Tecnología

Google y Fitbit: ¿a la cuarta va la vencida?

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El anuncio de la adquisición de Fitbit por parte de Google me pilló, como supongo que a la mayoría de vosotros, de vacaciones. Comenté algo en Twitter y vi que el tema generaba interés, así que me lo reservé para ampliar esa reflexión cuando pudiera.

En parte quería esperar también a ver qué soltaban los medios USA, sobre todo porque allí suele haber apuntes majos cuando aparecen estas operaciones. En este caso los posts de opinión fueron bastante mediocres, y de hecho me sorprendió que Walt Mossberg elogiara un temita de Wired que narraba más o menos bien el origen de los relojes inteligentes -minimizando el papel para mí brutal que tuvo Pebble- y que luego lo dejaba todo en el aire. Engadget tampoco aportaba demasiado al tema, y solo en The Verge tiraban por el camino que yo hubiera elegido.

De hecho, opino más o menos lo mismo que Dieter Bohn, ese tipo pulcro a más no poder y majete (no sé si a más no poder) que protagoniza buena parte de los videoanálisis de este medio. Sobre todo porque usaba la historia pasada como argumento para tratar de plantear lo que podría ser de esta nueva alianza.

Aquí Bohn decía que la adquisición de HTC le fue bien a Google, pero la de Nest no. Yo creo que ninguna de las dos ha ido especialmente bien. El Pixel 4 y el Pixel 4 XL, en los que debería haberse notado ya el DNA de un fabricante puro de móviles como fue HTC, son un pequeño desastre. La cámara está bien pero el iPhone 11 parece que les ha adelantado, y en muchos otros temas (como la batería) pierden enteros, sobre todo con los precios a los que Google los ha sacado.

Con los Nest en mi opinión la cosa ha ido aún peor. No es que aquí seamos muy de termostatos inteligentes, pero es que el teórico talento de Tony Fadell parece que era solo eso -teórico- porque desde que sacó el cacharrín no veo yo que Nest haya servido para nada.

Tenemos un tercer ejemplo más de cómo Google llega a cagarla con las adquisiciones. Cuando compró Motorola en 2012 lo hizo no para usar los recursos de la empresa en sus propios móviles, sino simplemente por la cartera de patentes que la empresa tenía. Por miedo, vaya. Pagó 12.500 millones de dólares por ella -ahí es nada- para luego acabar vendiendo otra vez la empresa (sin las patentes) a Lenovo en 2014 por 2.910 millones de dólares. Yo decía que aquello era prometedor, pero lo cierto es que Motorola ya ni siquiera hace buenos móviles chollos y está en un limbo de terminales sin nada especialmente destacable salvo por su marca y su leyenda. Y eso no hace que un móvil vaya más rápido o saque mejores fotos, queridos lectores.

Así que aquí estamos. Con la cuarta adquisición de Google que debería hacer que su división de hardware ganase muchos enteros. Ya compraron la parte de Fossil dedicada a los relojes inteligentes en enero -40 milloncejos de dólares, calderilla- pero la apuesta por Fitbit ha sido mucho más seria, porque 2.100 millones son muchos millones. 2.100, para ser exactos.

¿Qué espero yo de esto? Pues otro fracaso.

Lo que sueño es otra cosa, claro. Una que no pasará. Sueño con un Pixel Watch cuadrado como el de la foto de cabecera -un Amazfit X, que no saldrá hasta 2020, por cierto-. Y diréis «¿Pero JaviPas, tú no eras hater del Apple Watch y los relojes cuadrados?» Pues sí, lo era, pero mi avanzada interesante edad me hace ser más sabio y coherente, y debo reconocer que las pantallas redondas, aunque hacen que un reloj parezca un reloj, comprometen la usabilidad y la experiencia de usuario: llevamos décadas ante pantallas cuadradas o rectangulares, así que lo de meter una pantallita circular, por bonito y cuco que sea, no acaba de ser lo ideal para mostrar información e interactuar de forma táctil.

También sueño con bastante más RAM. Los últimos Fossil basados en WearOS son, dicen, los mejores relojes con esta plataforma de la historia, y lo son porque integran 1 GB de RAM y eso hace que WearOS por fin no se arrastre. No sé si será cierto, pero tiene sentido. También necesitamos nueva CPU, y aquí Google debería 1) darle collejas a Qualcomm por no sacar un chip en condiciones para sus relojes y 2) sacar un chip propio, que para eso tiene pasta a raudales y es un campo de experimentación brutal de cara a un futuro chip para móviles. El rumor de Google como fabricante de CPUs viene de muy lejos, pero la empresa parece haber pasado del tema o haberlo dejado en un discretísimo segundo (o tercer) plano.

Y luego, claro, haría falta un lavado de cara de WearOS, que debería apostar aún más por la salud y la actividad física, algo que a Apple le ha ido muy bien porque, sorpresa, a la gente le gusta estar bien de salud y que le animen a moverse. Está muy bien ver los mapas, oir música o incluso contestar a mensajes desde el reloj, pero ha quedado bastante claro que el reloj es para lo que es y el móvil es para lo demás. Como siempre debió ser.

Y así estamos. Ante ese Pixel Watch que espero ver algún día como claro competidor del Apple Watch y del resto de competidores de este segmento de wearables. Un segmento, por cierto, que no para de crecer. Se vendieron casi un 30% más de pulseras y relojes inteligentes en el 2T19 que en el 2T18. Google debería poder meter la patita en un mercado tan jugoso, y ahora tiene una oportunidad de oro para hacerlo. De eso mismo hablaba hace muy poco, cuando me preguntaba qué pasaba con Wear OS y con los relojes inteligentes.

Ahora a esperar que no meta la pata como hizo con Motorola. O con HTC. O con Nest.

Ups.

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