Tecnología

Felices 50, internet

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Era septiembre de 1991 y yo jamás había oído hablar de internet. Al menos, que recuerde. Llegué al Centro de Cálculo de la Facultad de Informática de Madrid y descubrí allí uno de los pocos sitios que me traerían buenos ratos durante mis infinitos años en aquel pequeño e infernal campus de Montegancedo.

Mi primer contacto con aquello fue en modo texto. Creo que lo he contado alguna vez: alguien nos habló de sitios FTP y que te podías bajar cosas de allí, grabarlas en disquetes de 3,5 y a tirar millas a casa. Alguien tuvo la loca idea de bajarse un ls-LR de uno de aquellos servidores (algún espejo de Aminet, creo) 1 MB (¡1 MB!) y mandarlo a la cola de impresión del centro de cálculo. Gastó toda su cuota de papel para ese mes, creo recordar. Qué tío.

Crazy.

Luego llegaron TALK y FINGER en los terminales VT100 y los primeros contactos con gente de otras universidades técnicas. Aquello era flipante, pero claro, era solo texto. Muy «War Games», para que me entendáis. Luego llegarían los privilegiados con las cuentas en los sistemas AIX que nos enseñaron aquella maravilla llamada Mosaic, y alguno de nosotros logró que le dejaran una cuenta y programó alguna paginita HTML súper cutre. Era probablemente 1993 y por fin internet ya era algo más que texto.

En la facultad éramos privilegiados por eso, pero también tan ingenuos como la propia internet. No había malicia y el espíritu, al menos que yo recuerde, era mucho más hippie. Muy de compartir es vivir, muy de «Information wants to be free«, ya sabéis. Ninguno pensábamos en internet como negocio siquiera -tontos de nosotros-, y era simplemente un medio para un fin: acceder a contenidos de todo tipo que de otro modo era mucho más difícil encontrar.

Tardé bastante en disfrutar de internet en casa. Mi padre era reacio -luego se convirtió en fan, claro-, pero logré convencerle en el 96 o el 97, no recuerdo bien. Para entonces yo ya colaboraba habitualmente con la «En l@ Red», y el director me mandó un módem de 56 kbps de Diamond Multimedia para empezar a disfrutar del tema desde mi Amiga 1200 (con una aceleradora con un 060, a ver qué va a pasar). Recuerdo que costó lograr la conexión, pero una vez logrado, aquello era una chulada. Hasta los pitiditos molaban, quizás porque traían también buenos (o no) recuerdos de la época de los juegos de 8 bits en cinta. El caso es que tenías que colgar porque ocupabas la línea telefónica y si estabas conectado a internet no se podían ni recibir ni hacer otras llamadas, claro, así que los ratitos en internet eran cortos. Probablemente por eso sabían mejor. Crazy.

Luego llegaría el desastre de las puntocom y líneas cada vez más rápidas y (por fin) independientes de la línea telefónica. De mejores módems pasamos a contratar ADSL, y aquello, claro fue la repanocha. Y llegó Napster y los MP3, y AudioGalaxy, y la gente empezó a ver que allí había mucho menene y que aquello de que la información debía ser libre molaba. Lo que pasa es que confundieron libre con gratis (por la dualidad del término inglés free, como siempre) y a partir de ahí el mundo comprendió que internet era un estupendo campo sin vallas, una fantástica anarquía con cierto componente meritocrático que permitía que gente que nunca antes pudo sobresalir sobresaliese. Y como decía, que todo nos saliese gratis porque total, la información fluía. A los MP3 se les sumaron los DivX y los eMule, KaZaA y luego Bittorrent del mundo, y mientras empresas y medios trataban de aprovechar el tirón.

Algunas, claro, lo consiguieron, y la propia filosofía de internet permitió lo que quizás se debió proteger desde un principio: que esas empresas, primero amadas y luego odiadas o temidas, acabaran usando internet como medio para sus propios fines. En los últimos 10 o 15 años la cosa se ha convertido en un pequeño desastre y a internet y a la WWW -que son cosas distintas aunque no lo parezca- no las conoce ni su padre. Pablo Romero nos hablaba con acierto de cómo en estos 50 años dede sus inicios hemos acabado con una internet irreconocible, un fenómeno que se ha contaminado y que a pesar de sus muchas sombras a mí me asombra y me fascina todos los días y a todas horas. No puedo imaginar hoy un mundo sin internet, porque la red de redes se ha infiltrado en todos y en todo: los sacrificios son cada vez más importantes en el ámbito de la privacidad, pero lo cierto es que a nadie parecen importarle demasiado esos sacrificios porque la vida es mejor de lo que lo era sin internet. O por lo menos, es mucho más cómoda. Dónde va a parar.

Pero claro, la inocencia se ha perdido. Como cualquier otra herramienta que se precie internet ha acabado siendo usada para el bien y para el mal, pero el problema es que los intereses y el maldito parné, que siempre acaba chafándolo todo, han oscurecido su espíritu inicial. Quienes crearon los cimientos de internet y la WWW lo saben bien y buscan soluciones, pero ni siquiera Sir Tim Berners-Lee parece poder mover hacia delante ese proyecto llamado Solid con el que quiere «restaurar el poder de las personas en la web». El modelo tiene ideas estupendas, pero un obstáculo colosal: lograr convencer a la gente de que cambiar puede ser bueno.

No sé qué pasará y qué será de internet dentro de otros 50 años, pero temo que este camino que hemos emprendido -más poder para las empresas que regalan el producto porque el producto somos nosotros- tiene mala solución. Si es que la tiene, claro. Todo sea por poder ligar desde el móvil, o escuchar música que nunca hemos comprado -tengo pendiente un post sobre esta era de la anti-propiedad-, o poder publicar este post en mi pequeño espacio en la red (bendita red) o por jugar online al Battlefield.

Uy, por cierto, acabo de acordarme que tengo a unos ruskis esperándome en Passchendaele. Voy a darles un poco de cera.

Felices 50, internet. A por otros 50.

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6 comentarios en “Felices 50, internet

  1. Lambda dice:

    Hehe, gracias por mencionar al bueno de Sir Tim 🙂 . Ojalá su proyecto prospere… el post rezuma buenos recuerdos del internet noventero, caramba. Acá nos movimos un poco más tarde con eso de la Red, pero esos pitidos del módem (a 56 kbps, uauh) ya son inmortales, grabados a fuego en los tímpanos púberes de más de uno… yo recuerdo sobre todo Lycos, Altavista y los metacrawlers. What a time it was, pal.

Comentarios cerrados.