Tiempos extraños, terribles y peligrosos.
Extraños por las contradicciones. Por cómo lo están pasando unos, por el horror y el dolor —Andrew, amigo, va por ti— y cómo lo estamos pasando otros. Por todo lo que leemos, vemos y oímos pero la inmensa mayoría, afortunadamente, no sufrimos. Aquí estoy yo tan tranquilo en el mini-resort burgués, encerrado. Como si eso fuera un problema. Como si no poder salir a la calle fuese un problema.
No es un problema. No al menos por ahora: mi casa no es ni mucho menos una prisión. Nunca lo ha sido, pero de hacer la analogía, habría que calificarla como una jaula de oro o una cárcel de cristal. Una en la que a uno —al menos, insisto, a mí— no le importa nada estar. Llevo desde el día 11 sin salir (miento: dos excursiones a tirar la basura) y a priori creo que podría estar mucho más. Pero claro, aquí todo va bien, de momento tenemos de todo y sobre todo, estoy con mi familia. Mucha gente está sola, y para ellos y ellas la cosa es más dura.
De ahí lo de la contradicción. Lo de sentirme como un pequeño hipócrita aplaudiendo a las ocho de la tarde todos los días. Te hace sentirte un poco mejor aun a sabiendas de que hay tanta gente pasándolo mucho peor. Desde toda esa gente que se juega la vida todos los días —desde el médico a la gente de la limpieza— mientras los que estamos en casa nos preguntamos a otros qué tal va todo como si estuviéramos en la guerra. Por favor.
Son además tiempos terribles y peligrosos. De benditos malditos segundos para algunos, pero de malditos segundos para otros. Para la mayoría de los que estamos en casa esto no es para tanto. O para nada. Nos quejamos de estupideces, como hacemos siempre. De estar 24 horas en casa con los niños, de tener que hacer con ellos los deberes, de no tener tiempo. O de tener demasiado.
Yo aquí como siempre pediría un poco de perspectiva. Mientras tú te quejas de que los niños no puedan salir a la calle, de no poder ir a por el pan o de no poder salir a correr, pequeño egoista, hay mucha gente que está pasándolo realmente mal. Gente que está en un hospital en la UCI o peor, que está esperando a que le toque la lotería y le dejen estar en la UCI porque esa es su única esperanza. Gente que está pasando por eso sola, sin poder estar en contacto con su gente. Y con su gente pasándolo casi igual de mal por no estar por ellos. Qué terrible estar tan mal sin compañía. Qué horrible. Recuerdo esa reciente estancia de nuestro pequeño Javi en el hospital del verano pasado y vuelvo a darme cuenta de la suerte que tuvimos también entonces. Porque oye, qué rollo estar 11 días en el hospital con tu hijo (y bien atendidos, y con WiFi, señores), sin poder hacer mi vida que es lo que me toca. Qué pensamiento tan egoísta y estúpido. Y luego sales, y recuperas tu vida, y te olvidas una vez más de las cosas importantes.
Hablaba con un amigo ayer de toda esta situación y él me decía que esto igual acaba siendo un toque de atención para mucha gente. Que aquí nos estamos dando cuenta de lo que tenemos y lo que podríamos perder. Y luego ves y oyes a la gente de tu alrededor insultando desde los balcones, con sus memes y algunos comentarios tristes, repugnantes y deplorables, y te dices: «ni de coña. No tenemos solución». Afortunadamente sigue habiendo unas cuantas excepciones, así que hay que hacer lo de siempre. Pafuera lo malo.
Y mientras mucha gente lo está pasando realmente mal, otros intentamos no decir demasiado alto que esto no es tan duro. Y nos comparamos, como decía hoy Sergio del Molino en una columna estupenda en El País, con generaciones del pasado. «Recurrimos a modelos e imágenes del pasado y de la literatura». O del cine, añadiría yo.
Como si pudiéramos comparar esto con aquella pandemia de gripe de 1918 —qué huevos llamarla ‘gripe española’— que mató a entre 20 y 50 millones de personas y que se queda pequeña frente a la peste negra (100- 200 millones según distintos datos), cuando el coronavirus ha matado hasta ahora a unas 31.000 personas. O como si pudiéramos comparar esto con quienes se quedaron en casa (o en refugios de cualquier tipo) durante días, semanas o meses por la guerra.
