No uso TikTok. Me pasa algo distinto con esta red social de lo que me pasa con Instagram: mientras que esta última la veo como un escaparate de las vanidades para la mayoría de los casos —hay excepciones, ojo— a TikTok la veo como la expresión última del chute de gratificaciones instantáneas. Ahí tienes garantizado un ciclo infinito de vídeos curiosos y graciosos que en 10 o 20 segundos (que es lo que dura nuestra atención a un único tema, supongo) cuentan todo lo que tienen que contar. Que la mayoría de las veces es nada. TikTok es entretenimiento para yonquis del consumo de chorradas en pequeñas dosis.
Seguro que hay excepciones también, pero a mí esta red me parece peligrosa. Si no he instalado nunca la aplicación es precisamente por eso: porque es probable que yo también cayera en ese maravilloso éxtasis, y quienes me hablan de esto de TikTok de mi círculo de gente en cuyo criterio confío me suelen decir lo mismo. En una palabra: engancha.
Puede que un día lo pruebe, pero esta reflexión viene en realidad inspirada por otra característica definitoria de Instagram: la de la mediocridad. No lo digo yo, ojo. Dios me libre de llamar mediocres a sus usuarios. Lo dicen periodistas de SubStack y Vox que se han dado cuenta que todas esas nuevas estrellas del rutilante mundo tiktokero son bastante insulsas. Lo cuenta mi compañera Esther Miguel Trula en un tema titulado «TikTok es una fábrica de famosos mediocres: por qué el algoritmo incentiva una «normalidad» vacía«. Ele.
Aquí debo decir que es bastante normal que alguien muy bueno en algo o muy famoso por algo pueda ser un auténtico sangre horchata. Mirad a Messi. No es un tipo con el que yo me iría de fiesta, pero claro, me lo pediría para mi equipo de la liga de ayuntamiento de futbol 7 si todavía jugara en uno.
La gente famosa no tiene por qué ser súper enrollada y súper creativa a todas horas. Me iría de farra con David Broncano, pero no me apuntaría con él a un torneo de dobles de tenis (juego claramente mejor). Más ejemplos: el otro día en el Telediario de la 1 salía el premio Nobel de literatura de 2008, Jean-marie Gustave Le Clézio, ¿y sabéis qué? Que sus comentarios eran totalmente insulsos. Escribirá como los ángeles (no he leído nada de él), pero así, en vivo, parecía bastante mediocre. Lo decía una prima mía hace años: «escribo mejor que hablo». A mí me pasa igual. Y a Le Clézio, seguro, también.
Pero claro, estoy comparando a Messi, Broncano o Le Clézio con Charlie D’Amelio o con elRubius. Ese es el problema. Nuestros ídolos de antes (y los que deberían serlo ahora y normalmente no lo son) no tienen nada que ver con los que las nuevas generaciones tienen en la actualidad. Ese es el peligro. Que veneran a mediocres. A gente normalita que triunfa por ponerse a doblar diálogos con voz de Alvin y las ardillas o por hacer coreografías. Está bien divertirse con esa gente. Está mal venerarles, porque lo que hacen ellos lo puede hacer (casi) cualquiera con práctica. Lo que hacen Messi o Le Clézio (y quizás Broncano, aunque aquí mejor pongo distancia), no.
Y así estamos, queridos. En un mundo que venera la mediocridad y que tiene además infinitos canales para hacerlo. Los de Instagram, los de YouTube, los de Twitch, los de Facebook y, por supuesto, los de TikTok. No hay filtro, y como decía Esther en muchos casos quienes triunfan lo hacen fusilando a otros que crean chistes y contenidos originales pero tienen 10 seguidores en lugar de 10 millones.
La situación es bastante penosa, y lo que veo en mis niños —como ya mencioné alguna otra vez— no me da demasiadas esperanzas. El otro día mi hija de diez años me decía asombrada que una de sus mejores amigas había conseguido llegar a 1.000 seguidores en TikTok. Yo intenté explicarle que aquello era una estupidez, pero claro, teniendo en cuenta que le dejamos usar TikTok algún rato para que se entretenga (lo cierto es que la plataforma tiene su punto creativo), lo tengo bastante crudo.
