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Camisetas

Soy muy de camisetas. Las camisas están bien para ponerse algo más guapete, elegante o formal, pero en mi caso su uso es ocasional. Siempre digo que me encanta teletrabajar, pero si no pudiera y encima tuviera que ir de traje la maldición sería completa.

Insisto. Que vivan las camisetas.

Como trabajo en casa yo tengo un amplio repertorio de camisetas lisas con colores simplones (blancas, azules marino, negras) porque son las que me pongo sin pensar, pero luego tengo unas cuantas estampadas que me voy poniendo según la ocasión y el ánimo. Hace unos años, por ejemplo, tenía una buena colección de camisetas friquis, pero poco a poco se fueron ajando y desapareciendo de mi vida. Acabaré volviendo a ellas, pero me he vuelto un poco más aburrido y ahora lo más arriesgado que llevo es alguna típica con el escudo de Iron Man o el símbolo de Superman. Soy un fashion victim total.

La verdad es que lo de escribir de camisetas en Incognitosis es una idea algo peregrina peregrina, pero como estaba algo escaso de inspiración he revisado mis borradores y he tirado del hilo. Tengo unas decenas de ideas no escritas que voy rescatando para comentar aquí y una de ellas era esta. De hecho, todo venía a raíz de un tuit de Juan Luis Hortelano de hace unas semanas:

Es una buena observación, y yo la he vivido en mis carnes. Tengo desde hace tiempo una camiseta en la que pone «Pasadena» que me compré no porque tenga ninguna relación con Pasadena, sino simplemente porque me pareció chula. Podía haber puesto Soria igualmente (más sobre esto más adelante), pero no. Ponía «Pasadena».

El caso es que dos veces en dos viajes distintos a EEUU hubo un par de personas que me pararon para lo mismo. Era gente de Pasadena que me veía con la camiseta y se sentía como extrañada e ilusionada de encontrarse con un paisano que presumía de ser de allí. Así que me preguntaban eso de «¡Anda! ¿Eres de Pasadena?». Y yo les contestaba con mi acento de Wyoming que no, que era de Wyoming España. Los pobres se quedaban un poco chafados, y probablemente una vez me perdieran de vista pensaran «¿y este estúpido para qué lleva una camiseta de Pasadena si no es de Pasadena?».

Pues porque sí. Es algo que por aquí nos parece totalmente normal pero que como dice el tuit allí es rarito. Precisamente lo comenté este verano con un familiar que tengo allí y que se vino unos días. Él se reía al contarle yo lo de sus ilusionados —y luego decepcionados— compatriotas, y me decía que sí, que allí la gente no lleva camisetas de sitios. Al menos, no tantas como aquí, porque que yo sepa lo de las camisetas y sudaderas de las universidades, por ejemplo, sí que tiene su tirón.

Pero como decía, aquí nos encanta llevar camisetas o jerseys o abrigos con nombres de ciudades, países o banderas extranjeras. Eso es una regla no escrita en la ropa: no puede haber menciones a nuestra españita porque enseguida le tachan a uno de cualquiera de las cosas que tachamos a quien lleva ese tipo de detalles. Le hacemos publicidad al turismo internacional, orgullosos de cualquier país del mundo menos del nuestro. Qué terrible y qué triste.

No solo hacemos publicidad al resto del mundo: siempre me ha llamado la atención nuestra fascinación con pagar precisamente por eso: cuando te compras unas zapatillas de Nike y las llevas, le estás haciendo publicidad a Nike. ¿No deberían pagarte algo de dinero por ello? Lo mismo ocurre con cualquier marca: todas ellas quieren que presumamos de ellas, que ayudemos a que vendan más con ese «product placement» constante, pero encima de eso nos cobran una pasta por sus productos. Eso sí: si los lleva el famoso de turno, entonces sí.

A mí por ejemplo me fascina lo de la gente que se compra camisetas de fútbol. Hay un montón, y aquí ante todo respeto absoluto, que cada uno va con las pintas que quiere y no pasa nada. El caso es que a mí, como decía, me fascina. Bueno, me fascina y me horripila, sobre todo cuando se las ponen para cualquier reunión social en la que por supuesto no se va a jugar al fútbol. Conocí a alguien que se las ponía cada vez que quedábamos varias parejas —y no éramos unos pipiolos—. Os aseguro que nunca quedábamos para un partido: era para tomar unas cañas o cenar o un cumple. Al tipo le daba igual: aparecía con su camiseta del equipo X, orgulloso y feliz.

Que oye, repito, ante todo respeto, pero tío, es que al fútbol eras un tuercebotas. No sé. Podías comprarte y ponerte cualquier otra camiseta.

Una que pusiera algo de Pasadena, por ejemplo.

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4 comentarios en “Camisetas

  1. Fede dice:

    Pues aquí uno que con 55 tacos no pasa por delante de una Friking o un Pampling sin entrar.

    Tengo un buen montón,.

    Las más horteras son las de recuerdo de los parque de atracciones.

    A mi mujer no le hace mucha gracias y dice que a veces me paso tres pueblos, pero que quieres que te diga. Me encantan que los peques me señalen con la mano. 🙂

    • Me parece fantástico Fede. Yo cuando veo una de esas tiendas entro a cotillear, la verdad es que las hay chulas, pero nunca me he comprado una, no acaban de ser totalmente de mi palo. Bien eso de que los nenes te señalen al pasar 😉