Ayer tuvimos tarde ajetreada en el curro: Google nos presentó en un desayuno para prensa (nosotros lo vimos por streaming, claro) sus nuevos Nexus 7, Android 4.3 –aunque de refilón–, y una de las pocas sorpresas que ha dado en meses: Chromecast, los pequeños dispositivos que proporcionan prestaciones similares a la tecnología AirPlay de Apple.

Las mejoras en la segunda generación del Nexus 7 son evidentes a nivel hardware. Doble de memoria, micro más potente, una pantalla brutal (323 ppp) y, curiosamente, la inclusión de una cámara posterior de 5 Mpíxeles que no llegó al modelo original. La evolución de la tecnología y el abaratamiento de costes en muchos componentes ha sido inmisericorde con esos primeros  Nexus 7 que ahora quedan muy por debajo de sus sucesores. De hecho, ni el iPad mini se libra de las comparaciones, y queda también claramente por detrás al menos en cuanto a la relación precio/prestaciones.

Chromecast, por otro lado, es un dispositivo diferente, original. Un respiro tras el fracaso de Google TV y de aquel Nexus Q que apareció y desapareció del mercado en tiempo récord. Las prestaciones son curiosas si lo reproducimos todo desde nuestro equipo con YouTube o con el navegador Chrome (en este caso, vía mirroring), pero por el momento me falta que reproductores multimedia (así a bote pronto pienso en VLC y XBMC para Android) incluyan ese soporte del botoncito «Cast» que permite emitir lo que queremos en esa pantalla grande o proyector al que conectamos Chromecast. Otra pega: tener que alimentarlo por USB, un pequeño hándicap que tampoco es para tanto si consideramos que, al fin y al cabo, las Raspberry Pi son más aparatosas (pero también mucho más versátiles, cierto).

Seguramente el botoncito de marras acabe llegando a muchas aplicaciones, lo que hará que Chromecast se convierta sin lugar a dudas en un exitazo. Por lo visto conseguirlo en esas primeras horas ha sido complicado –se agotaron en pocos minutos– pero una vez se estabilice la cosa, Google tendrá en sus manos un elemento más –y muy valioso– de ese ecosistema que está creando a nuestro alrededor. Tan prometedor es Chromecast que puede que se convierta en la primera piedra de sus renovados esfuerzos por controlar el salón de nuestro hogar.

Cierro la reflexión citando a Marco Arment, que en su blog –no sé si llamarlo así, ya que como es una megaestrella tipo Gruber no admite comentarios sobre sus posts– ha publicado su propia opinión sobre los nuevos Nexus 7. En realidad no habla tanto de los cacharros en sí como de aquello que dijo Pichai respecto a las ventas:

Uno de cada dos tablets que se han vendido hasta ahora en 2013 está basado en Android.

Gruber y Arment dudan sobre esa afirmación y argumentan que los datos de uso reales apuntan a que eso no puede ser. La explicación es clara: la gente se compra los Nexus 7, pero no los usa. En el caso de Arment la explicación, me atrevería a decir, es una estupidez: dice tener un iPad mini que es el que usa de verdad, mientras que el Nexus 7 está aparcado junto a un Kindle Fire en la estantería. No es un caso representativo, ya que la gente se compra un tablet, no 3 distintos «para juguetear».

Pero sea como fuere, acierta en un apartado: mucha gente compra estos tablets para sus niños o para los abuelos, y este segmento de usuarios no suele navegar mucho por Internet o, en realidad, usar demasiado los tablets. Pero está claro que cada vez más gente compra tablets –a pesar de que yo siga sin verles sentido– y que cada vez más, esos tablets son Android. Que estos dos fanboys traten de esquivar ese argumento me parece una chorrez. Puede que el iPad mini ofrezca mejor experiencia de usuario –discutible– , y más y mejores aplicaciones específicas –de momento–, pero lo que es seguro es que Android también tumbará a iOS en este segmento, y no tardará mucho en hacerlo.