Primera gráfica:
Segunda gráfica. ¿Adivináis la empresa?:
Tercera gráfica ¿adivináis también la evolución de qué índice muestra?:
Hoy voy a hablar de burbujas. De acciones. De apuestas, de especulación, de juegos de azar. De inversión, de economía, de hacerse rico sin esfuerzo. De bitcoins. De duros a cuatro pesetas. Es decir, voy a hablar de temas de los que tengo más o menos la misma idea que el 99,99% de los mortales. Muy en plan cuñao. Es una reflexión de cómo veo la situación y de mi percepción de ella. Una que suele cimentarse en la aversión al riesgo -mal vamos, JaviPas, las burbujitas no son para ti- y la creencia de que (casi) nadie, como decía, da duros a cuatro pesetas.
Pero comencemos por el principio. Ese principio, al menos en este caso, se sitúa cuando hace meses comencé a hablar con un amigo de temas de inversión. Estoy absolutamente pez en esto, pero él me contaba con entusiasmo cómo se había empapado de un tema en el que confiaba a tope: la inversión en acciones de empresas que pagan dividendos.
Para él todo tenía sentido: una inversión a largo plazo en la que teóricamente no deberías preocuparte demasiado y en la que simplemente hay que ir tratando de reinvertir esos dividendos para que cuando seas mayorcito te quede un colchón majo. Una especie de plan de pensiones a medida y en el que además estaba aprendiendo cosas interesantes.
La idea no es mala, creo yo, y en esencia es lo que ofrece cualquier fondo gestionado por profesionales: deja tu dinerito quieto, que (si todo va bien I) a los 20 o 30 años te habrá dado unos beneficios majos sí o sí. Es una alternativa como cualquier otra, y esa apuesta es tan válida como la de comprar un piso y alquilarlo para (si todo va bien II) ir amortizando esa inversión y (si todo va bien III) acabar quedándote con él, por ejemplo.
Hay también otras opciones más arriesgadas, pero más llamativas. La primera, la de las criptodivisas, que curiosamente llevan bastante tiempo comportándose de forma casi aburrida. Bitcoin está jugueteando con la barrera de los 11.000 dólares desde hace tiempo, y básicamente ese es el valor que tenía hace un año, curioso. No hay fiebre bitcoin ni fiebre criptos porque de momento no sirven más que para especular y quizás como valor refugio. Y como ni suben ni bajan mucho, están ahí, como quien no quiere la cosa.
Donde sí hay lerele es en las acciones de las empresas tecnológicas. La primera gráfica con esos seis ejemplos lo demuestra, pero por si os quedaba alguna duda, en la segunda gráfica está la evolución de quien realmente se ha forrado con la pandemia. Se trata, cómo no, de Amazon, que parece no tener tope. Como sus compañeras de aventuras, claro: Microsoft, Google, Apple o Facebook muestran similares evoluciones astronómicas, y lo mismo, pero incluso más acentuado, ha pasado en Tesla, Zoom, o en otras del ramo. Ver esas gráficas suele generar de forma natural dos reflexiones iniciales:
- Debería comprar acciones de esas empresas.
- Debería haber comprado hace tiempo acciones de esas empresas.
El otro día, de hecho, estuve buscando alternativas para hacerlo de forma segura y sin que me coman las comisiones. Hay unas cuantas opciones ahí y eso es lo de menos: lo importante es que al final no compré y no tengo nada claro que lo haga, quizás porque también vi la tercera gráfica, que no es otra que la evolución del IBEX, el índice bursátil español. Lo cierto es que tanto entonces como ahora la que me domina es la tercera reflexión:
Esto es una burbuja y va a petar.
Que puede que no, por supuesto. De hecho uno se puede apuntar a la movida y disfrutar del viaje. Imagina que tienes unos eurillos que no van a ningún lado: pues oye, los metes ahí como quien juega a los euromillones, ¿no? Correctísimo.
Aquí me gustaría enlazar a dos textos que he leído estos días y que me parecen estupendos. El primero, ‘Anatomy of a Bubble – Tesla and Bitcoin‘, de Endless Metric. El autor hacía aquí un recorrido por su experiencia cuando invirtió bitcoin y se forró, y compara ese momento con el que ahora se está viviendo en las bolsas con acciones como Tesla. A él le parece una burbujita. Si piensas invertir en ella, avisa «ese barco ya ha zarpado. No digo que no vaya a subir, pero el perfil de riesgo/retorno ahora mismo no va a tu favor». Luego dice algo más llamativo pero que parece una perogrullada: «esto es apostar».
