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Cultos modernos

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Esta mañana me encontraba gracias a un tuit de Steven Sinofsky con un artículo estupendo titulado ‘El terrorífico culto del buen gusto‘. La autora, llamada Farrah Storr —tiene página en la Wikipedia— cuenta en ese post una historia curiosa.

La de su visita a noma.

Para los que no lo conozcan, noma es uno de los restaurantes más famosos del mundo. Ha sido proclamado como el mejor en todo el planeta en cinco ocasiones distintas, y es uno de los referentes a la hora de transformar la cocina para convertirla en una experiencia o, como decía mi compañero Javi Jiménez (@dronte), un laboratorio. Él lo dice por otra cosa —leed el tema, que está genial—, pero yo tengo mi propia visión al respecto.

Sigamos. Storr contaba cómo tras años intentándolo, al fin había conseguido hacer una reserva en el restaurante danés. Allí se fue con su marido, felices los dos, para disfrutar de una experiencia que les costó 1.200 euros. Pero oye, es el noma. Una vez en la vida, ya se sabe.

O no, porque para ella la aventura fue, por lo que dice, lamentable. Para empezar, los camareros, casi robóticos y desagradables. Para seguir, chefs gritando YES al unísono cada vez que un plato salía de cocina: «Era gracioso al principio. Tras una hora comiendo, la sensación era de una tortura aural». Y para terminar, una selección de platos discutible: «en las siguientes tres horas nos sentamos frente a un total de 15 platos distintos, 12 de los cuales estaban fríos. Y casi todos ellos tenían sabor a vinagre». La conclusión de Storr era contundente:

Noma parece ahora más un culto al que adorar que un restaurante en el que comer.

La frase es estupenda, y creo que es aplicable a un montón de cultos modernos más. El de los restaurantes es un buen ejemplo, desde luego, y lo demuestran mis experiencias en Le Cocó, BumpGreen y en StreeXo. Todas ellas dejan claro que 1) soy del palo de Storr y 2) quizás debería dedicarme a las críticas culinarias porque las hago bastante graciosas (al menos eso me parece releyéndolas ahora). El caso, como decía, es que hay muchos cultos modernos por ahí, incluido por supuesto el culto a los ordenadores. Y ahí tenemos santos diversos, ya sabéis. San Ferrán o San Jobs, por ejemplo, puros ellos y sin mácula. Gurús del buen gusto en sus respectivos campos, algo importante porque oye, alguien tiene que decidir qué es el buen gusto. Y es como decía Storr:

«¿Quién decide lo que es de buen gusto hoy en día? ¿Los periodistas? ¿Los inspectores de la industria? ¿O los que más gritan en Internet? No estoy del todo segura. Pero lo que sí sé es que, en algún momento, ciertas creencias se convierten en doctrina. Y las doctrinas son poderosas. Ahogan las voces singulares. Fomentan el pensamiento de grupo. Parece inútil desafiarlas, ya que desafiar algo que se ha convertido en miedo sólo sirve para subrayar cómo aparte del grupo que realmente son».

Ahí esta chica da bastante en el clavo. Lo normal es admirar y adorar todo lo que rodea a esos cultos. Yo soy poco de cultos modernos. No me van desde luego esos restaurantes-laboratorio, que como decía en mi caso lo son por cómo experimentan con el cliente, se ríen de él —estoy seguro de que tienen recopilaciones de DVDs con «los mejores momentos de nuestros clientes»— y encima les hacen pagar burradas.

Ese artículo de Farrah Storr me recordó inevitablemente a una película que vimos hace poco. Se llama ‘El menú‘, está disponible en Disney+ y cuenta con Ralph Fiennes y Anya Taylor-Joy como protagonistas. Es curioso porque el primer tercio de la película podría ser casi como la adaptación al cine del post de Storr: unos clientes llegan al mejor restaurante del mundo y el chef, que parece un perturbado —qué bien lo hace el Sr. Fiennes— va presentando cada plato con una estruendosa palmada previa.

Todo en la película es una macabra sátira de la burguesía y de esos restaurantes súper top, pero a mí la peli me acabó pareciendo un tostón porque el chef perturbado resulta que efectivamente está perturbado y pasan cosas perturbadoras y absurdas. Lástima que el guión no siguiese otro camino, pero una vez más el mensaje está ahí: el culto al postureo y el «yo estuve allí» como máxima de vida.

Lo que está claro es que esos restaurantes funcionan. O eso parece, y aquí hay que reconocer como siempre que para gustos, los colores. Yo soy más de unos huevos con chorizo, de Whopper o de unas pipas y una Mahou, pero en todos esos esos escenarios —y en los otros, que de cuando en cuando también postureo un poco— hay algo que siempre, siempre, siempre se cumple.

Lo importante es la compañía.

Pues eso.

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5 comentarios en “Cultos modernos

  1. Batlander dice:

    Pues esto, despues de que le hayan regalado otro titulo individual a Messi, viene que ni pintado xDDDDD

    En fin. Para mi estas cosas es que ya son viejas y banales. Yo vivi las Console Wars y lo que comentas es peccata minuta. La de barbaridades que he llegado a leer defendiendo una «caja de plastico». Eso era Vietnam xDDDDDD

    Y respecto al tema del precio pues bueno. Yo es que con esas cosas prefiero no meterme. Porque cada cual se gasta el dinero en lo que quiere. Yo me gasto mucho en comics e igual me viene y lo critica. No se, mejor ser prudente.

    • Claro, claro, el dinero está para eso, justo, por eso lo de para gustos los colores. Simplemente digo que a mí me parece un poco tomadura de pelo, pero efectivamente lo mismo que le puede parecer a cualquier otro que compres cómics o que yo compre yo que sé, la Steam Deck. Es solo mi opinión, no hay que hacer mucho caso.

      • Batlander dice:

        No, si no lo decia por ti en concreto. Sino por el tema en cuestion. Y es cierto que hay mucho postureo y timo por ahi. Yo he ido a algunos de este tipo y he visto cosas sobredimensionadas y otras que he considerado que lo que he pagado ha sido elevado pero que valia la pena por la experiencia.

        Pero como dices son gustos. El ejemplo que pones de que dicen YES cada vez que sale un plato mi me parece un coñazo tambien. Pero igual hay un monton de gente a la que le fascina.Yo que se xDDDD

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