Si me leéis doy por sentado que estaréis al tanto de todo lo que está ocurriendo en los días previos al Mobile World Congress de Barcelona. El pánico La preocupación que ha generado el Coronavirus es tal que grandes y pequeños expositores están cancelando total o parcialmente su participación en la feria de la movilidad más importante del mundo.
El desastre es mayúsculo para quienes planteaban este encuentro como clave para la que acaba siendo punto de inflexión en la industria: en esos días el segmento vuelve para volver a nacer. Tu S10, tu P30 Pro (o el mío), tu LG V50 o tu OnePlus 7T (bueno este no tanto) dejan de ser lo último de lo último para convertirse en terminales antiguos.
Sacar pecho y poder decir que lo nuevo es claramente lo mejor es importante para las marcas, así que lo que está sucediendo en estos días es un mazazo para las marcas, para la industria y, claro está, para Barcelona, cuyos ingresos directos e indirectos supongo que acabarán afectados por los diversos plantones que se están anunciando.
Ya son unas cuantas las que han dicho que no irán (Amazon, NVIDIA, LG, Ericsson, Sony), mientras que otras modifican sus planes (TCL) y otras parece que sí estarán como si no pasara nada (Xiaomi, OPPO, Realme, Huawei, Motorola). En el sitio web oficial la cosa es tan preocupante que hasta muestran un apartado especial con las recomendaciones y consejos que ofrece la GSMA para evitar males mayores con el Coronavirus.
Eso, claro, cuando aún quedan dos semanas para el pistoletazo de salida de una feria que es punto de encuentro de industria y usuarios. Yo cubrí unos cuantos MWC en el pasado, pero hace tiempo que no voy y la verdad, me alegro de no hacerlo. Y mi madre, como decía Antonio, más.
Es inevitable no preocuparse, y en esta era de la desinformación ya no sabe uno si de hecho se está preocupando mucho o despreocupando demasiado. Del Coronavirus todo me parece como distante. Rollo «bah, es un tema de China, imposible que llegue aquí«. Luego te das cuenta de la realidad, sobre todo leyendo a tus compis —temas como este de Dronte o este de Santiago Campillo lo dejan todo un poco más claro—. Una realidad que te pone en perspectiva y que deja claro que comparar el Coronavirus con la gripe es estúpido y peligroso (lo explican bien en Wired) y ponerse en plan agoreros en plan World War Z. Ya sabéis, con los contagiados haciendo castelets así por las buenas para contagiar hasta al apuntador.
Lo cierto es que ante algo así yo habría reaccionado probablemente como LG. Oye, que tampoco es plan de arriesgar, mejor no tentar la suerte y tener a la gente relativamente a salvo en sus casas. Luego claro, lees cómo eso está afectando por ejemplo a las plantas de producción de tecnología —y eso es cierto para el resto de segmentos— y te das cuenta de que estamos ante un verdadero problemón.
En el tema del MWC quizás no todo sean malas noticias, ojo. Ya lo dije hace años cuando preguntaba aquello de ‘¿Qué sentido tiene el CES?‘ y volví a reflexionar sobre si estas ferias multitudinarias compensaban cuando lo que de verdad hacían era meterle a todo el mundo unas prisas del copón. El MWC, como el resto de encuentros de este tipo, es una pequeña pesadilla: el primer día de la feria (no el oficial, los anuncios importantes siempre son un día antes) es un verdadero infierno para los que trabajamos en medios tecnológicos. Es como si un mismo día se jugaran la final de la Champions, el último partido de la final de la NBA y la final de Roland Garros a la misma hora.
No sé por qué las empresas lo hacen así. Se deberían repartir el pastel: yo el lunes, tú el martes, el otro el miércoles. Así cada uno tendría su día de cobertura en medios en lugar de pelearse todos por unas horas en las que la atención de los usuarios difícilmente se puede centrar en un producto concreto.
Por eso digo que este MWC igual es una oportunidad para algunas empresas: de repente van a poder tener eventos quizás más pequeños en cuanto a asistencia, pero que no tengan que traer locos a industria y usuarios tratando de estar en dos sitios a la vez para cubrir su lanzamiento y el del rival.
Es algo que de hecho estamos viendo cada vez más. Samsung presenta mañana sus Galaxy S20, Huawei esperará probablemente hasta marzo o abril para sus P40 Pro (¿sin servicios de Google? Uf) y más tarde probablemente lleguen gradualmente los OnePlus 8 y, claro está, unos iPhone y unos Google Pixel que desde hace tiempo se ríen de eso de presentar móviles en febrero. Me parece de hecho que hacen bien: la época navideña es mucho más grata con esos lanzamientos, y si yo fuera la Samsung o la Huawei de turno cambiaría mi ciclo de lanzamiento para competir con esas marcas en su ritmo, no en uno que a mí, al menos, me descoloca: siempre me parece que esa diferencia de seis meses entre los Galaxy Sxx / Huawei Pxx y los iPhone / Google Pixel es un problema más para las primeras que para las segundas.
Pero ese es otro tema. En los próximos días y semanas veremos de nuevo otro refrito de esos rectángulos que se han convertido en parte integral de nuestras vidas. No creo que podamos ver revoluciones —ni 5G ni las pantallas plegables lo son, de verdad que no, queridos lectores—, pero es que la sensación es que en móviles ya está todo inventado.
Que espero que no, pero de lo que estoy seguro es de que en este MWC no va a haber muchos wows. Dicho lo cual, lo realmente importante es que ese congreso no acabe siendo un caldo de cultivo que acelere contagios de una enfermedad que impone bastante respeto y que espero que tengamos controlada pronto.
Y sin embargo cada año, durante la MWC, hay un pico alto de prostitución y drogas para gente con corbata.
Barcelona es el escenario perfecto para esos ricachones.
Démosle gracias, que las prostitutas este año descansan.
Supongo que es otro de los efectos colaterales de un encuentro así. Y supongo también que no es exclusivo del MWC.