Ayer. Miniresort burgués. 18.00 horas. Tras nadar un ratito me tumbé en la toalla a ver cómo Nadalcaraz ganaba a los holandeses y ponía otra pica en Flandes. En estas oigo a un tipo hablando un poco alto. Me giro esperando ver al tipo hablando con otra persona delante, pero no. Estaba hablando por teléfono a través de sus auriculares, pero toda la piscina se estaba enterando porque hay gente a la no solo le gusta oirse, sino que le oigan.
Era un poco ridículo, pero a estas alturas uno ya no se sorprende por eso. Aquí pequeño inciso: ¿por qué la gente habla por teléfono en modo altavoz y cogiendo el teléfono como si fuera a darle un lametón? ¿Quizás es porque son generosos y quieren que el resto del mundo podamos escuchar no solo lo que dicen ellos, sino también sus interlocutores?
No sé. Igual me hago mayor, pero esta es una de esas cosas que me hacen pensar que la raza humana se va a pique. No llega a ser como lo del gilipolling —poner música en el móvil a todo volumen en sitios públicos—, pero se acerca. Lo dicho. Me estoy haciendo mayor.
El caso es que hoy he escrito sobre un cacharrito que precisamente me ha recordado a la situación de ayer. Se llama Friend, y es un pequeño colgante con una serie de micrófonos y un chip que recogen todo lo que dices, lo procesan y lo usan para conversar contigo gracias a a la versión actual del chatbot de Anthropic, Claude 3.5.
Aquí hay un par de reflexiones. La primera, que probablemente estemos ante la tercera y (de momento) última moto de los vendemotos de hardware con IA. La primera fue el Humane AI Pin, la segunda el Rabbit R1 y la tercera, este Friend. Los dos primeros demostraron ser dos malos productos que lo prometían todo y luego no daban casi nada. Este tercero no llegará al mercado hasta principios de 2025 (si llega), pero todo huele un poco a tufo. Sobre todo por el creador del dispositivo, Avi Schiffmann, que con 21 años ha recaudado 2,5 millones de dólares para el proyecto y se ha gastado 1,8 millones (o eso dice, me da a mí que alguno igual se ha quedado en su bolsillo en el camino) en comprar el dominio friend.com. Un crack. Y no lo digo yo: este fantástico reportaje de 2022 de mi compañera Jody Serrano —entonces en Gizmodo— lo dejó bastante claro: este chico hace las cosas de forma un tanto sospechosas.
La segunda reflexión es más relevante a medio y largo plazo. No veo especialmente probable que Friend haga lo que dice hacer, pero da igual, porque lo que tengo bastante claro es algo que poco a poco vamos a tener que ir acostumbrándonos a algo:
A que la gente hable sola.
Y me refiero literalmente a eso. Espero que no pase mucho, pero parece inevitable pensar que para mucha gente su mejor amigo será una IA. Puede que incluso estos chatbots acaben siendo no ya nuestros mejores amigos, sino nuestros compañeros de vida. Es algo insólito, pero la plataforma Replika está demostrando que eso es así: la gente se está enamorando de las máquinas con las que hablan. Enamorando, repito.
Y todo esto gracias a unos chatbots que no paran de evolucionar y que funcionan medio mal si queremos una receta de pizza, pero que lo hacen muy bien cuando se trata de hacernos compañía. Si no habéis probado a contarle algún problema personal (real o ficticio) a ChatGPT, Gemini o Claude, os recomiendo que lo hagáis. Estos chatbots son a día de hoy alternativas bastante factibles al cuñao, la peluquera o el camarero de turno. Puede que acabes prefiriendo a las IAs, de hecho, porque apoyan, consuelan y animan, y teóricamente lo hacen cada vez mejor.
Así que sí. Puede que ese futuro lleno de ñafotas del que llevo tiempo hablando vaya más allá de la realidad aumentada y se convierta en un mundo de ñafotas con gafas con un chatbot integrado. Uno que te podrá recomendar poner pegamento en las pizzas, sí, pero que sobre todo te hará compañía. Y entonces dejaremos de llamar a ese amigo o ese familiar porque estamos hartos de que nos decepcione y de sentir que hacemos nosotros más que él, y nos pondremos las gafas, o los auriculares, o un colgante, y empezaremos a hablar solos.
¿Por qué? Porque una cosa es (casi) segura.
La IA no nos decepcionará. Y eso la convertirá en un amigo o una pareja fantástica.
Qué miedito.
Imagen | Lee Scott