Estoy luchando contra una legión de mediocres. Antes por lo menos no se les veía tanto, no tenían tantas oportunidades de triunfar (bueno, estaba Telecinco y el Sálvame). Ahora estamos rodeados de celebridades que lo son por estupideces, y nuestros niños, que es lo chungo del tema, ya no quieren ser como Nadal, Margarita del Val, Linus Torvalds, o mi venerado Pérez Reverte.
No. Ahora todos quieren ser como Charlie D’Amelio.
Mal vamos.
Aviso: Me considero también mediocre en muchas cosas, así que que nada vaya a pensarse que con esto estoy diciendo que yo sea mejor que cualquiera de esas celebridades. Igual lo pienso, pero no lo digo. 😛
No sé qué decirte. ¿Recuerdas Crónicas Marcianas y Boris Izaguirre? ¿Las Mamá Chicho de Tele5? ¿Los Reality de la Milá y “no me pongas la pierna encima”? ¿Tele tienda? ¿Las tertulias del corazón?
No ha cambiado el concepto: horas y horas de consumir sin pensar, simplemente. Que te entretengan sin ningún tipo de trabajo sutil ni detallista que te invite a pensar o a elevar tu percepción sensorial. Es lo mismo, solo que ahora hay más variedad y que ese producto lo puede hacer cualquiera, mientras que antes solo unos pocos conseguían hacerlos llegar a las masas.
Es lo que yo decía. Ahora tienen más oportunidades de triunfar (y nosotros de verlos).
Yo creo que las oportunidades ahora son incluso mejores. Antes apenas tenías en la tele dónde ver documentales interesantes, ni todo el mundo tenía una biblioteca cerca, ni películas de calidad, etc. Ahora está todo ahí, y puedes mostrarle a tus hijos alternativas. Mil formas de acercarse al Quijote, a las matemáticas, a Beethoven, a Newton…
Y seguirán queriendo tener su dosis de TikTok, o de Youtubers gamers o lo que sea. Pero la cuestión es que ahora tienes mil millones de oportunidades más de encontrar recursos buenos, accesibles, con enfoques didácticos… No sé, yo soy optimista en ese sentido. Eso sí, hace falta padres que estén dispuestos a acompañar a sus hijos a acercarse a esos contenidos, que estén dispuestos a no mostrarse también viendo todo el día solo esas redes sociales y a los que se le vea leer, preocuparse por la cultura, etc. Pero eso como en todas las épocas.
Sí, ese punto es también importante. He destacado solo lo negativo, pero ciertamente hay también una reflexión contraria y también relevante. A ver si me animo y escribo algo pronto.
Sí, con las redes sociales se amplifica, pero creo que en el pasado también pasaba, luego simplemente creces (o no), y te das cuenta, sobre todo si en casa te han dado formación, que tus ídolos pueden ser muy buenos en su campo, y unos zotes fuera de él, o al menos esa es mi esperanza.
Siempre estarán los que no ven más allá del Sálvame (o las revistas de cotilleos en el pasado), pero a medida que creces vas conociendo a más gente y fijándote en lo que vale y lo que no. Las redes sociales amplifican lo peor, pero luego esperemos que la vida real nos vaya enseñando en lo que hay que fijarse.
Eso intento al menos con mis peques. Que vayan cultivando el sentido común. Veremos cómo salen de esta.
Panem et circenses. Eso es tan viejo como el mundo. En la antigua Roma era más popular el gladiador del momento, que, por ejemplo, el médico Galeno o el poeta Catulo.
La realidad es que influye mucho los referentes sociales y familiares, el acceso a oportunidades y ambientes distintos también.
Los primeros años de la vida de Carl Sagan son un buen ejemplo. O los de Richard Feynman.
