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Harry & Sally y los secretos de la cerrajería

(Esta historia está basada en hechos reales)

Tras una dura jornada de trabajo, Harry se vistió y preparó para jugar un partido de pádel. Salió de casa concentrado y al llegar a su viejo coche vintage lo abrió. El cepo —aún más viejo y aún más vintage que el coche— estaba puesto.

Aquel invento era más una medida disuasoria que otra cosa, pero lo ponía precisamente por eso: si alguien quería robar algún coche, igual ver el cepo puesto le desanimaría y escogería otra víctima. No lo usaba siempre, pero lo cierto es que allí estaba. Puestecito y reluciente. Más o menos.

Harry se subió tranquilamente al coche e introdujo la llave en el cepo para abrirlo.

—Qué raro. No gira —se dijo a sí mismo.

Efectivamente, la llave no parecía girar ni el cepo abrirse. Intentó girarla con un poco más de fuerza. Nada. Y entonces, al tratar de girarla de nuevo algo más fuerte, el infierno.

La llave se partió. Harry se quedó con la cabeza de la llave, pero el resto se quedó dentro de la cerradura del cepo. Al ver aquello la reacción fue lógica:

—¡¡Noooo!! —gritó Harry sintiéndose Luke. Muy rollo McBain cuando gritaba aquello de «Mendozaaaa!!» en los Simpson.

Harry se quedó momentáneamente bloqueado. Luego se calmó y, en plan Spock, pensó en sus opciones. Lo del pádel estaba descartado: avisó de que no podía llegar y volvió a casa. Allí cogió unos alicates: la llave dentro de la cerradura sobresalía un poco y pensó que quizás podría sacarla. Nada más intentarlo, se metió aún más. Aquello parecía una batalla perdida. Volvió a casa algo derrotado.

Allí trató de no pensar demasiado en ello. Poco después llegaron Sally y los niños. Extrañada de verle de vuelta tan rápido del pádel, su mujercita preguntó qué había pasado. Harry se lo contó todo con un tono derrotista.

—Vamos a tener que pedir una radial y reventar el cepo o algo así —dijo Harry con una cara de circunstancias. El panorama era un poco infernal.

—Uf. Bueno, no sé, voy a mirar un poco en internet.

—Genial, pero vamos, no creo que haya mucho que hacer.

Y entonces pareció empezar a sonar la musiquita de ‘Misión Imposible’ en la cabeza de Harry. Veía ahí a Sally buscando en YouTube y no creía que hubiera solución. Pero allí estaba su mujer, que para este tipo de cosas solía no rendirse. Comenzó a ver vídeos, y a los cinco minutos, mientras Harry estaba corrigiendo enlaces en un proyectito que estaba terminando, soltó una exclamación.

—Eso es. Está tirado. Se puede hacer —dijo resolutiva.

—¿El qué? —preguntó Harry con curiosidad.

—Lo de sacar la llave. Mira este vídeo, maridete. Fíjate qué apañao el chico.

La verdad es que en el vídeo todo parecía sencillo. Un pequeño alambre adaptado para la operación, un poco de palanca y listo. Aquello parecía un poco como esos vídeos que en YouTube salen perfectos pero a ti te salen como un churro, pero por intentarlo no se perdía nada.

—Venga Harry. Al lío —dijo Sally.

—Ostras, si la sacamos sería genial. Igual con esa parte se puede hacer una copia y abrir el cepo.

—Una copia… —Sally se quedó pensando un instante —. Espera, Harry, acabo de darme cuenta de una cosa: ¡tengo una copia de la llave del cepo!

Así era. Sally lo guardaba todo. Eso normalmente planteaba problemas de espacio, pero en ocasiones como esta era un milagrito. Efectivamente, la llave apareció en un cajón de viejas llaves. A saber de dónde eran muchas de ellas, pero la del cepo era esa. Había esperanza. La música de ‘Misión Imposible’ subía de volumen.

En la caja de herramientas había además un alambre que parecía perfecto para la operación. Sally lo convirtió en una pseudoganzúa como la del vídeo en un pispas mientras Harry cogía un par de cosas más, y se bajaron de nuevo a la calle. Era el momento de probar el truqui.