Pues claro que es apostar. Como cualquier otra inversión. Como comprar bitcoins o cualquier otra criptodivisa. El chico eso sí, da razones interesantes y desde luego hace pensar que a la burbujita de Tesla, como a otras similares, no les queda mucho para explotar.
Yo, sin tener ni pijotera idea de esto, creo que lo que está pasando no tiene sentido. A ver, que Elon es como Tony Stark pero en real: no para de crear empresas alucinantes y no para de lograr cosas impensables para el común de los mortales, pero, ¿de verdad Tesla es tan buena como para valer lo que vale? Cuidado, no digo que no sea estupenda: yo quiero tener un Tesla algún día. Eso no significa que el sentido común me diga que no puede ser que su valor en bolsa sea el que es actualmente. Análistas de aquí y de allí dicen de hecho que sus ingresos deberían multiplicarse por 40 para justificar esa valoración bursátil.
Lo curioso es que aunque a Tesla no le veo tanto sentido, hay otras a las que sí se lo veo. Amazon, por ejemplo, parece apuesta segura, sobre todo cuando cada vez la usamos más. Lo hace todo tan bien en el terreno del usuario final que es difícil pensar en prescindir de ella: hacerlo nos haría la vida más incómoda, y (casi) nadie quiere eso. Teniendo en cuenta cómo la pandemia está cambiándolo todo, si Amazon ya parecía una opción segura antes no sé como llamarla ahora. Su crecimiento, aunque también exagerado, es como si estuviese justificado. ¿O no?
Lo mismo podría decir del resto de tecnológicas, que en mayor o menor medida contribuyen a hacer posible que nuestra vida en el confinamiento y en la nueva normalidad sea más llevadera. Zoom es el ejemplo claro de eso, y por si no lo visteis, su valor en bolsa se disparó el otro día cuando presentó resultados fiscales y se vio que sus ingresos y beneficios se habían disparado. No sé a quién le sorprendió, pero a mí no. Lo que sí me llama la atención es que el valor de una «caquita» de empresa con apenas 2.000 empleados supere el de Starbucks o Boeing. Es, diría, hasta lamentable. Eso me hace de nuevo pensar en que algo anda mal y que igual esto es una burbujita en la que mejor no meter baza por lo que pueda pasar.
Eso me lleva a la segunda lectura, que me ha parecido absolutamente maravillosa y que se titula ‘The Tech Stock Party Looks Like Fun; Thanks For Inviting Me‘. Es un texto reeditado en Seeking Alpha y sencillamente prodigioso de un tipo llamado David Blue (el original, aquí) que resume el que probablemente es el sentir de muchos inversores y analistas: vale, puede que estemos en una burbuja, pero y lo bien que lo estamos pasando, ¿qué? El análisis comparativo de la anterior burbuja parecía descartar que de momento estemos en otra. O al menos, que vaya a explotar pronto.
En 1995 a 2000, el NASDAQ creció un 400% y el PER llegó a ser de 200. Desde 2011, indicaban en ese artículo, el crecimiento del NASDAQ ha sido de un 330% y su PER es de 90. Tranquilos todos, invertid que a esto aún le queda cuerda, parece decir. Los dos últimos párrafos son estupendos, porque tras todo su análisis —el desastre de las puntocom no tiene nada que ver, aquello eran empresas que tenían un sitio web y poco más— el chico parece dejar claro que a él se la refanfinfla: una vocecita le dice constantemente que no invierta, pero en un momento en el que la voz se calla abre Robinhood —la plataforma/aplicación de moda para inversores—, compra unas cuantas acciones de Peloton —la plataforma/aplicación de moda para quienes se ejercitan en casa— y tras el chute de adrenalina se va a hacer sus cosas. «Para cuando cierra el mercado, esas acciones han subido un 35%. Me abro una cerveza».
La cuestión es: ¿cuántas cervezas quedan por abrir?
Qué chungo esto de las burbujitas.
Como cantaban los Mojinos:
«Queremos ser,
queremos ser,
burbujitas del anuncio de Freixenet»
🙂