Esta semana he roto un poco el ritmo de publicación, pero ha habido una buena excusa. Viaje a Berlín para estrenarme en la feria IFA que se celebra estos días. No conocía la ciudad y apenas tuvimos un par de horas para dar una vuelta (promete, yo diría que un poco parisina, ¿no?), pero claro, no estaba de turismo.
En realidad debo decir que ni siquiera pisé IFA. Varios medios asistimos invitados por ASUS a la presentación del ASUS Zenwatch y de otras soluciones para la temporada otoño-invierno que se avecina. Y esa presentación era, como sucede con muchas otras, fuera del recinto de la feria. No hablaría normalmente del sitio, pero si vais a Berlín, tenéis un par de horas sin plan y os gustan los coches no os lo perdáis. Es Classic Remise, una especie de concesionario-museo con coches clásicos restaurados que además podéis comprar (si tenéis pasta para aburrir, eso sí).
Pero me estoy yendo por las ramas. Como decía, en ASUS presentaron otro reloj inteligente más. Es un poco cruel decirlo así, pero no había nada especialmente diferencial en este dispositivo. Grandote (como todos los de esta generación, chicas, olvidaos por el momento), limitado en funciones y, básicamente, un buen primer paso que demuestra que el mercado aún no está maduro.
No lo está con este y otros dispositivos como esos Pebble originales, y creo que tampoco lo estará con los Moto 360 o los recién presentados LG G Watch R (al loro con el nombrecito). El problema no es solo del tamaño o el diseño -ahí los fabricantes van en la dirección adecuada, desde luego, y hay modelos muy pintones- sino del software. Android Wear está tan verde como lo estaba Android cuando apareció el HTC Dream a finales de 2008.
Por eso me hace gracia que mucha gente con la que hablo -compañeros incluidos- no acaben de ver el sentido de estos dispositivos. Yo pienso justo lo contrario: creo que los relojes inteligentes son el futuro de los relojes, como los smartphones fueron en su día el futuro de los móviles o la prensa online es el futuro de la prensa (porras).
Así que yo le daría al menos una oportunidad a Android Wear y a todos estos fabricantes que tratan de ganarse el pan. Y ya que estamos, también se la daría a Apple, de quien hace unos minutos ha aparecido noticia al respecto. Ahora resulta que no sacará al mercado un reloj inteligente, sino dos de distintos tamaños (anda, como el iPhone). No tengo muchas esperanzas de que logren crear esa disrupción que muchos vaticinan, pero cuidado, que estamos hablando de Apple.
Ya lo dije hace año y medio: a la empresa de Cupertino los relojitos le van como anillo al dedo: productos que son perfectos para vender esa filosofía que combina diseño y prestaciones con ese aura molona que rodea a este tipo de inventos. Puede que Apple también falle el tiro la primera vez, pero aún así me da a mi que tenemos relojes inteligentes para rato.
De repente uno se pregunta qué futuro les queda a todos esos fabricantes de relojes tradicionales que probablemente vean cómo sus negocios menguan ante el atractivo de estos nuevos cacharritos. Yo no compraría acciones en Rolex, Omega, Breitling o TAG Heuer. Ahí queda eso. O no, porque si queréis leer más sobre el tema, en julio ya adelanté mis impresiones y llegué a la misma conclusión que ahora. Tiempo al tiempo.
Yo ya caí en la tentación de los smartwatch. Pero no con Android wear, que como tu dices aun lo veo muy verde, sino con un Pebble. Que puedo decir… Estoy encantado, me dura una semana la batería, no cojo el móvil a no ser que lo que lea en el reloj sea importante, y encima es cómodo (No pesa absolutamente nada).
Si algún día me llego a comprar un Android wear, más vale que le pongan una pantalla con tinta electrónica. Es lo que marca la diferencia en batería por ahora, y lo de tener que cargar TAMBIÉN el reloj por la noche todos los días, lo siento, pero por ahora no paso por ahí.
Je, a ver si resulta que en unos pocos años me podré comprar ese Patek Philippe que tanto me gusta… poco smart, pero precioso 😉