Cómo mola lo de MyHeritage. De verdad. Subes una foto a su sistema —creas una cuenta gratis en un minuto si no la tenías— y su algoritmo de inteligencia artificial genera una pequeña animación en la que la persona retratada pestañea y sonríe levemente.
La gente ha estado publicando en redes sociales todo tipo de pequeños vídeos en los que sobre todo el protagonismo era para viejas fotos de personas que murieron hace mucho. Famosas o no, estas animaciones hacen que de repente esas personas vuelvan a cobrar un poquito de vida, aunque sea con unos movimientos imperfectos y que a menudo deforman las facciones y hacen poco reconocibles a las personas de las fotos.
La gente, por supuesto, ha estado haciendo el chorra con esta opción. Han creado animaciones de estatuas como la de Zeus, de retratos como el del caballero de la mano en el pecho de El Greco (en el hilo hay unos cuantos más curiosos) o de personajes de ficción como el Joker, pero cuando yo he visto la historia lo primero que me ha salido es un sarpullido.
Me pasa con todos estos fenómenos virales que alguna empresa o algún avispillas crea por al amor al arte. O eso parecen decirnos todos, porque este es un nuevo ejemplo del cada vez más célebre «si no pagas por el producto, tú eres el producto». En este caso el producto, claro, es tu cara. Tu foto. O aquella que quieras subir, y que engrosará las gigantescas bases de datos que se se están alimentando de nuestra peligrosa adicción a estas pequeñas atracciones virales.
Pasó con TwinsOrNot.net, con el que Microsoft te encontraba un doble —yo claramente tengo sangre azul, como se puede ver en la imagen—, o con How-Old.net, que calculaba tu edad en base a una foto, también de la mano de Microsoft. En Redmond parecen obsesionados con el tema, y en la misma época se empeñaron en recolectar más fotos, esta vez con la excusa de dejarnos ver qué tal nos quedaría el bigote.
Pero claro, Microsoft está lejos de ser la única con esa manía de recolectar nuestra cara con pequeños juegos virales. El caso más famoso lo tenemos en FaceApp, la aplicación absolutamente viral que desde hace años nos bombardea para mostrarnos cómo seremos cuando seamos ancianos, o qué aspecto tendríamos si fuéramos del sexo contrario.
También aparecen este tipo de cosas en redes sociales como Twitter con el célebre #10yearchallenge que nos hizo compartir imágenes de cuando teníamos 10 años menos. De repente Twitter tenía una estupenda base de datos de fotos nuestras que a menudo hacían trabajo doble, porque al incluir también las de nuestro yo actual permitían a esos algoritmos de reconocimiento facial tenernos aún más fichados de lo que ya nos tenían.
Yo llevo años en plan paranoico con este tema. Escribí un tema titulado «¿Por qué quiere Microsoft vernos tanto la cara?«, pero la misma idea se puede extender al resto de iniciativas de este tipo. Para mí la idea es bastante clara: para recolectar fotos nuestras y potenciar un futuro sistema de reconocimiento facial maravilloso y preciso casi al 100%.
«Venga JaviPas, no seas exagerado», me diréis. Y lo intento, y entonces viene el argumento irrefutable. ¿Por qué estas empresas iban si no a procesar todas esas imágenes para darnos la solución? ¿Por que sí? Si sus intenciones fueran inocuas, ¿por qué no ofrecer la descarga de aplicaciones que lo hicieran en local? Así no habría (tantas) sospechas de que tenemos que subir una foto a ningún lado: la aplicación propietaria haría el trabajo, pero en nuestro ordenador, sin suspicacias.
Yo siempre me remito al caso de Picasa. Esta prodigiosa aplicación que Google la compró en 2004 a sus creadores, Lifescape, y la ofreció gratuitamente. En 2009 llegó una opción alucinante: Picasa 3.5 ofrecía reconocimiento facial de forma nativa en tu PC. Tenías que currártelo un poco y «entrenar» el software corrigiendo las caras que efectivamente coincidían con las que no de la persona a etiquetar, pero lo cierto es que esa función era maravillosa para quienes gestionábamos fotos en local.
¿Qué pasó? Su desarrollo se fue apalancando porque Google quería apostar cada vez más por sus servicios en la nube. Google Fotos hacía exactamente lo mismo y mucho más sin que tú tuvieras que hacer casi nada, y finalmente Picasa dejó de actualizarse en 2014. Podías seguir usando la vieja versión —yo lo hago—, pero Google Fotos (o Photos) hacía tan bien el trabajo que muchísima gente acabó metiendo todas las fotos allí porque era gratis hasta que dejó de serlo.
A mí, como dije en mayo de 2017, Google Photos me aterrorizaba.
Claro que me gustaría meter todas mis fotos en Google Fotos y olvidarme de tener que organizarlas. Me fliparía. Quizás algún día me rinda y lo haga. Pero hasta entonces, seguiré resistiéndome (un poco) a toda esa avalancha de servicios, aplicaciones web y herramientas gratuitas (o muy baratas) que lo ponen todo fácil y que acaban teniendo un inquietante poder sobre todo lo que es (o era) tuyo. Tus fotos, tus textos, tus vídeos, tu música. En algunos casos es más difícil evitar ese control, desde luego, y en ciertos escenarios es directamente inviable.
Y sin embargo, yo seguiré tratando de evitar todos estos servicios. No podré publicar un tuit gracioso con una foto de mi teórico aspecto a los 80 años, o de mi parecido con Luis Alfonso, o de mi estupenda facha con bigote, o de mi abuela en plan foto animada de Harry Potter.
A cambio viviré un poquito más tranquilo. Probablemente ya tengan muchos de esos datos por otro lado, me diréis.
Seguro. Yo, de momento, no pienso ayudar a que tengan más.
Saludos, Javi a mí me compraron totalmente con la posibilidad de ver como se vería el rostro de unos abuelos que murieron cuando yo era muy niño y tener también una mini animación de mi padre del que solo tengo fotos mas no videos, aunque solo murió hace 3 años… ni siquiera me quedo alguna grabación de su voz, en mi caso esa parte me toca mas ya que perdí todo contacto con el desde los 6 años hasta los 28.
Entonces usarlo para ver Pseudo videos de seres queridos me pareció bien. Al final pudo mas el sentimentalismo que la prudencia.
Me pasó exactamente lo mismo.
Mi madre murió hace 6 años y solo existían unas películas en Super8 que se arruinaron (ademas no tengo proyector) y poder volver a ver a mi madre moviéndose y sonriendo me hizo caer en la tentación.
Claro, entiendo que es una buena forma de tener un recuerdo curioso de gente que ya no está. Difícil resistir este tipo de temas, claro, y que a mí estas cosas me den repelús y me condicionen no es tampoco tan importante. Saludos!
Completamente de acuerdo.