Espero equivocarme con esto. Ojalá.
A principios de esta semana descubría en Twitter esta publicación. Mostraba una tableta que parecía tener una pantalla de tinta electrónica, pero que de repente se comportaba como una pantalla de tableta normal en cuanto a la velocidad de refresco. A mí de primeras me pareció ntriigante y prometedora.
El dispositivo acabó presentándose el jueves. Se trata de una nueva tableta llamada Daylight DC1 que presumía de una tecnología de pantalla llamada «LivePaper» (muy propio) que al parecer tenía todas las ventajas de la tinta electrónica, y ninguna de sus desventajas. Hablé de ella en Xataka, de hecho.
Pero cuanto más investigaba sobre el cacharro, más me atufaba. El sitio web del producto, como el resto de su promoción, está muy bien planteado. Todo es muy «peaceful», que dirían los sajones, muy relajante, nada chillón. Muy mindfulness, si me permitís. Demasiado. La hoja de especificaciones es incompleta en lo más importante, la pantalla, pero promete básicamente una experiencia hardware que sería la misma que la de una tableta Android convencional basada en un fork de Android (con una capa de personalización). Al menos en eso no tratan de engañar, pero aún así, desconfío. Un montón.
Y lo hago porque todo me huele a chamusquina. Una con tufillo a incienso, porque el máximo responsable del producto es Anjan Katta, recién graduado de Stanford en ingeniería eléctrica y bioingeniería, y que por lo visto ha descubierto una forma de crear esa tecnología de tinta electrónica que como digo tiene todas sus ventajas —eficiente, cómoda para los ojos, perfecta para largas sesiones de lectura o incluso escritura— y ninguno de sus inconvenientes. En especial, eliminan el principal, la tasa de refresco: en el Kindle o el Kobo pasar de página o refrescar la pantalla es lento, y eso hace que usarla para otra cosa que no sea leer sea un tostón. Pero aquí este chico promete haber resuelto ese problema. Lo cual me escama, porque eso es algo que ni Amazon -que lleva casi 20 años vendiéndonos el Kindle- ha logrado.
La tecnología de tinta electrónica es aún más antigua. Existe una empresa llamada E Ink Corporation que lleva desde 1997 trabajando en este ámbito e intentando mejorar la tecnología. Jamás han logrado algo como lo que promete la Daylight DC1, y de hecho hasta están tardando bastante en lograr ofrecer pantallas de tinta electrónica color. Las que hoy son curiosas, pero apenas sí son útiles para leer cómics, por ejemplo. La tinta electrónica siempre se ha visto lastrada por ese problema de la tasa de refresco, y ahora llega este chico de la nada… ¿y ha resuelto el problema?
Lo siento, pero no me lo trago.
Y no lo hago porque todo es demasiado hippie. Demasiado perrofláutico. El mensaje atufa por ser tan insistente en eso de que la tecnología nos inunda y las pantallas (tradicionales) nos tienen fritos y son malas. Ellos quieren hacer una pantalla más tranquila, menos adictiva, menos chillona. Y ese mensaje se repite una, y otra, y otra vez. Es un «queremos hacer el mundo un poco mejor», aplicado a esto de las tabletas.
El tal Katta —que afirma que llevan cinco años en esto— no para de publicar en Twitter cosas al respecto. Es difícil no juzgar el mensaje —»identifica lo esencial. Elimina el resto»— cuando ves al tipo en plan yogi indio, con ropa muy de secta, greñas, collares y aspecto desaliñado, como algunos flipaos de los que trabajan con él. Con mensajes como el de «la computadora, des-inventada», y el de un ordenador «libre de distracciones» y que básicamente ayudará a tu salud y no te la robará como hace el resto de la diabólica tecnología que nos rodea.
Que igual sí han inventado algo curioso, ojo. La última demo, con la pantalla perfectamente visible al sol, como si fuera una de tinta electrónica, es intrigante, pero puede que una buena capa mate protectora en la pantalla LCD consiga ese efecto, no sé. A mí lo que me mosquea es la insistencia en mensajes tan flowerpower como ese de «defendemos la soberanía, la salud y la integridad» o el de «la tecnología no tiene que ser adictiva» o el otro de «vislumbramos un futuro en el que el modelo del negocio de la tecnología se centre en ofrecer valor, no en robar tu atención». Ajá. Demasiado flowerpower, insisto. Demasiado postureo profesional.
Pero puede que me equivoque en todo esto, por supuesto. Reconozco que estoy aquí un poco juzgando el libro por la portada, con prejuicios. No me he visto el podcast de una hora que Katta grabó hace unos días (pero he reproducido algunos fragmentos y parece ser una versión larga de estos mensajes que indico aquí).
Además me parece especialmente llamativo que alguien como Om Malik, al que respeto por su criterio y opiniones, esté bastante flipado con el Daylight DC1 y lo califique como uno de los dispositivos de los que más se habla ahora mismo en Silicon Valley. Otros que parecen haberlo visto en acción también parecen encantados con la Daylight DC1 -incluida gente muy potente como Nat Friedman, exCEO de GitHub-, así que igual me estoy columpiando.
O quizás en realidad simplemente no haya entendido el producto y esté criticando el mensaje. Creo que la Daylight DC1 no es más que una tableta Android configurada para que la pantalla solo ofrezca acabado monocromo, una capa antirreflextiva fuerte y tonalidades salmón/ámbar. Puede que no sea más que eso, que no tenga nada parecido a una pantalla de tinta electrónica y que aún así acabe siendo una buena idea para trabajar y leer.
A mí lo que me atufa es la forma de plantearla.
Demasiado flowerpower, insisto. Me recuerda mucho a los fraudes que vivimos en el pasado con Theranos o Juicero.
Pero dicho esto, si ese tipo de configuración de pantalla -porque no parece más que eso- funciona, van a tener difícil (por no decir imposible) que otros les copien. Que la apliquen a tabletas, pero también a móviles, a monitores o a relojes inteligentes, por ejemplo.
Descubriremos pronto el pastel, tanto para lo bueno, como para lo malo. Y yo, como decía al principio, espero equivocarme y que esto sea efectivamente un salto adelante en este tipo de dispositivos.
Pero qué queréis que os diga. Me da a mí que aquí hay mucho, pero que mucho humo.
Veremos.
Pues no creo que te equivoques: parece humo, huele a humo pues lo más probable es que sepa a humo.
Aunque para mí tiene dos grandes problemas:
– el precio: cuesta más que un iPad o que la Samsung equivalente. Pero bastante más. Y ya no hablamos si metemos en la ecuación gamas medias o dispositivos de generaciones anteriores.
– la incoherencia de querer venderte un producto muy caro para que dejes de usar ese producto (o similares) porque usarlo es malo.
Y algunas miguitas más que he visto por los vídeos, pero ahí ya me extendería demasiado.
Sí, pinta a humazo, desde luego. Veremos.