Estos últimos días no he publicado nada, pero tenía una buena razón: tras años sin hacer apenas viajes con Xataka, me apunté a uno para el evento HP Imagine 2023 que la empresa organizó en su sede de Palo Alto. Tengo familia allí, así que aproveché y me quedé un par de días más para disfrutar de un fin de semana que ha sido, la verdad, fantástico.
La organización del viaje fue perfecta, y aunque el trayecto es largo, la cosa se hizo llevadera. Nada más llegar, ratito de descanso que aproveché para darme una vuelta desde el hotel al campus de Google —que estaba pegado— y coger una de sus famosas bicicletitas o ver el nuevo edificio Gradient Canopy, que es una verdadera chulada con sus tejados solares. Desde la calle, la verdad, se ve poco porque es un edificio muy bajo tapado por árboles, pero molar, mola. Lástima que solo lo vi por fuera: lo abren al público el próximo 12 de octubre, porras. El ambiente, por cierto, llamativo: se veía a muy poca gente (17.30 de la tarde allí) y parece bastante claro que allí la gente se mueve en coche porque las distancias son enormes. Por cierto: si EEUU es el reino del iPhone, Silicon Valley es el reino de Tesla. Parece como si los regalaran, carallo.
Al día siguiente, jornada intensiva y muy provechosa. El evento fue realmente entretenido —nunca sabes en estas cosas— y los directivos de HP aprovecharon para presentar el HP Spectre Fold y el HP Envy Move, dos PCs que como comenté en Xataka me parecen una fantástica demostración de cómo es posible reinventar el formato.
Es cierto que ambos son conceptos de nicho: el plegable es muy caro (5.000 dólares) pero desde luego el concepto es estupendo, mientras que el HP Envy Move, mucho más asequible, tiene mucho sentido si un portátil grande —17 pulgadas suele ser el tope— no te sirve y necesitas más pantalla para trabajar en casa sin tener un PC al uso. Es una ideaza, y espero que tenga éxito porque como concepto mola.
Hubo muchos más anuncios: zapatillas de Brooks que hacen uso parcial de una estructura impresa en 3D —HP no tiene impresoras de consumo, son para otras cosas—, cacharritos de streaming y videoconferencia empresarial y, atención, un robot-impresora para el ámbito de la construcción. Lo llaman HP Sitepoint, y es genial para poder ir imprimiendo esas líneas en los suelos que los arquitectos necesitan durante la construcción de todo tipo de edificios.
En el evento tuve la oportunidad de hablar con varios responsables de producto de HP, y absolutamente todos estaban como niños con zapatos nuevos con los productos que presentaban. Incluso cuando eran cosas teóricamente más aburridas como los nuevos tóneres TeraJet, ellos te lo contaban con un entusiasmo contagioso. Daba gusto.
Incluso tuvimos tiempo de ver las oficinas originales de Bill Hewlett y Dave Packard, que se conservan tal cual y que son un verdadero viaje al pasado. Nos contaron anécdotas simpáticas como la de los billetes encima de la mesa de Bill —los ingenieros los dejaban a modo de broma cuando volvían de viaje— o la calculadora que usaba, que tiene una historia conocida pero simpática. Bill Hewlett exigió que la primera calculadora que fabricase su empresa cupiese en el bolsillo de la camisa. Los ingenieros no lograban reducir tanto su tamaño, así que hablaron con su mujer y la convencieron de que hiciese el bolsillo de la camisa más grande. Cupo, y la calculadora (la HP-65) se acabó vendiendo de forma masiva.
El evento, como digo, fue intenso pero estupendo, y al día siguiente, tras aprovechar la mañana para trabajar, comenzó el fin de semana familiar. Comida y paseíto por la zona de Palo Alto —algunas casas ya tenían la decoración de Halloween, es otro nivel— y algo de marchuki nocturna, pero sin excesos porque 1) el jet lag era poderoso en mí y 2) el sábado tenía otro de los platos fuertes del viaje. Pero fuerte, fuerte.
Cuando me ofrecieron el viaje y me apunté no tenía ni idea, pero unos días después me enteré de que justo este fin de semana había eventazo en San Francisco: la llamada Fleet Week, un festival aéreo en el que participaban, entre otros, los Blue Angels. Yo soy un flipado de estos festivales aéreos —voy muchos años al de Gijón— así que cuando me di cuenta tuve claro que era una oportunidad única: jamás los había visto.
La verdad es que el día fue espectacular. Soleado —el año pasado había estado nublado y solo se oía el ruido de los aviones, me comentaron— y con un ambientazo impresionante, nos pusimos en una localización bastante maja y nos dejamos entretener.
Hubo aperitivos chulísimos, como el Ace Maker T 33, el Patriots Jet Team, y por supuesto, el F-35B, ese avión que ha sido un despilfarro pero que oye, es brutal, sobre todo cuando se mantiene estático sobre el agua.
Verlo todo con el Golden Gate y Alcatraz a un lado y otro es un despiporre, la verdad. Aquí, eso sí, me flipé demasiado con lo de sacar fotos y vídeos en el móvil. Mi Huawei P40 Pro+ se portó con las fotos, pero los vídeos eran en su mayoría terribles: aquí el iPhone 13 de uno de mis acompañantes demostró que estaba a otro nivel, lo reconozco, pero mis fotos eran mejores 😉 Saqué demasiadas, y la verdad es que me tenía que haber llevado mi vieja Canon EOS 500 con mi teleobjetivo Sigma 18-200, que para estas cosas (la he usado en otros festivales) es fantástica.
Luego, claro, llegaron los Blue Angels en sus flamantes y alucinantes F/A-18E Super Hornet. No hay muchas palabras para describirlos. O las hay, pero son bastante aburridas. Son, sencillamente, espectaculares, y aunque mis vídeos son terribles, alguna foto sí que saqué que es un recuerdo fantástico.
Podría compartir mil fotos más, pero tampoco quiero ponerme muy pesado. Hay por todos lados, y en Twitter encontré por ejemplo este vídeo resumen del evento que la verdad, está chulísimo.
Os podéis imaginar cómo salí de allí. Contento como unas castañuelas. Antes y después del evento, por cierto, hubo oportunidad para dar un breve paseo por las calles de San Francisco. Lo que se lee y se oye es la cantidad de vagabundos y yonquis de fentanilo que hay en la ciudad, pero afortunadamente en mi caso no vi nada de todo eso, quizás por la zona en la que me moví. Lo que sí vi, ojo al dato, es un Waymo —me hubiera encantado poder cogerlo, pero no había tiempo- y de vuelta a Palo Alto, ojo al dato II, ¡un Cybertruck! La foto es malísima, pero íbamos en el coche y la iluminación no ayudaba.
El domingo fue mucho más tranquilo, pero dio igual: ya había tenido días bastante intensitos antes así que aprovechamos para pasear por Palo Alto, comer tranquilamente y disfrutar del día. Los precios de las cosas allí son más altos que aquí para todo, la comida es bastante normalita (qué ganas tenía de volver a mis platitos tradicionales), y a mí me duele especialmente el tema de las propinas del 15 o 20% —que allí son normales por tradición y cultura—, pero ya se sabe: donde fueres…
El vuelo de vuelta —10 horas hasta Frankfurt, otras 2 y media hasta aquí— se hicieron también asumibles porque pude dormir un ratito y todo, y el lunes al atardecer, como demuestra la foto chulis que saqué, aterrizaba de vuelta en Madrid. Qué viajazo, meu deu. De estos muchos 🙂