Mi pitufito. Mi surferito. El chipirón de mamá.
Ahí estás. En la sala Jazzville, tu segunda actuación en directo. Nervioso, pero contento de estar nervioso, porque parece que disfrutas precisamente de eso. De estar nerviosito. Es como si te gustara, cuando a la mayoría de la gente le disgusta o incluso le aterra.
Pero a ti plin. Vas guapísimo -nos lo dice todo el mundo, pitufo, qué guapo Javi, qué ojazos- con bermudas vaqueras y camisa blanca cuello Mao. Y con tu pelo de surferito que ahora, en verano, hace que estés más guapete. Y allí estás, recién subido al escenario, feliz. Y gritas «¡Hola!» al micrófono, y todo el mundo te responde y se ríe. Y luego empiezas a cantar y mamá y Lucía y yo alucinamos, como el resto de la sala, porque lo haces genial. Incluso al final, cuando te equivocas en la última estrofa, dices «Uyuyuyuy» y paras, pero da igual. Toda la gente ríe y aplaude a rabiar. Y mamá y Lucía y yo alucinamos y estamos súper orgullosos.
Eres un bonito. Te lo decimos mucho, pero es que lo eres. Aunque no pares de cantar ni debajo del agua. Aunque seas un poco respondón y te pongas un poco pesado. Hasta tú lo dijiste hace poco, viendo un vídeo tuyo de cuando tenías 4 o 5 años. Mamá y yo diciéndote «Javi, haz nosequé» mientras te grabábamos. Y tú ni caso, a tu bola, y veías el vídeo y decías «ostras, no hacía ni caso, qué desesperación». Y mamá y yo te decimos que la cosa no ha cambiado tanto, y tú te ríes. Ays.
Pero aunque a veces eres un poco trasto, luego siempre haces algo maravilloso que espero que no dejes de hacer nunca. Cuando te das cuenta de que te has enfadado de más así un poco random por la cara, nos pides perdón y nos dices que lo sientes aunque te dé cringe, bro. No mucha gente lo hace, mi pitufo, y es muy importante hacerlo cuando realmente te das cuenta que has hecho mal. Eso es increíble.
Eres un bonito, pero también te llevas muchos disgustos tontos, mi pitufo. Como cuando me pides un partido al pádel o al pimpón y te gano. Pones caras. Me pides empezar de nuevo cuando ya lo ves chungo. Como si fuera un videojuego en el que uno se suele cansar y empezar la partida.
Pero no, Javi. Saber perder es importante. Como saber ganar, pero eso es normalmente más fácil. Yo lo aprendí bien del abuelo: él nunca me dejó ganar a nada. Al tenis, por ejemplo: no se dejó jamás. Eso hizo que cuando al fin logré ganarle me sintiera súper orgulloso de mí mismo. Era como si hubiera ganado Roland Garros.
Pues para ti será igual. Te seguirás llevando unos cuantos disgustos porque no pienso dejarte ganar, pero te aseguro que cuando me ganes será porque me has ganado de verdad. Y entonces seguirás ganándome siempre, como me pasó a mí con el abuelo. Y recordarás esto y quizás dirás «papá tenía razón».
Y luego están otras muchas cosas que haces y que nos siguen alucinando a mamá o a mí. Como lo de probar de todo y compartir mi obsesión por la mantequilla —»papi, hazme una rebanada»—, por las pipas —siempre me robas un puñado— o por las sardinas asadas —ya comes tantas como yo, avispillas—. A Lucía le gustan las pipas, pero no tanto las otras dos. Y además de robarme pipas, me roba helado de After Eight, ya sabes 😉
Y qué increíble es ver cómo os queréis y cómo jugáis Lucía y tú. Es tan bonito verlo, tan importante… Mamá y yo alucinamos también con esto, con la relación que tenéis, tan especial e irrepetible. Tan única. Cómo os protegéis y os cuidáis, cómo disfrutáis los dos juntitos y cómo os vais haciendo mayores y os quedáis en casa algún que otro rato tan panchos mientras mamá y yo damos una vuelta o incluso salimos un rato alguna noche. Os hacéis mayores, pero sin prisas, que es como uno debe hacerse mayor. Me encanta que sea así, que sigáis siendo mis pitufitos. Y te digo como a Lucía y te dije a ti el año pasado: porfi, no dejes de contarnos cosas cuando cumplas 12. O 13. O 14. Sigue siendo tan cariñoso y tan especial, mi pitufo. Sigue cantando. Sigue haciendo tus peleas imaginaras de personajes de Marvel —¿quién es más poderosa, la bruja escarlata, la capitana Marvel o Jean Grey?—, o ahora tus peleas de Avatar —¡fiush, fiush, pash!—. Sigue siendo feliz.
Cuántas cosas han pasado a tus 10 años. Cuántos viajes chulos, como el de esquí —ya has hecho clic— o este que estamos disfrutando mientras escribo esto en nuestra Tapia querida, donde también has hecho ya clic en el surf, mi surferito. Qué bien juegas al pádel —aunque en partido hagas un poco el loco— y qué bien te lo has pasado con tus amigos en el cole —vaya notazas, qué gusto—y la urba.
Y ahora empiezan los 11, mi pitufo. Que van a ser también fantásticos, ya verás. Llenos de momentos chulos y mágicos.
Muchísimas felicidades, mi vida. Te quiero 3.000 kilotes. Bueno, eso en realidad es poco.
Te quiero infinito.
Precioso, bro! 🙂
Gracias 🙂
Es maravilloso sentirse ilusionado por los hijos, porque hoy le ha tocado a vuestro Javi, y otro día le tocará a vuestra Lucia. Por eso estáis en el momento en que podéis «ordenarles» que os quieran, que estén con vosotros…aprovecharos (si también va para Sally), porque se harán mayores, y ya no es que no quieran estar con vosotros, es que tendrán sus vidas propias y serán tan diferentes a las que ahora tienen que os tocará a vosotros verles desde la lejanía y desde el recuerdo.
Por ello escribir, grabar y almacenar estos momentos que vivís con ellos, porque esos recuerdos son vuestros y os ayudarán más adelante (que se lo pregunten al Sr Cook) a disfrutar explayándoos y haciéndoles pasar esa vergüenza sana que es el verse desde la lejanía.
Felicidades a Javi Junior por esos 11 añitos, y también a vosotros los padres, porque lleváis 11 años aguantándole, ayudándole, guiándole y amándole.
Muchas gracias José María 🙂 Lo de «ordenarles» suena un poco fuerte aunque entiendo lo que quieres decir. Está claro que crecerán e irán despegándose, así que yo aprovecho para disfrutarlos especialmente ahora que se dejan. El final del comentario es estupendo, abrazo.
Jajaja lo de las pipas lo más doloroso del post 😉
Lo de cantar no sé pero lo del Jazz será heredado de su Abuelo casi seguro!!
Disfruta Javi Senior
Jajajj Bueno la sala se llama así pero el de jazz cero pelotero, como el padre 😉 Sé que al abuelo le gustaba mucho, sí!
Gracias Fefo, abrazo!