Leía esta mañana en CNBC un artículo sobre Bill Gates y cómo en cierta forma él se reconocía en Michael Jordan en una cosa: la forma de tratar a sus compañeros y subordinados. «No fui un amorcito», decía un poco en tono irónico.
No lo fue. Hablé de Gates y de su pasado como capullo del reino hace un año. Ahora es difícil no alabar todo lo que está haciendo: se ha convertido en un estupendo filántropo, un sabio casi entrañable que parece tener buen criterio para responder a preguntas muy difíciles que a otros se nos escapan. Por ejemplo, la de cómo repartir miles de millones de dólares de tu fortuna en proyectos que realmente ayuden a tratar de mejorar el mundo. Parece una tontería, pero tiene mucha más miga de la que parece.
El caso es que en la entrevista Gates —que podéis escuchar íntegramente en este podcast, yo ya lo tengo guardado para darle un tieno— admitía que en aquella época de su vida lo único que importaba era el trabajo. El entrevistador hacía referencia a Michael Jordan y a lo que se había dejado entrever en el fantástico documental ‘The Last Dance‘ —si no lo habéis visto, estáis tardando—. Para muchos Jordan ha sido el mejor jugador de la historia, pero su trato con sus compañeros de equipo (o con los rivales) era bastante discutible.
Como Jordan, Gates decía que no exigían nada a nadie que no se exigieran a sí mismos. Y luego, al compararse con Jordan o con Jobs en esto, decía «no lo excusa del todo, pero al menos muestra de dónde vienes, que estás proyectando tus propios valores y estás intentando que todo el mundo dé tanto como tú».
El resto del artículo se centra en esa idea, y yo me pregunto si es posible triunfar de esa forma tan asombrosa en cualquier ámbito de la vida y hacerlo sin convertirte en un capullo. Uno que luego igual se redime, como Gates, pero que desde luego lo ha sido para lograrlo.
Los ejemplos son numerosos. Por todo lo que he leído —no les conocí o no les he conocido, así que igual son bellísimas personas— Jobs era un capullo, Bezos es un capullo, Larry Ellison es un capullo y Zuckerberg es un verdadero capullo. Pero el caso es que no todos son así, claro. Nadella no parece ser demasiado capullo, y tampoco lo parecen Musk, Brin, Page, Cook o Cook. Tendrán sus cosas, pero no parece que tengan a la gente absolutamente asfixiada. No tengo datos suficientes para valorar ni en una u otra postura, pero lo que sí tengo claro es que llegar a esos sitios pasa una factura muy gorda. Una que luego la gente puede llevar mejor o peor —no veo a Bezos o a Zuck preocupados por su mala fama— y con la que supongo que acabarán estando más o menos a gusto.
Lo que vemos en tecnología es extensible a otras áreas, por supuesto, pero mi limitada experiencia —nunca he trabajado en una súper gran empresa— me dice que se puede tener mucho éxito sin ser un capullo. Se puede ser un buen jefe y un buen líder de otras formas. El propio Gates cerraba ese apartado reflexionando al respecto.
«Ahora que soy más viejo, creo que soy más sutil a la hora de motivar a la gente sin tener que presionar tanto».
Pero claro, añade que ahora tiene familia e hijos: cuando no tienes otra cosa más que el trabajo, el enfoque probablemente cambia. Yo he tenido unos cuantos jefes ya a estas alturas y he tenido bastante suerte con la mayoría de ellos, pero he oído historias terroríficas de amigos y conocidos que han vivido el terror de situaciones similares a las que Gates o Jobs hacían vivir a los suyos. Ninguno me dijo que eso les había hecho trabajar más y mejor. Igual Gates y Jobs lo lograban —eso dicen las leyendas—, pero insisto, creo que hay otras formas de motivar sin hacer sentir a la gente miserable.
Sin ser un capullo, vaya.
No se si es necesario ser un capilla, pero sí tengo claro que si lo eres necesitas otras habilidades a nivel excepcional para obtener ese rendimiento. El típico campo de distorsión de realidad de Jobs, la capacidad de picar el amor propio de Jordan… Puedes ser solo un capullo y tener mucho éxito, como Bezos, pero no creo que por ejemplo él sea conocido por sacar lo mejor de sus empleados. Hace falta un plus que compense esa capullez
Me parece que hay un matiz importante entre los capullos y los no capullos: todos los capullos fueron fundadores de la empresa, los no capullos eran empleados.
Es una diferencia sustancial y resulta más fácil caer bien cuando lo que te juegas no es tuyo (hablo como emprendedor).
Con esto para nada quiero justificar sus comportamientos -ahí la ética y prioridades de cada uno- sino simplemente añadir ese matiz.
Saludos!
Interesante artículo. Realmente hace falta ser un cspullo, porque hay que tomar decisiones no populares.
A ver, el jefe de una oficina cualquiera si es un capullo es para matarlo. Posiblemente sea un pobre desgraciado frustrado que la paga en sus subordinados. Todos esos jefes no tienen que ser capullo.
Pero si yo monto una startup y mi socio es un genio y un imbéci, pero pienso que puede hacer que nuestra miniempresa con 10 trabajadores triunfe, adelante.
Qué os creéis que pensaban los jugadores de segunda fila de los bulls? Estaban encantados de Recoger anillo tras anillo gracias a un capullo gigante, como era Jordán, pero joder, dame un capullo gigante en mi vida que me ayude a triunfar.
En resumen, sí, hay que ser un capullo, no es fácil ser líder, hay que tener mucha personalidad para mantener tus ideas. Fuera de ahí, cualquier jefe tirano, es directamente gilipollas.
Disiento un poco de la afirmación de que Michael Jordan no tratara bien a sus compañeros. He visto el documental entero y, a mi parecer, eso no se trasluce. De hecho, creo que alguno de los que sale «maltratado» luego no ha respaldado esa impresión.
Posiblemente mezclemos tratar mal a los demás con ser exigentes. No es lo mismo. Y más en entornos de liderazgo. Ser un capullo, a mi entender, es vejar a las personas; aprovecharse de ellas; no reconocerles mérito alguno; cosificarlas; establecer objtivos que exigen no tener la más mínima vida familiar o personal, etc. Ser exigente es establecer una cultura de la excelencia con objetivos elevados donde el líder tiene un estándar de nivel de atención, detalle y requerimientos que eleva el nivel colectivo.
Dicho de otro modo, se puede ser muy exigente sin ser un capullo y se puede ser un capullo sin ser muy exigente. Desconozco si Bill Gates trataba mal a sus equipos, pero del documental de MJ no se aprecia ningún desprecio a ningún compañero, solamente una persona que mantiene la tensión colectiva para que nadie se relaje y pueda dar lo mejor de sí personal y colectivamente.
Para triunfar no hace falta ser un capullo, pero sí ser inconformista.