Se llamaban Carli y Jesus. Sin tilde en la u. Recuerdo que se quedaron aquel verano del 83 —o puede que del 84— en la urba donde veraneábamos todos los años, y mi hermano y yo nos hicimos amigos de ellos.
No recuerdo sus caras, y mucho menos sus apellidos, si en algún momento los supe. No recuerdo nada excepto una cosa: que tenían un ZX Spectrum 48K. Que yo recuerde, no habíamos visto jamás un ordenador en persona, pero ellos se lo llevaron a aquel pisito de vacaciones. Un buen día nos invitaron y allí estaba el ordenador.
No recuerdo tener demasiada conciencia de aquello. No recuerdo haber prestado atención a los ordenadores antes. Quizás a alguna maquinita, pero poco más. A los 10 u 11 años nosotros solo queríamos jugar al fútbol, al tenis y a las chapas. No había más.
Pero recuerdo aquello como si fuera hoy. El ordenador en el suelo, conectado a una tele que también estaba en el suelo, y luego el cassette, también por allí tirado. Todo hiper cutre, todo desordenado, todo en plan aquí te pillo aquí te mato. De repente encienden el ordenador y aparece una pantalla en blanco con el mensaje «(C) 1982 Sinclair Research Ltd».
Aquello no era demasiado impresionante, claro. Luego Carli o Jesus sin tilde en la u metieron un juego en el reproductor de cassette y usaron aquel teclado para escribir algo. Y de repente la pantalla empezó a hacer cosas raras. Pitidos, barras de colores, un rollo un poco extraño. Al cabo de unos minutos aquello que no parecía gran cosa se convirtió en el primer juego de ordenador que vi en mi vida: el Manic Miner.
Flipé. Claro. Todos lo hacíamos. Ahora cualquier enano se reiría en tu cara con ese juego, pero aquel osito de gominola que saltaba de lado a lado en aquel juego desesperadamente difícil se convirtió en el primer contacto con un mundo que ya jamás abandoné.
Es curioso cómo cambian los tiempos. Tenía 11 años y solo tengo recuerdos fugaces. En mi casa hacíamos fotos de pascuas a ramos, así que por supuesto no tengo imágenes de aquello. Reconstruyo aquellos momentos como puedo, pero solo tengo flashes. Mis hijos, a los que saco fotos y vídeos cada poco, seguramente tengan una memoria de su pasado mucho más clara. A no ser, claro, que les esconda las fotos y los vídeos y no se los deje ver hasta que tengan 40 🙂
El caso es que no recuerdo mucho más de aquello. Perdí el contacto con Carli y Jesus sin tilde en la u, y seguí mi vida. El interés por los ordenadores no obstante fue creciendo: en el cole la gente iba teniendo algún Spectrum o algún Amstrad, pero en casa el milagro tardaría algo más en llegar: hasta 1986 (creo, de nuevo las cifras bailan, puede que fuera 1985) no tuvimos un flamante Commodore 64 en casa. Mi padre lo compró para él y lo puso en su despacho, pero nos dejaba toquetear un poco y acabó cediéndonoslo al año siguiente (¿creo?) porque él se compró un IBM PC 8088 que a mí me parecía como una supercomputadora. Pero eh, en aquello no había forma de jugar. En el C64 los juegos eran mucho mejores que en los Spectrum, los Amstrad o los MSX. Y si no, que se lo digan al ‘Match Day II’.
El resto, como suele decirse, es historia.
No quería enrollarme mucho con mi historia personal, porque las movidas estas de abuelo cebolleta acaban aburriendo un poco. Estoy seguro de que muchos de los que me leéis tenéis una historia muy parecida a esa. El homenaje que le hicieron el otro día en The Guardian era similar a este (la foto de él proviene de ese artículo). Es desde luego lo que pasaba en Hacker News, donde el debate sobre la triste noticia de la muerte de Sir Clive Sinclair dejaba unas cuantas decenas de anécdotas sobre cómo aquel ZX Spectrum o alguno de sus antecesores (ZX80, ZX81) sirvieron para meternos a todos el virus este de los ceros y los unos.