O como decía del Molino, como si pudiéramos poner una referencia mucho más suave y compararnos con aquellos vigías de Herbeira. Aquella gente que a principios del s. XIX tenía que vivir en una casa de piedra de 20 metros cuadrados para avisar de si Nelson se acercaba o no a la Península. Mucha más gente lo pasó mucho peor entonces. Esos millones de personas que murieron por la pandemia de 1918,
Mucha más gente lo pasó mucho peor entonces. Esa gente de la Edad Media, esos que vivieron la gripe española o los refugiados de guerra sí lo pasaron mal en sus casas. Estar encerrado entonces era una pequeña condena. Hoy las casas no son un encierro porque estamos hiperconectados. Como decía del molino,
Estamos dentro sin dejar de estar fuera, y los demás nos acompañan, aunque no podamos tocarlos ni gritar con ellos en una plaza.
Y sobre todo, como decía él, tenemos WiFi.
Eso, dirían los antiguos, es trampa.
Cuidaos mucho.
Efectivamente, no solo no estamos tan mal, sino que este confinamiento nos está haciendo descubrir muchas cosas buenas. Tiene su parte buena, y no es pequeña.
Cierto, anhelo ir a dar una vuelta en moto o salir a bucear. Da un poco de rabia, porque ahora hace bueno. Pero de noviembre a febrero hubo varias tandas de dos y tres semanas en las que tampoco se pudo poner un pie en la calle. Y simplemente era lo normal.
Además, así coges luego moto y buceo con más ganas luego. Todos apreciamos más ahora todo eso que considerábamos «normal».
Y en el fondo, todo esto gracias a esa pequeña gran cosa que llamamos electricidad. Si petase eso, olvídate de pandemia, de comida conservada y de, incluso el trabajo como lo conocemos. Sería un shock mayor, aunque no menor al de la falta del petróleo (aunque ahí hay margen, duro, pero margen).
Es bueno ponerse en perspectiva, y asombra lo mucho que le debemos en nuestra civilización a dos cosas como el petróleo y la electricidad. Por supuesto, podríamos apañarnos sin ellos. Pero después de una fuerte contracción económica y un cambio general de todo (posiblemente incluso de formas políticas, intercambios y relaciones sociales).
Esta epidemia la considero una prueba de estrés («stress test»), no solo a la población, sino a la forma de gobernar, a la gestión de los recursos, y sobre todo, a la cultura de vida que tenemos.
Como dices, vamos con «trampa» contra la epidemia en comparación a nuestros antepasados, nada que ver en medios y formación.
Desde un punto de vista antropológico, es oro puro y una ocasión para aprender.
Claro, los bienes de primera necesidad (agua, luz, alimentación) los doy por descontados también. Sin ellos esto sería un absoluto infierno.
Y muchos de nosotros en Argentina con menos de 20 fallecidos, en cuarentena total hace 10 días, mirando con horror en nuestros noticieros entrevistas sobre nuestra «madre patria», quejándose muchos de que tomamos una decisión «demasiado rápido» y pidiendo el fin del encierro. Es verdad que los Argentinos no tenemos una «tradición» en grandes gestas, pero como decís vos, tenemos Wifi y eso es trampa. Cómo decimos acá #Yomequedoencasa. Un saludo enorme
Curioso aquí el clima es de que siempre se ha ido por detrás y que no se ha hecho nada bien, si se atiende a las cadenas reenviadas por WhatsApp y a lo que se comparte en Facebook y otros medios. Que es un desastre absoluto. Mucho «Capitán a Posteriori» tenemos por aquí que, independientemente de que se hayan hecho cosas mal, está intentando aprovechar la situación. En vuestro caso, más o menos lo mismo pero de signo contrario: se acusa de exageradas a las autoridades. Pero en el fondo es el mismo perfil de persona, la que siempre va a criticar lo que se está haciendo, sin importar qué y cuándo se hace. En este tipo de situaciones lo importante es apoyar a las autoridades y actuar con civismo. Ya habrá tiempo para pedir responsabilidades.
