De pequeño tenía un amigo que nos alucinaba con su sabiduría automovilística. Bastaba con que el tío viera un poco la silueta del coche desde cualquier ángulo para saber qué modelo era con exactitud.
Era como nuestra Wikipedia de la automoción. A mí me gustaban los coches, pero nunca fui ni he sido un apasionado. La cosa tiene su aquel porque, como comenté en ‘Trabajismo‘, mi padre dedicó toda su vida profesional a una única empresa: Peugeot.
Eso significa que en casa pudimos probar unos cuantos coches, y sobre todo en los últimos años, cuando mi padre era bastante shérif de todo aquello, hubo modelos especialmente chulos. El que más recuerdo, sin ninguna duda, fue aquel Peugeot 405 Mi 16 rojo que nos parecía espectacular. Por aquella época íbamos bastante a esquiar a Sierra Nevada con unos amigos, y mi padre le metía mucha (pero mucha) candela a aquel bólido. Pero claro, podía hacerlo. Era sin duda el mejor conductor del mundo por aquella época, O así lo sentía yo.
Pero como digo, yo era un poco pasota en ese tema. Había coches que me gustaban, pero no era un flipao. Me hacían mucho tilín los coches compactitos y con estilo coupé. Recuerdo el Ford Puma del anuncio de Steve McQueen —por cierto, hecho con efectos especiales y muy currado, pasaría por uno hecho hoy sin problemas—, y también recuerdo con especial cariño tanto el Opel Tigra como el Audi TT —acaban de darle matarile— que luego me llevó a admirar el espectacular Audi R8.
Que mi padre trabajara en Peugeot, eso sí, tenía una ventaja: facilitó (y abarató) que comprara mi primer y único coche. Un 307 CC que sigo teniendo aunque uso muy, muy poquito. El batmóvil, como yo lo llamo a menudo, quedó desplazado porque la familia mandaba: es un coche estupendo para una pareja, pero terrible —consumo, plazas traseras, maletero— para el pack Harry & Sally. Pero ahí está, dando guerra todavía cuando lo necesito.
Que pase un poco del tema no significa que no me sigan gustando mucho algunos coches. El BMW X6 por ejemplo siempre me impresionó, y desde hace tiempo quienes me leéis sabéis que cuando sea mayor quiero comprarme un Tesla. No creo que acabe cayendo la breva, pero una cosa es segura:
Dudo que jamás compre un Cybertruck.
No ya por el tema económico, claro. No podría aunque quisiera —100.000 dólares son mucha tela—, pero es que además estéticamente el coche me parece un horror. Aquí, pequeña reflexión: ¿por qué nos importa tanto el aspecto de nuestro coche, si nosotros solo lo vemos desde dentro? Es curioso, pero supongo que es lo mismo que ocurre cuando nos arreglamos más o menos: al final (casi) todos somos unos presumidos, y si vamos cucos nos gusta que la gente mire y nos reafirme en lo cucos que vamos.
El caso es que el Cybertruck me pareció, insisto, horrible. Me lo pareció cuando lo presentaron, y me lo sigue pareciendo ahora. Las decisiones estéticas me parecen, como poco, discutibles: es un coche poligonal que parece sacado de los primeros juegos de Tomb Raider y que tiene detalles terribles, como el de la forma de abrir las puertas. MKBHD hablaba de ello en su largo videoanálisis del coche, y aunque me tragué todo ese vídeo casi sin omitir fragmentos, aquí MKBHD no me pareció tan bueno.
Pero claro, lo suyo es la tecnología, no tanto los coches. Por eso este fin de semana, mirando Twitter, me acabé encontrando la que creo es la review definitiva del Cybertruck. La hizo Jason Cammisa para Hagerty, y tanto la producción como el desarrollo —con explicaciones claras y con referencias comparativas perfectas— fue excepcional. Un vídeo impecable:
Al termina el vídeo saqué dos conclusiones. La primera, que el vídeo no cambió mi percepción primaria del coche: seguía pareciéndome horrible a nivel estético.
La segunda, no obstante, era más interesante: me di cuenta de que una vez más Elon Musk había logrado desafiar el statu quo de la industria. Lo hizo primero con PayPal, luego con Tesla, luego con SpaceX, y ahora lo está intentando de nuevo con el Cybertruck, un coche que ataca un formato clásico en EEUU —las pickups o camionetas— y lo hace con una perspectiva radicalmente opuesta. Inimaginable e incluso ridiculizable por parte del resto del mundo. Que es lo que precisamente hizo el mundo con Tesla —»¿Coches eléctricos? ¿Quién quiere coches eléctricos?— o con SpaceX —»niños, dejad a los mayores la exploración espacial», que dirían probablemente en la NASA al principio—.
En el vídeo se demuestra esa aproximación radical no solo al formato, sino también a algunas ideas bastante alocadas como la de cómo funciona el volante. Y luego, por supuesto, está el hecho de que este coche es una absoluta exageración —pero los hay aún más exagerados, como el Hummer EV— que quizás también tiene algo de petulancia y de prepotencia. Pero claro, igual eso no está mal si lo que quieres es crear algo distinto.
Lo curioso es que todo el mundo criticaba su estética, pero todos los análisis que he visto o he leído parecen ser positivas. Es probable que sea un poco cosa del efecto wow que provoca el coche, y también es probable que acaben apareciendo críticas importantes una vez comencemos a verlo en acción entre los (potentados) usuarios finales.
Y sin embargo, una cosa es clara: el Cybertruck es diferente.
Eso mola, y lograrlo tiene mucho mérito. Bien por Elon y sus ideas locas… a veces.
Y ahora, majo, a ver si dejas de hacer el cabra con Twitter.
Como también me gustan los coches, voy a comentar. Yo no estoy tan seguro si me resulta horrible, feo si, pero también tiene su cierto atractivo, sobre todo por romper con la linea clásica, lo ya visto. Eso si me resulta atractivo.
Ahora, por lo que no paso es por el tema de los interiores tan simples. Me gustan simples, pero Tesla se pasa de la raya al quitar por ejemplo las palancas del volante, que son tan prácticas. Y eso de sustituir todos los mandos por opciones en la pantalla tampoco me gusta.
Claro que tampoco soy yo cliente para Tesla, a no ser que saque algo por menos de 25.000€, y si fuera así, tendría que pensarlo mucho, porque como dije antes, hay cosas en Tesla que me disgustan mucho, lo suficiente como para no comprarlos.