Una vez en el coche, ya con la música in crescendo, Sally se sentó directamente en el asiento del conductor. Ya había demostrado su pericia en el pasado como aprendiz de cerrajera, pero este desafío parecía aún más complejo.

No para ella.

Sally comenzó a hacer palanca con el alambre, y efectivamente, poco a poco la llave comenzó a salir. En menos de un minuto había conseguido arrastrarla lo suficiente para cogerla del todo y sacarla.

—¡Oleeee! —exclamó Sally satisfecha.

—¡Toma ya! ¡Qué máquina Sallyyyy! —gritó riendo aliviado Harry.

Tras sacar la llave partida, quedaba abrir el cepo con la copia. Sally, ya con la canción de ‘Misión Imposible’ en su apogeo, giró la llave. El cepo se abrió, y la tensión al fin se liberó. Harry había vivido un pequeño infierno, pero allí estaba su mujercita para salvar la situación.

Bien por Sally, queridos lectores. Bien por Sally.

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10 comentarios en “Harry & Sally y los secretos de la cerrajería

  1. Carlos Quintero dice:

    Yo pasé por esa misma experiencia hace unos meses cuando nos llamó mi suegra angustiada, que se iba de viaje, y al cerrar la puerta de casa se le rompió la llave y se quedó dentro una parte. Como tenía prisa, nos llamó para que llamáramos a un cerrajero y cambiáramos la cerradura durante su viaje. Yo, viendo lo que cobran los cerrajeros por la visita (esto sin contar los estafadores que ha prohibido Google anunciarse) y lo que tardan en arreglar el problema (uno o dos minutos), me dije: «voy a buscar unos vídeos en YouTube» :-). Y tras ver algunos videos, hacerme una idea de las «tácticas» a usar y llevar unas pequeñas herramientas, alambres, pinzas, etc. y un taburete, me costó unos 15 minutos, pero lo conseguí. La satisfacción cuando lo consigues es ciertamente enorme :-). Posteriormente me he dedicado a ver vídeos de reparación de persianas, armarios de cocina que se «caen», cambio de mecanismos de cisternas, arreglo de mecanismos de clic-clac de lavabos, desatascamientos varios, etc. 😉

    • Qué bueno Carlos. Efectivamente, lo de los cerrajeros es terribl. En este caso yo no tenía una prisa excesiva: tenemos un coche familiar que es el que más usamos, el mío lo uso mucho menos. Pero estoy seguro de que a los cerrajeros eso no les importa y te cobran todo con tarifa de urgencia, como si además fuera nochebuena.

      Y sí, reparar cosas por ti mismo es súper satisfactorio. Desde luego si tienes tiempo y maña puede acabar siendo un ahorro importante además.

    • Fede dice:

      Pues no sé si será más feliz…

      En mi caso, que soy el manitas de la familia, a veces es un poco agobiante.

      No sólo llevo mi casa, también todas las demás de la familia: Suegra, madre, hermana, cuñadas… y porque me planté, que ya tenía bastante con la mía.

      Sin ir más lejos, hará un par de semanas, salí casi corriendo a casa de mi madre porque se habían quedado con el monomando del lavabo literalmente en la mano, y estaba a medio cerrar.
      Mi madre cuando ve que un grifo gotea se pone mala, imagínate con un chorrito saliendo.

      Hubo un momento, hace bastantes años, que se empezó a correr la voz y me tuve que volver un poco ‘más torpe’, porque empezaron a llamarme amigos y vecinos.

      Es que no se puede ser ni tan amable, ni tan manitas. 🙂

  2. Pendergast dice:

    Pero es que nadie piensa en el drama de esos 3 compañeros con los bolsos de pádel, en camino, y que les llega un mensaje: «chicos, no puedo jugar, me ha surgido un problema»
    Muy mal, un verdadero padelero jamás haría eso. Llamaría a uno de ellos para que le pasar a recoger y ya solventaría el tema coche después, o cogería otro medio para llegar.
    Me parece fatal 🙂

  3. jinkxs dice:

    Youtube es dios. Si colapsara la civilización, si estuviera es una isla desierta… querría los videos de eugenio monesma y todos los tutoriales sobre trabajos con herramientas que hay en youtube.