El miércoles pasado bajaba andando por la madrileña calle Preciados tras aquella visita a la Apple Store de la que también hablé hace poco, y me encontré con una imagen muy televisiva. El local de lotería de Doña Manolita estaba haciendo su particular agosto, y la cola para comprar unas acciones en el Mercado de la Buena Fortuna era más larga que un día sin pan.
Probablemente toda esa gente que estaba haciendo cola allí había visto el anuncio de la lotería de Navidad de este año. Una producción lacrimógena y utópica que ha sido ya versionada con gran éxito y que por si no la habéis visto tiene montaje del director. Un anuncio sencillamente genial en forma y en fondo que logra lo que debe lograr cualquier anuncio: que el producto entre por los ojos para que borremos cualquier pensamiento racional y lo compremos ipso facto. Nada que ver, por cierto, con el terrorífico anuncio del año pasado.
Porque lo racional, desde luego, sería no comprar lotería. Hay al menos cinco razones para no pagar el impuesto de los tontos, pero adelanto algunas de ellas. La probabilidad de llevarse el gordo es de 1/100.000 (que no es lo mismo que el 0,00001%, cuidado), pero es que en el 85% de los casos perderemos todo el dinero invertido en la compra. De hecho, sólo tenemos un 5,3% de probabilidad de ganar algo más que el reintegro.
Analizan más en profundidad esa probabilidad en Gaussianos, donde además de una cruda y detallada explicación de hace cuatro años también daban hace menos de un año una buena explicación de lo que supone esa probabilidad en un entorno más mundano. La cita es del libro “La conquista del azar“, escrito por Fernando Corbalán y Gerardo Sanz:
Juan tiene un amigo, de quien no dice ni el sexo, que vive en Girona, al que hace tiempo que no ve (ya ni conoce su dirección actual) y que en el último encuentro que ambos tuvieron prometió que le mandaría ese libro que tanto le gusta. Hace unos días encontró a otro amigo, Luis, quien le comenta que se va de viaje a Girona. A Juan le vuelven los fantasmas de su promesa incumplida y le da a Luis el libro para su amigo. Para no estropearlo, Luis lo mete dentro de un gran sobre y parte hacia Girona. Al llegar allí deja el coche en una calle en la que por fin encuentra aparcamiento, sale y a la primera persona que ve le entrega el sobre:
“Toma, el libro que te envía tu amigo Juan de Zaragoza.”
Y aquella persona encontrada al azar le contesta:
“¡Qué bien que se haya acordado! ¡Hacía años que lo esperaba!”
Por más que nos aseguren que esta historia es cierta, resulta increíble que ésa sea justamente la persona a la que buscaba, ¿no? Bueno, pues la probabilidad de que suceda es algo mayor de la que a cualquiera de nosotros que hayamos comprado un décimo de lotería nos toque con ese número el Gordo de Navidad.
(He utilizado Girona en vez de Ciudad Real, como venía en el texto inicial, porque Girona tiene censados 96113 habitantes según este enlace, y en la actualidad se venden 100000 números.)
En El Blog Salmón trataban esta semana el tema con dos artículos más también interesantes sobre todo si tenéis la gran suerte de recibir uno de los grandes premios: ¿Qué hago si me toca bastante dinero en la lotería? y, por supuesto, ¿Cuánto te tiene que tocar a la lotería para dejar de trabajar?, una de las grandes cuestiones de todos los que se montan su particular cuento de la lechera.
Ninguno de esos textos hablan de la psicología del Gordo de Navidad o de su anuncio, algo que sí tratan por ejemplo en AnalistaSEO pero que sobre todo explican muy bien en El Diario.es, donde revelaban algo curioso. Y cito:
La respuesta se encuentra en cómo jugamos a la lotería. En España, la gran mayoría de ciudadanos lo hace a través de participaciones con familiares, amigos o compañeros de trabajo, una práctica que está más extendida que en otros países. Según un excelente artículo escrito sobre esta cuestión por Roberto Garvía, jugar a la lotería en Navidad en España se ha ido convirtiendo poco a poco en un acto de reafirmación de los lazos sociales interpersonales. Compartir participaciones es una manera de confirmar tu pertenencia al grupo o incluso de preservar el estatus dentro del grupo (para aquellos que regalan participaciones para otros). Cómo se juega acaba explicando cuánto se juega, pues las participaciones están positivamente asociadas a las ventas de lotería.
Una buena explicación, aunque yo añadiría que la razón fundamental de comprar la lotería, más allá de esa “reafirmación de los lazos sociales interpersonales” es la más española de nuestras “virtudes”: la envidia. O más bien, la prevención de la envidia. Compramos lotería porsi. Por si le toca a X y a mi no. Sustituid X por “compañeros de trabajo”, “familiares”, “amigos”, “vecinos”, y un largo etcétera de pequeñas redes sociales reales (y no virtuales), y tendréis ante vosotros la base fundamental del éxito de un sorteo que es absurdo para el jugador y que al menos en mi caso trato de evitar con todas mis fuerzas. Y ya puestos, me ahorraría el café, que no me va mucho. Ahí lo tenéis: me acabo de ahorrar 21 euros.
