Rebecca Webb entra en un auditorio con paso firme y decidido. Viste con chaqueta y pantalón horrendos, como su peinado, un moño que le queda como un tiro. Da igual que ella esté como un pan gallego (la actriz, Hanna Ware, sale guapísima en los flashes del pasado con el pelo suelto). Todo está hecho para transmitir un mensaje. Una idea.
—Incluso cuando estuve en alguna relación sentimental (y creedme, no fueron muchas) —dice con seguridad ante su público—, siempre me preguntaba si habría alguien más, alguien mejor, más compatible conmigo. Salía con chicos y era como tirar los dados. Me salía… un tres. Quizás, con un poco de suerte, un cuatro. Merecemos un seis, ¿a que sí?
Eso ocurre a los pocos minutos de empezar el primer episodio de ‘The One‘, una serie recién estrenada en Netflix basada en la novela homónima de John Marrs y que tenía un argumento de lo más sugerente. ¿Qué pasaría si un algoritmo basado en tu ADN pudiera localizar a tu media naranja? ¿A tu ‘match’, como lo llaman en la serie?
Pues en teoría, que todos seríamos felices a lo bestia. No pararíamos de comer perdices porque oye, hemos encontrado a esa persona perfecta para nosotros. La búsqueda ya no sería tal. Qué maravilloso, ¿no?
No.
Eso es precisamente lo que plantea una serie muy rollo ‘Black Mirror’ que nos ha encantado a mi mujercita y a mí aunque oye, nos haya hecho plantearnos qué pasaría si ese algoritmo existiera. Es en realidad lo que se plantean otras parejas que aparecen en la serie, y de hecho esa es la idea. Ver cómo sería un mundo en el que quieres a tu pareja pero descubres que igual es un 3 (o, con suerte, un 4) y puedes estar con un seis.
¿Lo harías? ¿Mandarías unos pelitos para que te hicieran el test de ADN y encontraran a tu media naranja? ¿No te «conformarías» con lo que tienes? Esa es una de las preguntas que se hace la serie, pero no desvelaré la respuesta aunque la contestación es bastante obvia… sobre todo, cuando uno ve lo que triunfa la telebasura y programas como ‘la isla de las tentaciones’ (que yo no he visto jamás).
Lo cierto es que es curioso cómo un concepto tan simplón puede generar una reflexión tan interesante. No solo el de si alguien emparejado felizmente usaría el sistema (obviamente alguien infeliz lo haría), sino el de cómo que un algoritmo te diga que alguien es tu media naranja te condiciona. Es de hecho otro de los pilares de la serie que a mí me han alucinado: ¿si alguien es tu media naranja y lo sabes, te comportarías diferente de si lo es y no lo sabes? Tampoco os lo voy a contar, pero en la serie también dan respuesta a esa pregunta (y de nuevo, me parece una respuesta totalmente acertada).
Lo cierto es que la idea de fondo no está tan lejos de la realidad. Es el argumento también de una película que no conocía llamada ‘The Perfect 46‘ (apuntada), y la propia Hanna habla en una entrevista reciente —con foto en la que sale, como os decía, estupendísima— de cómo existe un sistema de ese tipo que ya funciona en Japón. Ese servicio se llama Nozze, pero en Scientific American parecían negar que algo así pudiera existir (quizás porque lo habían creado los japoneses, no una startup americana, claro).
El tema es desde luego apasionante, sobre todo cuando buscar pareja es casi como un videojuego del móvil —qué bien me hubiera venido Tinder en mis años mozos, qué pardillo era, pardiez— y cuando a medida que te haces mayor conoces a más y más parejas y personas divorciadas en tu entorno. Da un poco de miedito, desde luego, y que alguien plantee algo así, aunque parezca ciencia ficción, no es interesante ya por lo que supondría, sino por sus efectos colaterales, que serían terribles (como también refleja muy bien la serie).
Sally y yo, medias naranjas y seises perpetuos, nos hemos tragado la serie como si no hubiera mañana. Nos hemos quedado con ganas de más, y quizás tengamos suerte porque de hecho hay quien habla de una segunda temporada que Netflix aún no ha confirmado.
Hasta que lo hagan, si lo hacen, mi recomendación es que no os la perdáis. Estupenda de principio a fin.
Aunque os haga preguntaros lo inevitable. Eso que se pregunta Rebecca al principio. Ays.
Lo que mola es esa pregunta que se hacen los «emparejados»: ¿no nos hemos conocido antes? para expresar esa sintonía instantánea. Tu pregunta es evidente ¿cuánto arriesgarías para sentir eso?
Molan mucho esas historias tan naturales.
Sí 🙂