Incognitosis

Despidiendo 2021

·

Lo primero que quise
fue marcharme bien lejos
en el álbum de cromos
de la resignación

pegábamos los niños
que odiaban los espejos
guantes de Rita Hayworth
calles de Nueva York.

Canta de nuevo Sabina, como el año pasado, para despedir el año. Lo hace igualmente eterno, esta vez con una historia maravillosa, muy faustiana, titulada ‘Tan joven y tan viejo«. Ponéosla, si os piace, para leer esto, como yo la he puesto para comenzar a escribirlo.

Año raro este 2021. Tumultuoso. Me despedía del 2020 esperando que las vacunas funcionasen, que arrinconásemos a la pandemia, que pudieramos darnos la mano, abrazarnos o besarnos.

Casi lo hemos conseguido. Lo de darnos la mano, abrazarnos o besarnos, digo. Lo hacemos aún con reservas. No vaya a ser que. Las vacunas están haciendo su trabajo —y todos con chip 5G de paso en el brazo, guay—, y aunque estos días estamos sufriendo los embates de omicrón, a mí me da que esto se va a quedar quedando como una gripe 2.0. Una que más o menos vamos acorralando y que aunque va a seguir dando la lata ya tenemos un poco pilotada. Esperemos que sea así.

Pero como digo —y como resumen bien en este vídeo de El País—, año tumultuoso. De filomenas gélidas y volcanes ardientes. De escasez no solo de abrazos y besos, sino también de chips y muchas otras materias primas. De atascos ridículos en el canal de Suez o asaltos al Capitolio, de olimpiadas silenciosas, de una Eurocopa que se nos escapó por poquito, pero también de logros alucinantes que nos acercan un poquito más a Marte con Perseverance y al universo con el James Webb.

En mi caso, el año ha sido también raruno. Quizás más regulinchi de lo que hubiera esperado tras un 2020 en el que el confinamiento parecía auguranos que este 2021 sería un despiporre. No lo ha sido, desde luego, pero lo más importante, estar bien —mi deseo de hace un año pasado para todos, pero sobre todo para los míos, a ver qué va a pasar— se ha cumplido. Ha habido un poco de todo, con gente que va (a más ver) y viene (o vuelve), con unas vacaciones especialmente estupendas y al menos en lo personal con la suerte de tener siempre cerquita a mi mujer (¡pipi!) y a mis enanos, que siguen siendo dos milagritos.

Eso sigue siendo lo más importante. Eso es, una vez más, lo único que le pido a 2022. Todo lo que venga de bueno después —por pedir que no quede, que sea mucho, ele— bienvenido será.

Salud para todos. Que a pesar de los años sigámonos sintiéndonos a la vez tan jóvenes y tan viejos como los Rolling Stone. Emborrachaos de vez en cuando, coñe. Que lo receta el maestro Sabina.

Así­ que, de momento,
nada de adiós muchachos,
Me duermo en los entierros
de mi generación

Cada noche me invento
todaví­a me emborracho
tan joven y tan viejo
like a rolling stone.

Feliz 2022.

Imagen | Wes Hicks

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