En el vuelo de ida a San Francisco tuve unas cuantas horas a mi disposición para leer, ver pelis o (¡loco!) hablar con mi mujercita sobre todo tipo de temas. Hice un poco de todo, y entre las cosas que aproveché para ver estuvo la miniserie documental ‘Inside Bill’s Brain: Decoding Bill Gates‘ que justo se había puesto disponible en Netflix unas horas antes.
No había visto el tráiler, así que no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar. Debo decir que tras verla entera me di cuenta de que (en mi opinión) el título es bastante mediocre para la miniserie, pero los tres capítulos de 50 minutos fueron realmente interesantes. Ninguno de ellos hablaba realmente de cómo funciona el cerebro de Bill Gates.
Eso ya me dejó una sensación agridulce, porque los vídeos eran básicamente una narración de tres de sus grandes proyectos como filántropo en la fundación que dirige junto a su mujer, Melinda. Es la glorificación última de esa labor, y lo digo sin segundas porque ciertamente lo que está intentando hacer con sistemas de saneamiento, con la enfermedad de la polio y con la energía nuclear es impresionante. Estoy seguro —de nuevo sin ironías aquí— de que debe ser realmente complicado tener todo ese dinero para gastar y tratar de hacerlo de la mejor forma posible. Con un montón de gente de todo tipo —de la buena y de la mala— vendiéndote la moto para su proyecto particular para salvar al mundo. Me alegro de no estar en su pellejo.
Lo que ese documental me dejó, más que ese conocimiento extra sobre sus proyectos, fueron algunas reflexiones y sorpresas más sobre su persona. No había leído o visto nada sobre su vida personal y no tenía ni idea de cómo había transcurrido su infancia o de que tenía dos hermanas, por ejemplo. Sabía que leía —su lista de libros recomendados para leer, que crece a cada año que pasa, es célebre ya— pero no que lo hacía de forma tan voraz.
Pero lo que sí sabía y apenas se menciona en esos capítulos es que Bill Gates, al que muchos consideran (de forma justificada) un héroe por esa labor filantrópica, fue también un villano. Uno sin escrúpulos y sin piedad, del que quienes tenemos unos añitos nos quejábamos mucho en los años 90 por su absoluta incapacidad para hacer las cosas con ética. Todo lo que hacía estaba dirigido a conseguir que Microsoft dominase el mundo —bueno, más o menos— y de hecho me sorprende la poca memoria que tiene la gente que ahora parece haber olvidado que un día fue tan malvado como lo son ahora Mark Zuckerberg, Sundar Pichai (y antes que él, Brin y Page), Tim Cook (y antes que él Jobs, que también tenía lo suyo), Jeff Bezos, Larry Ellison, o, supongo, Elon Musk. Gente que quiere dominar el mundo a través de sus empresas, y que hace lo que sea por lograrlo. Mienten y engañan, explotan y alienan, dan puñaladas traperas y venden a quien sea. Lo importante es ganar, y todos ellos lo hacen. Unos lo esconden mejor y otros peor. Unos venden mejor la moto de ser el verdadero Iron Man (we love you, Elon) y otros ni se esfuerzan (Jeff, majo), pero todos son iguales. Son líderes que tienen claro que llegar donde ellos están no se puede hacer siendo (muy) buena persona. Hay que ser muy capullo para triunfar en esa y otras guerras, y aquí nuestros protas lo son, lo escondan mejor o peor. Son mala gente. Y lo son porque tienen que serlo.
Como tantos otros antes que ellos. Y como tantos otros después.
Lo que me resulta curioso, insisto, es que nadie recuerde que Gates fue un capullo integral durante muchos años. Odiado como pocos, Gates se labró su fama como villano a pulso. Basta hurgar un poco en la prensa de entonces para descubrir que a Microsoft la calificaban como una especie de campo de esclavos envuelto en terciopelo. Descubro por ejemplo otra miniserie documental de National Geographic llamada ‘Valley of the boom‘ en la que se narra la historia de Netscape y de Internet Explorer (ya tengo documental pendiente).
Hay muchas, muchas referencias a ese papel de villano que Gates mantuvo durante muchos años. En The New York Times ponían de hecho finiquito a aquella época. En agosto de 2005 le decían a Gates que se relajase. «Ahora es el turno de Google como villana», titulaban con rintintín. Unos años antes le tiraban tartas a la cara —seguro que aquello no le hizo ni puñetera gracia— en una imagen que hoy hubiera sido un meme eterno —que los hay, como aquel con Jobs en la mítica conferencia D5— y que para su suerte se produjo antes de que las redes sociales lo dominaran todo.
Aquella tarta era tan solo un símbolo (dulce) del odio que le tenía mucha gente, harta de que hiciera la puñeta a todo el mundo día sí y día también con tal de ganar la partida. Normalmente la ganaba, pero un día dejó de hacerlo. Llegaron Google, Facebook y Apple y le comieron la tostada. Luego Microsoft ha recuperado terreno, pero ya no es esa entrañable Microsoft que todos odiábamos a muerte. Ahora es una Microsoft buenrollista, casi hippie, con amor incondicional al Open Source porque oye, los tiempos cambian. O no, pero finjamos y ganemos un pastizal mientras tanto.
