Mi pitufi-tufi. Mi piti-piti.
El sábado pasado nos dimos una vuelta por la Casa de Campo. A ti no te apetecía, mi pitufi, porque lo de andar por andar no te va. Fuiste un poco a regañadientes y te quedabas atrás como de costumbre. Y en cierto momento te esperé y te cogí de la mano y empecé a preguntarte cosas. Empiezas secundaria, mi vida, y es un salto importante. Para empezar, algo terrible que tú no notas, pero que Javi y yo sí notamos.
Ya no vamos juntos al cole.
Ahora tú empiezas media hora antes, así que vas sola. Recuerdo que el año pasado empezaste queriendo hacerlo y luego, al poco, volviste a ir conmigo y con Javi. Y me seguiste cogiendo de la mano muchos días mientras íbamos. Y no te importaba que te diera un besito al despedirme de ti, aunque estuviesen delante tus amigas. Fiu. Menos mal.
Pero este año ya vas sola, así que no te puedo coger la mano por las mañanas y Javi tampoco disfruta de ti ese paseito, aunque parece que lo lleva bien. Yo me acuerdo todos los días de eso mientras vamos los dos. De todos los años que hemos ido juntos al cole, o de antes, cuando te llevaba a la guarde y a la vuelta jugábamos al escondite y me quedaba detrás de un portal y tú, esperando el susto, reías a carcajadas cuando salía y te cogía y te comía a besos. O de un poco después, cuando te llevaba en el minipatinete acoplado al carro con Javi, que también empezaba allí. Mis dos pitufitos preciosos, que poco a poco se iban haciendo más y más mayores. Mis viditas.
Pero quiero que sepas que aunque lo echo de menos, lo entiendo y no pasa nada: aunque ya no te lleve al cole con ese paseo, aprovecharé otros. Como este del finde y muchos que vendrán aunque no sean al cole. Y te cogeré la mano. Y estoy seguro de que si no lo hago yo, seguirás haciéndolo tú. Y por dentro yo pensaré en nuestro «bum» y sonreiré y quizás se me escape una lágrima interior de esas de felicidad. Porque da igual lo mayor que seas y lo viejito que sea yo, mi pitufi. Que me cojas la mano siempre, siempre, siempre será especial.
Así que así estábamos, cogidos de la mano en ese paseo por la Casa de Campo, como te decía. Y tú me contabas cosas. Qué tal tus profes, qué tal tus compis, cómo es de duro el curso, todo eso. Y tú me lo ibas diciendo sin vocalizar mucho (ays) y poco a poco se notaba que ya no te importaba tanto lo de andar. Y me cogías de la mano también y andabas conmigo, haciendo a veces lo de quedarte un poco atrás en plan perezosa para que yo tirara de ti.
Y yo, claro, tiraba un poco, y te daba un besito, y seguíamos camino con Javi y mamá delante. Y tú seguías hablándome y cogiéndome de la mano. Y yo pensaba que cumples 12 y que se acerca ese momento en el que dicen que las hijas dejan de hablar con sus padres y madres. Tú me dices que soy un pesado, pero yo, por si acaso, insisto. Lo llevo haciendo desde que cumpliste 9 años y me da igual que me digas que lo soy. Otros padres de niñas de 13 o 14 me cuentan que ellas ya apenas les hablan y yo me pongo a temblar. Y aunque supongo que ese momento es inevitable, mi pitufi, voy a intentar alargarlo siendo muy pesado. Como tú con lo de «¿Qué? ¡So!» o eso que dices ahora de «Oh my god» de las canciones o los youtubers eso tontitos con los que tanto os reís Javi y tú. Así que Lucía, tú ni caso: sigue contándome cosas y cogiéndome de la mano y colocándome el flequillo. No dejes de hacerlo, por favor. Ese es mi primer deseo de cumpleaños para ti.
Ahora viene algo que es inevitable decir. Lo de que qué mayor te has hecho. Es una frase que estás oyendo mucho últimamente. Te la dice gente que no te ve desde hace algún tiempo, como tus tías Bea y Moqui o tu abuela Paqui, que además lo dice con su seseo y sus haches aspiradas tan chicharreras. Ya sabes, como cantando una isa. «Lusía, qué mayor teah hecho. Qué poco grasioso». Me la imagino diciendo eso, ¿a que sí? Y así es.
Qué mayor te has hecho.
Eso se nota en muchas cosas. Estás más alta, y ya eres una pequeña mujercita. También se nota en tu forma de ser, que sigue siendo mágica. Haces cosas de preadolescente, claro. Pequeños gestos de esos de «ay papá/mamá, no lo entiendes» mientras haces un rolleyes de esos de tu adorada Millie.
Y aún así sigues siendo nuestra Lucía pequeñita a ratitos. Mantienes esa inocencia bendita, esa nobleza, ese buen conformar que ya es famoso en el mundo entero con tu «Ah, vale» con el que lo aceptas todo cuando otros niños estarían pataleando y dando gritos. Qué suerte tenemos con eso. Mamá y yo vemos niñas que quieren ser mayores antes de tiempo y siempre decimos la suerte que tenemos y que tienes: tú te haces mayor como debe ser: sin dejar esa parte de niña que no deberías dejar nunca. Sin renunciar del todo a seguir siendo (un poco) pequeña. No te desprendas nunca de esa parte. Ese es mi segundo deseo para este cumpleaños.
Eso lo veo en cómo sigues jugando con Javi, tu hermano que te adora y te idolatra. Y si no sabes qué es idolatrar al leer esta carta, luego te lo digo. Un año tras otro lo vemos mamá y yo y alucinamos: la forma en la que os queréis, la forma en la que jugáis, la forma en la que reís y habláis… es increíble. No se ve mucho y es un tesoro. No perdáis eso, ni siendo mayores. Es algo que te pido por favor. Que os pido. Ese es mi tercer deseo.
Sobre todo porque aunque ya empiezas a querer tener tu sitio propio, dejas que Javi te siga y te acompañe. Compartes hasta tus amigas, aunque a veces lógicamente quieras estar tú sola con ellas. Como con tu súper amiga del alma (¡Kalú!), con la que también tienes esa relación especial y maravillosa que espero que sea siempre tan genial y que hace que de alucinante que es a mamá y a mí nos explote la cabeza.
Mi vida, eres tan preciosa. Tan especial. No cambies, por favor.
Ese es mi cuarto deseo.
Es, de hecho, el más importante.
No dejes de hacer payasadas como el «bum», o los labios-morritos de Keira Knightley, o el ‘Oh my god’, o el bailecito del ‘around the world’ que tanta gracia le hace a mamá. No dejes de sorprenderte, no dejes de ser tan cariñosa, buena, y noble. Y por favor, no dejes de reír como lo haces. A ver si logramos captar esa risa en fotos, mi vida. Se me escapa una y otra vez, pero da igual. La llevo conmigo siempre en mi corazón. A tu risa y a ti.
Te quiero, mi vidita.
Tu papushki.
Vale que es tu blog Javi, pero que empalagamiento de post…. :S
😉 Las cartitas a mis niños que no falten.
:_)
🙂
Verlos crecer es maravilloso.
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