Tecnología

La ilusión de la privacidad

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El fin de semana ha transcurrido plácidamente para mí. Un viajecito a tierras castellanas, los paseos, los vinos y las risas lo atestiguan. Apenas sí hubo tiempo para consultar la actualidad, tecnológica o no, así que cuando la noticia saltó en mi Twitter ni siquiera la percibí.

Y en estas llego a primera hora a ver qué se cuece en la actualidad para contarla, y llega la bomba. Mi placidez se quedó ahí, aparcadita, mientras me comentaban lo que había pasado en Facebook. Tenía que empaparme para contarlo lo mejor que pudiera en Xataka.

¿Qué ha pasado, os preguntaréis algunos? Pues esto, que no es más que una mera y humilde adaptación del asombroso reportaje de The Guardian. Mención aparte merece la cobertura que se le ha dado a esto en medios generalistas en nuestro idioma. He mirado por encima lo que han publicado El País, El Confidencial, El Mundo y ElDiario.es, y en todos los casos me he sentido absolutamente decepcionado. Seis, ocho párrafos y a otra cosa mariposa. ¿Cómo es posible que algo de esta magnitud no esté en primera plana durante mucho más tiempo? ¿Cómo es posible que no persigan un tema tan lamentable? ¿Será por la envidia profesional de no tener información propia? Hoy en el telediario, más de lo mismo: durante 15 minutos, al menos en el de La 1, han hablado del temporal. No han comentado nada del tema (al menos, no que yo haya visto), porque lo importante era que estaba lloviendo un montón. Breaking news, señores.

Me ha costado todo el día publicarlo, y aún así me quedo con la sensación de que hubiera necesitado una semana para tratar de ahondar más en un tema que es en realidad una gotita más de ese vaso que lleva mucho tiempo colmado.

Mi opinión sobre Facebook es desde hace bastante patente para los que me leen. Es una red social que odio. No tanto como Instagram, cierto, pero ahí está, siguiéndola de cerca. Como en ese último caso la culpa no es tanto de la red social en sí como de quienes la usan, porque uno sabe a lo que se expone cuando la usa.

O quizás no.

Ese es el problema. Que como en tantas otras cosas los términos de uso, las instrucciones o el prospecto no sirven de nada. La gente no se los lee, así que quienes usan esas advertencias legales simplemente se están cubriendo las espaldas y lo hacen además con un lenguaje que precisamente te escupe: en plan «no hace falta que te leas esto, campeón, no te preocupes. Es un texto legal, largo y engorroso que hemos creado para que jamás seas capaz de terminarlo, y aun haciéndolo será difícil que lo entiendas».

Así que uno empieza a usar estas plataformas y las sigue usando (esos avisos de «Hemos cambiado nuestros términos de uso» también los borramos rápido, ¿a que sí?) con la idea inconsciente de que las empresas que las ofrecen quieren nuestro bien y el de toda la humanidad.

Eso, como se ha comprobado con Facebook, es una gran y estupenda mentira. No es la única que lo hace, desde luego, y lo mismo podría decir de otras tantas (Microsoft, Google, Amazon) cuya voracidad por saberlo todo de nosotros es ya legendaria.

Muchos acuden al «no tengo nada que ocultar» sin enterarse de que sí tienen algo que ocultar, porque de lo contrario pueden pasar cosas como las que han pasado. De esta nos hemos enterado, claro, pero de otras muchas no somos conscientes. Somos carne de cañón, chavales. Somos marionetillas.

Lo demuestra este escándalo que ha salido a la luz gracias a las declaraciones del nuevo soplón-estrella, Christopher Wylie. Es curioso cómo soplón tiene connotaciones tan negativas en español y whistleblower suene como a algo que todos querríamos ser de mayor. «Mamá, de mayor yo quiero ser whistleblower«. ¿Qué podría decir esa madre a su hijo salvo «¡Pues claro!». Qué cosas.

El caso —me desvío, como siempre— es que todo lo que hacemos en Facebook (y lo que hacemos en otras redes sociales/internet) nos define. Puede que no tanto como creemos, pero lo hace. Los estudios revelaban cómo con apenas una docena de «Me gusta» se puede averiguar un montón de cosas de un usuario. Cosas como si es hombre o mujer, si tiene ciertas ideas políticas o si es del Madrid o del Barça, por ejemplo. Teniendo en cuenta que hacemos «Me gusta» en muchas cosas cada día, la información inferida es brutal, y quien tiene esos datos, aunque no te lo creas, sabe bastante más de ti de lo que imaginas.

Yo no uso mucho Facebook, pero sé que estoy más o menos en el mismo bote. Lo estoy porque uso otras muchas cosas que me «definen» como persona en internet —este blog, para empezar—, así que aunque intento no hablar de temas que se alejan de la tecnología, algo se me puede escapar de cuando en cuando.

La conclusión al final es la misma: nuestra privacidad es cada vez más una ilusión. La maravillosa internet nos ha traído muchas ventajas, pero también se ha llevado esa parte de nosotros que por una u otra causa muchos queríamos proteger.

Un día aciago este para esa privacidad perdida. Dicho lo cual, feliz día, papás. Igual queréis celebrarlo eliminando las cuentas de Facebook de vuestros hijos, ya sabéis, por prevenir un poco y tal.

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3 comentarios en “La ilusión de la privacidad

  1. Land-of-Mordor dice:

    «…y lo mismo podría decir de otras tantas (Microsoft, Google, Amazon) cuya voracidad por saberlo todo de nosotros es ya legendaria…»

    Siempre se te olvida la «frutera», que aunque no lo reconozca también siente un apetito voraz por saber lo que les gusta o lo que piensan sus clientes.

Comentarios cerrados.