A estas alturas la sensación es la de que queda poco por saber ya de la Xbox Series X. Tras los anuncios oficiales de Microsoft tuvimos ya unas primeras impresiones parciales (el embargo solo dejaba hablar de ciertas cosas) en medios USA hace dos semanas. El fantástico vídeo de Digital Foundry —nadie hace las reviews de rendimiento gaming como ellos—nos dejó a todos tranquilos: jugar a 4K y 60 FPS parece efectivamente totalmente factible con esta consola, pero es que las buenas noticias no acaban ahí.

Resulta que esas ventajas afectarán a todos los juegos, que se verán mejor y se jugarán mejor. Más fluidos, con más detalle y con más joie de vivre, ya sabéis. Incluso los «viejos» (por ahora, actuales) juegos de la Xbox One, la Xbox 360 e incluso la Xbox original disfrutarán de potenciales mejoras, así que la Xbox Series X se convierte por las buenas en una «consola remasterizadora en tiempo real«, si me permitís ese horrible neologismo.

Muchos juegos simplemente serán mejores por jugarlos en esta consola. Sin más.

Esa es al menos la promesa que estoy viendo por doquier. Hoy han aparecido otra andanada de análisis —en Xataka tenemos también uno gracias a nuestros primos de 3DJuegos— y aunque solo he leído un par de momento, me quedo con una sola frase. Una que creo que define mejor que ninguna otra lo que representa la nueva generación de consolas en general y la Xbox Series X en particular. Es de Tom Warren en The Verge, y no la traduzco porque se entiende bien en inglés y no es fácil traducirla bien al español:

Games feel better.

Esa es la clave. Los juegos se sienten mejores. Son mejores sin más. Sin parches, sin hacer nada especial. Igual los juegos de nueva generación no son maravillas visuales con raytracing en 4K. Yo mismo no acabo de verle la gracia al raytracing: las pruebas que hice por ejemplo al probar las RTX 2080 en ‘Battlefield V’ me demostraron que efectivamente los detalles están ahí. Este tipo de cosas son alucinantes, sin duda:

Y sin embargo, ¿qué aportan? En juegos como BFV en los que vas a toda pastilla y bastante tienes con detectar a tus enemigos antes de que ellos te detecten a ti, nada. Yo no me voy fijando en si el charco refleja mi cara o en si los cristales de las ventanas reflejan una explosión. Todo eso se agradece, pero no cambia mi experiencia de juego. La hace mejor, sin duda, pero no de la forma que me importa más.

Con lo que nos han contado de la Xbox Series X y lo que he visto se ve precisamente tanto. Los gráficos no importaban tanto. Lo que importaba era deshacerse de los tiempos de carga y espera extremadamente largos o lograr tasas de fotograma sostenidas que permitan jugar a 60 FPS sin historias e incluso a 120 FPS —como el Dirt 5, que ofrece una forma de configurar y forzar ese modo a 1440p—. Las mejoras visuales son desde luego notables (jugar en 4K y con HDR debe molar bastante), pero en juegos actuales y antiguos en los que los gráficos ya eran buenos la revolución no está en mejorar esos gráficos, sino en hacer todo más fluido. Más FPS, esto es la guerra. Y si no que se lo digan a los profesionales de los eSports, que no juegan a 4K, chicos: juegan a 1080p y a todos los FPS que pueden. La fluidez es la reina indiscutible, aunque claro, en esos escenarios ese aspecto es lógicamente mucho más importante.

Jugar mejor era jugar sin ruido. Era jugar sin sobrecalentamientos —varios han sido los medios que han dejado claro que el rumor de que la Xbox Series X se calentaba mucho eran infundados— y era jugar con menos latencia. Bueno, esto último es una promesa más de Microsoft, como la del 3D Spatial Audio que veremos si realmente aporta algo o no.

Jugar mejor, al final, era sentir que los juegos eran mejores, sin más.

Parece que la Xbox Series X consigue eso. Y si como parece lo hace, tened por seguro que aquí el menda lerenda se hará con una de estas más temprano que tarde. Puede que no el día 10 de noviembre, pero caerá. No para jugar a juegos mejores.

Para jugar mejor.