Aquí se le está dando mucha importancia a lo de salir a aplaudir al balcón, esperemos que luego esos que aplauden ahora traten con el mismo respeto a los que se juegan la vida por ellos en hospitales, comisarías, etc, cuando esto termine. Siempre han estado ahí, siempre están ahí y siempre estarán ahí cuando los necesitemos y eso no podemos olvidarlo.
Eso es. Siempre se ha dicho que en España tenemos 40 millones de entrenadores de fútbol que se creen los mejores del mundo. Lo que creo que hay son 40 millones de expertos en todo, política, economía y pandemias incluidas.
Habrá mucha gente que acuda al «Os lo dije», por supuesto. Muchos capitanes de esos que dices, pero igual a alguno se le puede destapar ahora que las redes sociales son esa maldita hemeroteca.
Veremos. Lo importante ahora es que esto termine pronto y que afecte lo mínimo posible. Cuidaos todos.
Qué bien lo habéis hecho allí entonces Héctor, enhorabuena. Ánimo y saludos!
Que puedo decir Javi, nosotros desde Costa Rica vemos con cierto horror la situación tan trágica que se ve en las estadísticas con USA, España e Italia donde en el caso de España e Italia van por más de 700 muertos diarios y aquí tenemos 2 desde hace más de una semana y eran mayores de 87 con una comorbilidad que los ponía en todavía más peligro. Y vamos a hoy domingo por 314 contagiados.
Ya nos tienen en cuarentena pero mucha gente ha estado irrespetando el llamado a quedarnos adentro y ver como USA va de casi 20mil casos diarios es cuestión de esperar para que eso pase aquí. Esta «comodidad» actual nos va a jugar una mala pasada.
Definitivamente algunos estamos muy bien acomodados en nuestras casas. Ya veo como mucha mucha gente va a sufrir de los efectos colaterales tan violentos que se nos vienen en cuanto a falta de dinero para sobrevivir. Ya hay muchos desempleados y esos no van a esperar sentados a morir de hambre.. y cuando eso pase, el caso será peor.
Siento que por nuestra parte, nosotros los que tenemos todas las comodidades por ahora, es mejor ayudar en la medida que podamos, quedarnos en la casita tranquilos, disfrutar de todas las ventajas que nos ofrecen los tiempos actuales en comparación al pasado y esperar que esto pase más pronto que tarde y lo menos duro posible.
Saludos a todos. Optimismo ante todo que vamos por más de 150mil recuperados y esa cifra verde, esa pequeña cifra verde que a veces no vemos es lo que todavía me da esperanza de que el mundo no se nos caiga más de lo que ya se cayó (y se caerá). La economía sí que tendrá un cambio, este sistema tan insostenible que teníamos está a prueba absoluta y espero que estos signifique algo para cambiarlo
Que siga así por allí Scrappy, aquí aún nos quedan semanas muy malas, y como dices, veremos la torta económica de después. Esa va a ser otra.
Muchas gracias, Javi, por tu perspectiva y empatía. Y gracias también por el gràfico que adjuntas, lo voy a compartir. Marc.
De nada Marc, claro, sale duro, saludos.
Bravo. No podría estar más de acuerdo con tus palabras.
Gracias Kazu.
Realmente, y no me apedreéis por esto, esta es una pandemia light; si hubiese sido ébola estaríamos muertos la mitad de la población.
Me preocupa muchísimo más lo fácil que es secuestrar la libertad de la gente, el bofetón económico que se avecina, la nula preparación de nuestros dirigentes y, sobre todo, que este problema ha sacado a la luz lo peor de la sociedad. También lo mejor, sí, pero queda ensombrecido por el comportamiento de muchos que se ha erigido en «gestapo de balcón».
Igual tengo un día malo.
Pues para México viene la parte dura, estamos en el inicio de crecimiento de la curva de contagios y espero las acciones que está impulsando el gobierno, con apoyo de la población ayuden a aplanar la curva. Lo que si no sé cómo vamos a sobrellevar el la crisis post covid, nuestro presidente deja mucho que desear y se nos viene una recesión de esas de antología.