.
Si se forraria, lo haría cualquier empresa. No lo hacen porque hacer un producto que dure toda la vida significa que nadie va a volver a comprar de nuevo, y eso no le sirve a nadie.
Bueno, quizás haya segmentos de mercado en los que eso no tenga tanto sentido, pero la idea no es que la gente no se compre nunca cosas nuevas, sino que se las compre solo cuando haya ventajas claras (por ejemplo técnicas/tecnológicas). Eso en sí es un problema, claro, porque si tengo una tele 1080p que sé que me va a durar toda la vida, ¿qué pasará cuando lleguen las teles 4K para toda la vida del mismo fabricante? Si me compensa volveré a invertir, pero claro, esos desembolsos serán más grandes que con dispositivos baratos… Ahí es donde debería entrar nuestro criterio sobre si vale la pena ir a algo duradero o no. Y el ejemplo de las teles, que evolucionan bastante rápido últimamente, no es precisamente el mejor. Pero ¿un lavavajillas? Eso sería otra cosa, creo yo…
El monitor Eizo de 17″ con panel IPS desde el que escribo estas palabras costó 600€, por aquel entonces ya había otros con panel TN mucho más baratos (alrededor de 350€)… y todos ellos propiedad de conocidos están en la basura.
En cambio, este Eizo sigue como el primer día, no ha perdido brillo, no tiene pixels muertos, sigue mostrando a excel y contaplus en toda su gloria (ja,je,ji,jo,ju) y no muestra indicios de dejar de hacerlo.
El tablet de plasticurri marca Nisupu que mi amigo compró para su hijo (9 años) por 250€ hace seis meses, pasa el tiempo en un cajón porque según sus palabras «es difícil de usar, es lento, te pierdes por los menús para cambiar algo, -pierde- las fotos…», el iPad 2 que compré en 2011 y que he usado unas 4 horas a diario… sigue vivito y coleando, fácil de usar, apps buenas y bonitas, y ahora permite a mi padre ver el futbol de C+ y Golt TV cuando está fuera de casa.
Lo he reemplazado por un iPad Air 64 gb + cell, de segunda mano, impoluto, que funciona de maravilla y espero que sea tan fiel como su predecesor.
La calidad tiene precio, es cuestión de saber valorarla.
Muy buen artículo, como siempre. Concluyes que una empresa que fabricara sin obsolescencia programada se forraría, discrepo, una por los costes, supongo que aumentarían al tener que garantizar un producto de por vida y otra porque la competencia en su segmento no les dejaría levantar cabeza.
Como ejemplo está http://www.oepelectrics.net/ que garantizan sus LED de por vida y que pueden ser reparables y no veo que lo peten en ventas.
Bueno, ahí quizás he sido un poco exagerado, como dices hay ejemplos que demuestran que ese modelo de negocio no es rentable, y ahí tenemos la demostración de que la gente suele pensar solo a corto plazo: como es más barato, me compro esto aunque lo otro -que es bastante más caro- probablemente sea mejor y dure mucho más. «Ya me ocuparé de comprar otro barato cuando este barato se me acabe» Mala política :/ Gracias por el apunte, jcrbr0
Sin duda esa empresa que comentas se forarría infinito. Y a los ejemplos que expones, yo añadiría proyectos de dispositivos modulares, que en gran medida pueden ir también hacia un escenario como el que describes.