Hace poco pude ver Robin Hood, la nueva versión de la inmortal leyenda que esta vez estaba dirigida por Ridley Scott -qué bajo has caído, majo, debiste quedarte con tu Blade Runner- y protagonizada por Russel Crowe y Cate Blanchett. No esperaba demasiado de la película, a decir verdad, pero después de las dos horas largas (muy largas) de esta nueva versión, quedó clara una cosa: los remakes son una caca.

De hecho, ahora a los remakes los tratan de suavizar con otros términos, como los de «precuela«, que vende un montón porque nos sitúa justo antes del tradicional argumento de las películas originales y sus respectivos remakes. Es justo lo que aprovecha la peli de Ridley Scott, que nos cuenta los orígenes del arquero más famoso de la historia y cómo se convierte finalmente en Robin Hood.

Lo malo no es la película en sí -la pobre no puede hacer mucho más de lo que hace, me temo- sino en el hecho de que a pesar de buscarle tres pies al gato, no sorprende, ni entusiasma, ni mucho menos resulta original. Y eso hace pensar en una conclusión preocupante.

¿Está todo inventado en el cine y la televisión?

Eso parece. No es que sea un cinéfilo, pero cada vez es más difícil dar con una película que sorprenda y que guste por su originalidad. Los remakes nos asolan porque la industria del cine está seca de ideas, y prefieren aprovechar un nombre o historia ya muy conocidos para al menos tratar de sacar partido del típico

«Más vale malo conocido que bueno por conocer«.

Y así nos encontramos con historias que son remakes directos de otras muy conocidas -véase el ejemplo de Robin Hood, aunque sea una precuela- y otras que disfrazan la historia con personajes distintos pero que al final son una mona vestida de seda. Avatar, por impresionante visualmente y entretenida que resulte, no es más que un remake de Pocahontas, como dijeron muchos en Twitter cuando la peli se estrenó. Y si no, atentos:

El problema de la escasez de ideas no solo afecta al cine: también a la televisión, con series que prometen mucho y se quedan en nada. El ejemplo perfecto: Lost -de la que ya hablé, y de la su sexta temporada temo y me niego a ver hasta que mi cabeza esté preparada– una serie que comenzó de forma prodigiosa y que se torció por el mismo error de siempre: lo de tratar de alargar un argumento que ya no podía exprimirse mucho más, lo que en la jerga algunos conocen como «Jumping the shark«.

Es difícil encontrar una serie de TV que realmente tenga ingredientes que mantengan el interés durante mucho tiempo. Mi admirada «How I met your mother» no es más que un remake de Friends (que no sé de qué será remake, puede que hasta sea original y que por eso triunfase como triunfó), y lo mismo ocurre con muchas series actuales. Hay excepciones, desde luego (Mad Men me está sorprendiendo gratamente, a pesar de un comienzo algo lento y un ritmo al que hay que cogerle el gustillo), pero vuelven a demostrar el famoso refrán de que, precisamente, son la excepción que confirma la regla.

En el caso de Robin Hood el director trata de contarnos la historia de Robin Longstride, arquero del ejército de Ricardo Corazón de León que tras el fin de las cruzadas vuelve a su país con una mano delante y la otra detrás -bueno, y con el arco- y se encuentra de repente con una situación tipo Sommersby en la que suplanta la identidad de Robert de Locksley (de ahí su nombre final, Robin de Locksley). Así que no solo es un remake de Robin Hood, sino que se han tomado varias referencias para hacer lo que casi siempre: copiar. Y el resultado es el esperado, claro.

Scott Brown lo comentaba en Wired 18.09 en un artículo titulado «Reheat, repeat» (no lo he encontrado en su web, lo siento), en el que hablaba de este fenómeno y de un curioso sitio web que precisamente se ceba en la falta de originalidad del cine actual. Se trata de TV Tropes, donde cada película y cada serie de TV es analizada para encontrar los patrones típicos en los que se han fijado sus creadores. Es bastante triste comprobar cómo todos los personakes acaban siendo una mezcla de varios arquetipos, y cómo la historia suele ser de todo menos original.

Por lo menos no pagué por ir a ver Robin Hood. Fiu.

(Imagen: 35mm, por DeviousClown para DeviantArt)