Puestos a jugar, insensatos míos, jugad a la del Niño, que aumenta la probabilidad de ganar un premio al 7,82%. De hecho, la probabilidad de que no nos toque nada baja al 62%, lo cual no está nada mal (por decir algo).
Eso sí: mira que como la lotería os toque a alguno de vosotros…
Actualización (08/12/2014): No lo había visto, pero resulta que Andrés Vegas publicó el día anterior al mío un post sobre el mismo tema en el que desmontaba sin querer todos mis argumentos. Buena historia que ójala se repita siguiendo el espíritu del anuncio. Qué cosas.
«es la más española de nuestras “virtudes”: la envidia»
Corre a por el nobel, acabas de descubrir que las conductas se heredan y no son consecuencia de las contigencias.
Eso que afirmas e suna patochada (ademas de una falacia, la llamada falacia culturalista) , como si en otros paises no fuera algo muy normal el sentir envidia .
Genial por lo demás 😉 .
Es que soy muy patriota y me gusta hacer nuestros esos pecados capitales globales 🙂 Gracias!
No sé si la envidia es un rasgo cultural, un pecado capital o qué, pero alguna razón antropológica habrá cuando nos apresuramos a compartir décimos de la lotería con compañeros de trabajo y, sobre todo, con el cuñado. Nuestra peor pesadilla sería la de ver cómo todos se van a celebrar su retiro anticipado excepto tú, que te quedas rabiando en el despacho. Muy buen artículo, me he reído un rato.
😉 Gracias!
Puestos a hablar de la lotería, prefiero el enfoque de: http://www.andresvegas.es/2014/12/cajon-desastre/lecciones-de-la-vida-una-historia-real-detras-del-anuncio-de-la-loteria-de-navidad
Toma ya. Bien por la historia, sí señor (curioso, Andrés es amiguete y no había visto ese post, qué bueno). Hace que no acabemos de perder la fe en la gente, ole. Por cierto, he actualizado mi artículo con enlace a ese post, gracias por avisar, Marc 😉
Hola Javi. La envidia, como característica nacional, y la lotería son temas recurrentes en mis clases sobre cultura española en Alemania. Pero no voy a entrar en el debate, que tiene mucha miga (y yo no tengo mucho tiempo). Solo escribo esta entrada para darte las gracias por poner el enlace a ese maravilloso anuncio, que desde mi voluntario exilio turingiano, naturalmente, no había visto. Trascendiendo el tema de la lotería, se ve BONDAD Y AMISTAD. GRACIAS
Hola Varo, me alegro de haber exportado el vídeo a tierras germanas. Como decía, el anuncio como tal es ejemplar. Diría que utópico, pero en los comentarios enlazan a una historia en la que se demuestra que no lo es tanto, así que +1000 por los creativos.
Supongo que este comentario lo habrás dictado por voz 🙂 ¡Un abrazo!
Pues no, Esta vez me he «arremangao» y lo he escrito con el teclado 🙂 Aunque cada vez estoy más contento con el dictado incluido en el teclado de android. Que además me evita ponerme las gafas para escribir un mensaje 🙂 (la edad no perdona…)
Como dices, los creativos, los actores y el director, geniales.
La lotería me tiene sin cuidado, porque junto a las posibilidades de ganar hay que tener en cuenta la cuantía del premio, y en ese caso, ya puestos, un bote de erumillones…¿no?
Y en cuanto a la veracidad de la historia, no hay que dejarse llevar por el pesimismo, a nuestro alrededor hay millones de historias de generosidad abrumadora. Todavía recurdo el día en el que en los peores momentos de mi familia mi amigo Juanma se sienta en la mesa y me pregunta cuánto dinero debo; para acto seguido poner el fajo de billetes encima de la mesa para que saldara mis deudas. Efectivamente se me han caido las lagrimas al ver el anuncio.
Está bien que de cuando en cuando aporrees el teclado, hombre 😉 Y como dices, afortunadamente sigue habiendo historias brutales de generosidad, y para muestra la que comentas de tu amigo (+1000). Que sigan. Y que vayan a más.
Muy buen punto de vista!!
Yo no debo ser nada envidioso porque no compro lotería nunca o casi nunca, si acaso alguna participación del club de badminton de un pueblo de la sierra de Madrid (verídico).
Eso sí desde que me casé me «obligan» a comprar el número del trabajo «por si aca…», menos mal que mi mujer no sabe que en la empresa que trabajo puede haber más de 50 números debido al tamaño de la empresa
Feliz Navidad!!
Estoy como tú, pero afortunadamente lo del teletrabajo me evita ese tema aún más. ¿50 números distintos? ¡¡Dios mío, eso es excusa perfecta para evitar el «porsiaca»!!
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