A penny for a thought… 😀
Si puedes amplía lo de los primeros años, que no me lo sé.
XD perdón, debería haberlo comentado.
Al bueno de Sagan, (que venía de una familia muy modesta) siempre le marcaron dos cosas: un regalo de su tía (una suscripción a la biblioteca local) y su primera visita al museo de Ciencias Naturales de la ciudad, cuando era muy pequeño. Teniendo en cuenta las posibilidades de la época, creo que eso le azuzó su curiosidad por el mundo lo bastante como para dedicar su vida a la ciencia 😀 quién sabe, si le hubieran dado una guitarrita a lo mejor hubiera sido otro Jimmy Hendrix (o no).
También creo que influyó mucho que en EEUU eran muy optimistas aún en todo lo que podía hacerse en el país (iban parriba a saco).
XD
Totalmente de acuerdo. Me comentaba un amigo que menos mal que la pandemia de Covid-19 nos pilló en esta época donde la gente está muy preparada con estudios superiores y demás, con muchos medicos, científicos, profesores, etc, porque si nos pillara dentro de 5 o 10 años donde toda la gente sería tiktoker, youtuber, bailarines y demás, nos ibamos a la mie*da todos.
Yo ya tengo el culo pelao que viví los 80s, pero tengo un hijo de 10 años, y miedo me dá el fúturo que les está quedando. Que Dios no pille confesados.
Pues sí.
Bueno, con sólo decirte que hay millones que quieren ser como Messi y a cada instante nace una joven promesa, pero que se queda en el camino por muchos factores y se decide por algo más común. Así lo mismo los que quieren ser youtubers, tiktokers o ya, escritores. Reconocidos me refiero. Se frustrarán y seguirán por algo más común, ser médicos, ingenieros o científicos…
El ejemplo de Messi también tiene cierto peligro, ojo, pero desde luego lo de las redes sociales es un paso más chungo. Al menos tal y como yo lo veo.
Me da la sensación de que no hay nada demasiado nuevo bajo el sol, aunque nos lo parezca.
Recuerdo cuando estaba en el instituto (más o menos rondo tu edad) casi nadie tenía intereses «intelectuales», las únicas «aficciones» de la mayoría eran el fútbol, la telebasura y poco más. Solo unos pocos nos interesábamos en leer cosas un poco más profundas (o simplemente en leer, porque casi nadie lo hacía) o en tener inquietudes artísticas (algunos que tocábamos instrumentos éramos mirados como «bichos raros»).
Yo es que creo que simplemente ciertas cosas han sido y son para minorías, y la masa tira siempre más o menos a lo mismo, a lo fácil, a lo que no le da mucho trabajo ni «quebraderos de cabeza».
Es cierto que las redes sociales lo amplifican. Pero me da la sensación de que amplifican tanto lo «bueno» como lo «malo», fíjate por ejemplo, canales de Youtube que hablan de «ciencia dura» (aunque hacíendola atractiva) tienen millones de seguidores (Quantumfracture: «2,65 MILLONES de seguidores, que se dice pronto, Date un Vlog, 1,93, y esto en medios en español). Y a veces me sorprendo viendo una conferencia sobre Física Cuántica que creo que veremos yo y tres gatos y resulta que tiene millones de visualizaciones…
Creo que no todo está perdido, afortunadamente.
Un saludo.
Buena forma de verlo, sobre todo por lo que dices de la otra visión, la positiva y que desde luego es también importante. Haré tema sobre eso Antonio, gracias por el comentario 🙂
Los seguidores de «los mediocres» son niños, como tu hija o mi hijo. Pero esos niños algún día no lo serán, y «los mediocres» ya no les aportarán nada, simplemente porque son gente sin talento, y lo que veneramos de una persona es su talento.
Quizás. Veremos.
Has puesto en palabras mucho de lo que siento y opino. Gracias. Yo leo mejor que escribo y hablo ?
Jajaj También puede ser, claro 🙂
Pingback: Ese mensaje que te alegra el día | Incognitosis