Yo me siento un poco acoplado en esta conversación. Como digo, fui del equipo del C64, así que veía a los Spectrum como simpáticos segundones. Más cutrillos, más limitados, pero con un encanto especial. Eran muy asequibles y eso facilitó que se vendieran como rosquillas, así que en el cole el intercambio de juegos —y ahora dicen que hay piratería, ja— era deporte nacional entre los usuarios del Spectrum. Los del Amstrad iban detrás en número, y los del C64 éramos claramente los terceros en ese particular ránking (en el cole no conocí a nadie que tuviera MSX, pero sí en el barrio).
Pero como digo, todo empezó con el Spectrum, y aunque a Sir Clive le fuera mal en otros muchos proyectos, lo cierto es que dudo que sea recordado por los friquis como otra cosa que no sea la invención del ZX Spectrum 48K. Antes hubo otras cosas y después ya no os cuento, pero aquel hito fue sensacional, y los británicos le sacan bastante menos partido de lo que deberían a la gesta. Si Sir Clive Sinclair hubiera nacido en Wyoming otro gallo cantaría: tendría biografía de Isaacson y adaptación interpretada por, supongo, Patrick Stewart. O algo así.
Pero no lo es, y aunque intuyo que habrá algún libro majo sobre él, lo que sí he descubierto es que hay (al menos) un biopic que quizás esté interesante. Se llama ‘Micro Men‘, y es una película de 2009 en la que se habla de la rivalidad entre Sir Clive Sinclair con su ZX Spectrum y Chris Curry (por cierto, interpretado por Martin Freeman, nada menos que Watson/Bilbo Bolsón) con su no menos legendario (bueno, un poco sí para nosotros) Acorn BBC Micro. Aquí la tenéis al completo:
Contaba el primer comentarista de ese debate en HN que cuando recibió su ZX Spectrum 48K y consultó el manual de instrucciones vio una frase que recordaría para siempre:
«Ahora que has configurado el ordenador, querrás utilizarlo. El resto de este folleto te explica cómo hacerlo; pero en tu impaciencia probablemente ya habrás empezado a pulsar las teclas del teclado, y habrás descubierto que esto elimina el mensaje de copyright. Esto es bueno; no puedes dañar el ordenador de esta manera. Sé audaz. Experimenta».
Ya tengo esa película en pendientes de ver, pero hasta que lo haga, sirva este post como pequeñísimo homenaje para alguien que cambió para siempre la vida de millones de personas directa e indirectamente. Lo hizo con una máquina, pero también con esa frase que igual deberíamos aplicar a muchas otras cosas para no quedarnos anquilosados en nuestra pequeña zona de confort.
Sé audaz. Experimenta.
Bien por Sir Clive. D.E.P.
Crecí con un Spectrum. Mi padre lo compró en casa y le encantaba. Me contagió su entusiasmo. Compraba las «Microhobby», «Micromanía», etc. y yo crecí aprendiendo a usar Basic en casa con los tutoriales de esas revistas y jugando con esos juegos. Horas y horas y horas.
La vida me llevó por otros caminos, pero siempre con la informática acompañando, y siempre con un recuerdo especial de aquel juguete y los grandes momentos que me dio mientras mis amigos ni sabían lo que era un ordenador. Cuando vi la noticia el otro día me conmovió, porque además mi padre hablaba de él con admiración e inevitablemente me recordó también a él.
Descanse en paz.
Y las revistas, claro. Otro recuerdo estupendo de aquella época.Bien por esa historia Opi.
No comentas lo más importante… ¿qué fue del C64?, ¿funciona?, ¿le tiró tu madre en una mudanza y desde ese día nada fue lo mismo entre vosotros?, ¿es verdad que en el fondo de vuestra superioridad commoderil nos teníais envidia a los del Amstrad de disco?
Cachoneo mode off, qué buena pinta tiene el C64 Maxi: https://www.commodorespain.es/analisis-y-funcionamiento-del-the-c64-maxi/
Se lo di a un buen amigo, y no me arrepiento: le da mejor uso del que le hubiera dado yo. Envidia al Amstrad? MUAHAHAHAH
Dicho lo cual, mola el C64 Maxi, pero vamos, no tengo tanta nostalgia. Aún así, bien por el invento.