La peculiaridad de los años bisiestos (‘leap year‘ les dicen los ingleses) ha hecho que este sea mi primer post tal día como hoy, y no estoy demasiado seguro de que tenga un segundo post en año bisiesto tal y como avanza la tecnología. Claro que tampoco pensaba que el blog me aguantase tanto cuando lo empecé en mayo de 2005.

Curioseando un poco me he encontrado con la historia de la aparición de los años bisiestos, que aparecieron con Julio César. El calendario juliano comenzó a usar ese día adicional para los años bisiestos, que curiosamente cuando comenzaron a usarse – allá por el 45 a.d.C. – iban de tres en tres, y no de cuatro en cuatro. En 1582 el Papa Gregorio XIII se dio cuenta de que aquello no funcionaba bien – o más bien, se daría cuenta algún erudito de la época que no menciona nadie – y estableció la regla actual.

Por lo visto los años bisiestos actuales tampoco son del todo válidos, pero aún así hasta dentro de unos 3.000 no habrá que reajustar el reloj, así que por ahora aceptamos barco como animal de compañía. De hecho, algunos hablan de la posibilidad de tener, no años bisiestos, sino ‘segundos bisiestos‘ que añadirían mucha más corrección al calendario actual. Sea como fuere, es una fecha peculiar.

Existe una curiosa tradición, por ejemplo, según la cual las mujeres pueden declararse a los hombres y pedirles matrimonio, y si el ‘afortunado’ contesta que no a la proposición, la mujer que se declare puede pedirle que según la tradición (escocesa, por lo visto) pague una multa (o que se quite alguna prenda, así que aquí imaginación al poder). Más curioso aún sería nacer un 29 de febrero. No sé exactamente qué hacen las personas que nacen ese día (es evidente que la broma fácil de cumplir cada cuatro años no cuela) para celebrar cumpleaños cada año, así que si algún lector nació ese día o conoce a alguien así, contadnos, plis.