Tecnología

Españistán y el arte del regateo

·

Siempre me gustó  esa forma de denominar a este país de pandereta tan nuestro en el que otra cosa no, pero ideas ingeniosas —las cuentas en Twitter de gente chisposa son legión— y memes tenemos a rabiar. El problema es que esa estupenda alegoría de nuestro país es tristemente real en muchos casos, y aunque aquí hay ejemplos en todos los ámbitos quería centrar mi pequeña queja y reflexión en uno:

Wallapop.

He aquí un prodigio del desarrollo patrio de aplicaciones móviles. Uno de los pocos casos de éxito de los que podemos hablar con (cierto) orgullo en este ámbito. Está muy lejos de ser perfecta, y de hecho la parte del chat y sobre todo sus notificaciones tienen mucho margen de mejora. No sé si estaréis en la misma situación, pero a mí las notificaciones de Wallapop nunca me han funcionado bien y tengo que abrir la aplicación cada cierto tiempo para ver si tengo nuevos mensajes de gente interesada en comprar y vender productos.

Ese es un detalle ciertamente pobre de la aplicación, pero en otros ámbitos hay que reconocerle a Wallapop la virtud de haberse convertido en el Segunda Mano de nuestro tiempo. No conozco a mucha gente que mire ya el Segunda Mano o Mil Anuncios —sitios en los que el diseño web tiene un inconfundible tufo a Geocities y a épocas pasadas— , y la norma al menos en mi círculo de conocidos es usar Wallapop si quieres comprar o vender algo de segunda mano. Hasta eBay, referente online de este segmento hace unos años, es ahora una alternativa menos relevante para muchos (y me incluyo). Igual me estoy equivocando con mis apreciaciones, ojo, pero mi experiencia y mis sensaciones son esas.

Aunque como decía Wallapop tiene problemas, diría que el mayor de todos es el de sus usuarios. En Magnet precisamente contaban no hace mucho cómo allí se pueden dar las conversaciones más extrañas del mundo, y lo hacían con un enfoque y un titular curiosetes. Muy de Magnet, en realidad, y lo sé bien porque es una publicación en la que estuve participando temporalmente —para muestra un botón—.

Sea como fuere, tanto el titular como el texto nos hablan mucho y bien de esa experiencia religiosa que es interactuar con los seres que habitan Wallapop. Seres que en una palabra podrían definirse como especiales.

Lo son desde luego por su forma de comunicarse o por su ortografía, pero también por sus técnicas de negociación. Los ejemplos son múltiples, pero el que más me toca los cojones las narices es el de esa cultura del regateo que jamás aplicamos en la vida real en Españistán pero que aflora de forma espectacular en esta aplicación.

https://twitter.com/Pixelskaya/status/856806726317862912

El ejemplo de esta chica es representativo de toda mi historia en Wallapop. En cuanto pones algún artículo a la venta, lo normal es que la gente interesada te ofrezca la mitad o menos de la mitad del precio que has puesto. A partir de ese momento uno puede tratar de participar en una sana negociación, ignorar a ese ser especial que se cree que eres subnormal o tomar otros caminos como por ejemplo tratar de darle la vuelta a la tortilla y tratarle como lo que es. Un sut-normal, que diría alguien cercano.

Yo hago esto último a menudo. Me ocurre cuando pongo algo a la venta por, digamos, 50 euros y me ofrecen 25. Lo suelen hacer además ahorrando hasta en movimiento de dedos. Ponen «25» sin más. Ni un holaquetal. Así que yo les devuelvo la pelota y contesto con un simple «75».

—¿Pero no estaba a 50?

—Ahora está a 75.

—Puedo darte 25.

—100.

—¿Pero tú de qué vas?

—125.

Y así hasta el infinito. A no ser que tengas una necesidad imperiosa de vender algo, te animo a que practiques este sano entretenimiento. Es probable que muchos te acaben ignorando, pero si uno de esos/as subnormales que además contesta acaba tocándote en la rifa wallapopiense, amigo mío, vas a pasar un rato inolvidable.

A lo mejor no vendes eso que querías vender, pero lo que seguro que logras es pasar un rato interesante con alguno de estos seres especiales que pueblan este maravilloso país nuestro de pandereta.

Que viva Españistán, amigos lectores. Y Wallapop, ya puestos, también.

Suscríbete a Incognitosis

¡Recibe en tu correo las nuevas entradas!

Standard

5 comentarios en “Españistán y el arte del regateo

  1. Allove dice:

    Y estoy seguro que a sus amigos les dirán: mira que inteligente soy, como regateo precios.

    Me fascina la segunda mano aquí, gente intentando comprar cosas por un 20% del precio y gente vendiendo por el 80% algo que, claramente no está «Prácticamente nuevo».

  2. No conocia esto de Wallapop.. y estuve leyendo.
    Ttengo unas dudas, ¿como va la fusión de esa empresa con LetGo?
    ¿Y, cual es la diferencia con, digamos, alguien como MercadoLibre que hace lo mismo o eBay?

    Yo es que no entiendo la proliferacion de aplicaciones con las mismas funcionalidades… No estamos hablando de mejoras pequeñas, sino de la misma cosa solo que con otra fuente, otro orden de los filtros y un logo bonito.

  3. Orlando dice:

    Wallapop es la cueva troll, yo paso de vender algo alli, quise vender unos pilotos y te salia cada personaje.
    La impresión es que la mayoría de gente de wallapop son gente menor de 20 años, de lo contrario no entiendo las conversaciones surrealistas que leo algunas veces, yo lo tengo claro para ventas/compras serias cualquier sitio es mejor, para pasar el rato y reirte esta wallapop.

    • Si dieran la edad media de los usuarios de Wallapop seguramente estaría por debajo de los 30 años, incluso no es raro encontrar a menores de edad vendiendo productos e incluso muchas veces quedando en algún para hacer la venta debido a no tener tarjeta de crédito o de PayPal (personalmente conozoco a chavales que lo usan de esa forma).
      Un saludo !

  4. Con Wallapop me las he traído yo estos días. No por mí personalmente, que ando vendiendo cromos y no va tan mal; sino un niñato que ha intentado estafar a mi novia, y encima actuando como si no lo estuviera intentando. Fue ingresarlo el pago y desaparecer, ¡qué casualidad!

    Al final depende mucho de las personas. Por ejemplo, una vez vendí un libro a más precio del que yo había fijado porque el hombre al que se le vendí me ofreció más por moverme yo donde a él le convenía. Ni tan mal.

    Y algún día alguien me tendrá que explicar ese harakiri de Segunda Mano transformándose en Vibbo y convirtiéndose en un desierto, la verdad.

Comentarios cerrados