Ha sido este un año de jugar muy poquito con la consola o el PC. Lo peor no es eso: es que tampoco lo he echado mucho de menos. Cuando en enero de este año no renové la suscripción a Xbox Game Pass Ultimate, sabía que con ello se me iban mis partiditas online a FIFA y lo de probar juegos varios aunque fuera de ocasional.
Aun así, suponía que jugaría de cuando en cuando, aunque fuera al ‘Battlefield 1’ en el PC o al ‘Sifu’ en la Xbox. Y aunque los he disfrutado en algún rato, este año ha sido más de escribir libros —je— que de jugar a videojuegos.
Hasta ahora.
No pensaba comprar nada en Black Friday, la verdad. Ya invertí los dineros en el Mac mini M4, así que para mí esta fiesta del capitalismo y el consumismo ya estaba un poco condenada. Al final compré dos cosas. La primera, un cargador GaN de 65W para poder ir cargando dispositivos varios en el despacho —el que teníamos era un poco castaña. Esa estaba más o menos pensada.
La segunda fue una sorpresa que ni siquiera yo me esperaba. Las ofertas de videojuegos de Steam se inauguraron hace poco, pero tras hacer un breve repaso no vi nada que me interesara especialmente. «Total, tampoco juego ya mucho», pensé. El caso es que en algún lado salió el anuncio de que ‘Ghost of Tsushima’ estaba de oferta en su versión Director’s Cut para PC, así que estuve informándome un poco.
El juego no es precisamente nuevo. Apareció a mediados de 2020 para la PS4, y un año más tarde apareció la edición ‘Director’s Cut’ con algunas opciones más y preparada además para la PS5. Este año la cosa se animó y apareció la versión para PC, y como ocurre con los juegos de Spider-man, les tenía echados el ojo. A Spidey aún no lo he catado, pero ‘Ghost of Tsushima: Director’s Cut’ sí: lo compré por algo menos de 38 euros, que no es precisamente un precio bajo para un juego que tiene ya cuatro años.
Las expectativas eran altísimas, debo reconocer. Tengo una fascinación especial por todo lo relacionado con Japón, y la época medieval en la que se sitúa la historia de samuráis me atrae aún más. A eso se une mi afición a los ‘hack and slash’, que también era un componente en este videojuego.
Lo que más me echaba para atrás era que es un juego de mundo abierto, muy del estilo ‘Red Dead Redemption’ o la saga de los ‘Assassin’s Creed’. Acabo cansándome pronto de esos títulos, pero sabéis qué: con ‘Ghost of Tsushima’ no me está pasando.
Al menos, no de momento. Estoy disfrutando como un enano de los trayectos a caballo —por alguna razón no me pasaba lo mismo con RDR—, quizás porque los paisajes de ‘Ghost of Tsushima’ son una postal japonesa continua. Espectacular y fantástica, visualmente impecable.
Las secuencias de lucha además, a pesar de ser medio repetitivas al cabo de un tiempo (al menos por ahora), son entretenidas, y además poco a poco vas ganando nuevas técnicas y armas y la cosa se va animando: no me aburro combatiendo, y lo más sorprendente: no me aburro yendo de un lado a otro.
Pero es que más allá de eso está la atmósfera del juego. La tradicional música japonesa acompaña de forma excepcional, pero también lo hacen esos paisajes y la propia interfaz del videojuego, súpercuidada y apropiada. Y luego, detalles por todos lados, como los baños en los onsen o las meditaciones para componer haikus —que todavía no he llegado a hacer—. Todo muy bien pensado para irte atrapando y conquistando en una historia que seguramente me tenga enganchado una buena temporada.
Jugar a videojuegos sigue siendo genial. Bien por ‘Ghost of Tsushima’.
Ufff. Envidia me das.
Llevo meses sin jugar a nada y yo si que lo echo de menos.
Me lo apunto para cuando me jubile. 😉
Juego en ratitos robados, una horita por aquí, otra por allá, pero lo dicho, me está encantando. Ya contarás si al final te decides!