La reflexión sobre Gates y su etapa oscura —hasta hicieron una (mala) peli totalmente inspirada en él, ‘Conspiración en la red‘ (Antitrust, Peter Howitt, 2001)— me rondaba hace mucho tiempo. Creo que leí aquel post casi legendario de Reddit en el que un usuario ponía los puntos sobre las íes hace cuatro años y me quedé con la copla. Y cito:
Bill Gates era un hombre de negocios despiadado que consiguió su vasta fortuna usando todos los trucos sucios que había (e inventando unos cuantos más por el camino) y luego usando el éxito de Microsoft para lograr mantener cautiva a la industria informática durante 20 años.
Luego se ponía a dar ejemplos didácticos de aquella firmación. Nombraba a Internet Explorer, a DirectX, Video For Windows o su alianza con Apple, dinamitándolas todas no con lo que el mundo vio en la prensa, sino con lo que pasó tras las bambalinas, que fue mucho y muy feo. En Hacker News recuperaban el debate un par de años después, en febrero de 2018, y debatían precisamente sobre si su labor actual lava lo que hizo en el pasado. El comentario de otro de los participantes en la discusión es también destacable:
Los negocios son ls negocios, hizo lo que tenía que hacer para lograr que su empresa triunfase. Ahora se ha retirado y quiere devolverle algo a la sociedad. Calificarle como un villano que quiere comprar su ticket al cielo es un argumento barato.
Lo curioso del caso es que son dos argumentos totalmente razonables. Bill Gates fue un capullo y ahora es un tipo fantástico que está haciendo mucho por el mundo. O al menos lo intenta. ¿Podría haber sido una cosa sin ser la otra? Lo dudo.
La cuestión, claro, es si el fin justifica los medios. Si vale todo. Si hacer el mal no está tan mal si luego haces el bien (o lo intentas).
De eso no estoy tan seguro, y seguro que hay mucha gente mucho más cerca de la situación que tiene impresiones mucho más personales. Gente a la que arruinó o a la que encumbró, y que se encontraba en el peor momento del mundo en el peor lugar del mundo o justo lo contrario. Para los que lo vivimos desde fuera Bill Gates ha sido un esencia un tipo al que odiar o amar desde la distancia, y lo cierto es que mi sensación es que ha hecho muchas más cosas buenas que (realmente) malas.
Así que Bill, te perdono.
Pero no olvido, capullo. No olvido.
¡Vaya post! Al tito Bill lo tenía bastante olvidado. Como muchos «villanos» que en la vida y en la historia han sido, este señor simplemente hizo mutis y se está muy tranquilito donde él está. No nos confundamos. Él quería ser rico, igual que Jobs. Es lo que quiere alguien que vive en la cumbre de los negocios, sean los que sean. Que haga filantropía no me parece mal… sino fuera porque para hacerla ahora dio muchas «puñaladas». La economía competitiva es sólo una forma «civilizada» de guerra, y muchas veces el que cae se cae con todo el equipo muchas veces. Al final el bueno de Richard Stallman tenía razón, si le das permiso al negociante (y al estado, porqué no) para meterse hasta en la cocina de tu casa, acabarás haciendo lo que te «pidan» que hagas. Software Libre… vale que no siempre es la leche… pero uno empieza a entender que cosas como el XMPP podrian haber sido revolucionarias para las redes… pero claro, no «daba» dinero. Cosas como Samba y Thunderbird, bien que funcionan…
Yo espero que Tim Berners Lee logre su proyecto último…. Deberías hacer un post sobre él, Javier.
¿Qué proyecto? ¿El de la «nueva internet»?
Sí. Más bien el de una internet 2.0, más privada en el tráfico de las conexiones e independiente (un poco p2p, casi).
Bueno, yo lo tengo enfilado desde que me compré (si me compré) mi primer sistema operativo, el DRDOS 6.0 que luego el se encargó de hacer incompatible con Windows 3 (ganaron el juicio pero ya era demasiado tarde) y no hubo manera de usarlo conjuntamente y me obligó a pasarme a MS DOS 5.2 que era bastante peor que DRDOS. Y de ahí hasta hoy.
Y de esas unas cuantas. Por eso lo que decía Manuti. Perdono pero no olvido.
Aquí otro usuario satisfecho de DRDOS. Y también lo compré, como compré el OS/2 WARP que le daba 200 vueltas al Windows de entonces, pero IBM no pudo con la maquinaria comercial de Microsoft, que jugaba sucio a todos los niveles. Lo que demuestra, una vez más, que superioridad técnica no siempre implica ganar.
Luego ya WindowsNT y el resto de historia.
Leí una vez a Martin Varsavsky diciendo que tenía una idea de Jobs y otra de Gates, y que al conocerlos cambió la opinión sobre uno y sobre el otro: https://spanish.martinvarsavsky.net/tecnologaa-e-internet/mi-impresion-de-bill-gates-era-mala-hasta-que-lo-conoci-con-steve-jobs-me-paso-lo-opuesto.html
Buena historia, sí señor. Estoy bastante seguro de que me hubiera pasado lo mismo con ambos.
Si salimos del mundo de los negocios y entramos en el deporte de alta competencia, vamos a encontrar que el que triunfa es muy parecido a los popes de la industria. No les gusta perder a nada. El cuchillo siempre entre los dientes y no hay amistad que valga. Todo vale, inclusive en el filo de lo ilegal y a veces no tan en el filo. Esos son los tipos que triunfan. Cuando se retiran, se convierten en abuelos amorosos. Ya consiguieron lo que querían.