Semana esta en la que los protagonistas están siendo los desarrolladores. Microsoft y Google están sacando músculo con eventos paralelos, y me parece curioso que dos citas tan relevantes coincidan en el tiempo. Supongo que a unos cuantos desarrolladores les habrá obligado a elegir una a la que asistir, y no acabo de convencerme de que esa coincidencia sea puro azar.
De la conferencia de Microsoft no tengo mucho que comentar. Ya lo hice en Xataka, pero mi resumen es que esa keynote fue un tostoncete para los que no somos desarrolladores. A la inteligencia artificial y a la nube de Microsoft les pasa una cosa: están, pero es como si no estuvieran. No se las ve.
Lo de Google fue otra cosa. Esto hasta merecería un minirelato con Harry como protagonista visitando residencias de ancianos, pero ya publiqué ayer uno que empecé el año pasado y no ha parecido tener mucho éxito, al menos por los comentarios. Y como me cuesta bastante más hacer esos relatos que aporrear el teclado en el formato habitual, tiro por lo fácil.
Que de hecho es lo que desde hace tiempo transmiten las keynotes de los eventos Google I/O. Que Google te lo quiere poner fácil. Hacerte la vida más cómoda haciendo que Google lo haga (casi) todo por ti. Lo comentaba bien —aunque menos inspirado que en otras ocasiones— Vlad Savov ayer, y detrás de toda esa comodidad proporcionada por Google está una cosa y solo una: la inteligencia artificial.
De todo lo que vimos en torno a esa disciplina, que fue mucho, yo me quedo con esa demostración de conversación telefónica entre la encargada de una peluquería y Google Duplex. Este es el sistema conversacional autónomo de la compañía, que integrarán en Google Assistant de forma experimental próximamente.
Hablé de este tema en mi Incognicast #41 de ayer —retomaba el micro tras bastantes días de ausencia, se me han complicado un poco las tardes—, y lo hacía mostrando mi más absoluta fascinación por un sistema que lograba engañarnos a todos. Mantenía una conversación normal, con preguntas y respuestas normales, y sin que la otra parte se diera cuenta de nada.
Las consecuencias de esto pueden ser enormes, tanto para lo bueno para lo malo, pero una vez más esa ambición de Google de hacernos la vida un poco más cómoda me inquieta.
Me inquieta porque no sé si el precio a pagar será demasiado alto —ahora no lo parece, claro— y porque la trayectoria de la empresa, como comentaba hace un par de días, no me hace confiar en que con esta opción quieran hacer que el mundo sea mejor. Más bien, que sea mejor para ellos, que para eso son una empresa y están aquí para ganar pasta.
Ya comenté también en el podcast cómo a esta increíble y terrorífica tecnología se le podrían poner las cosas difíciles. La transparencia es una: Google Duplex debería avisarte de que quien está al otro lado del teléfono es una máquina, pero también están las dudas con respecto a la privacidad o a esos malos usos que siempre asumimos que llegarán con cualquier nueva tecnología. Si solo tuviéramos en cuenta eso supongo que aún andaríamos en cuevas y cazando bichos en taparrabos. Creo que el ser humano por ahora ha logrado ser lo suficientemente listo para que esos malos usos nunca superen a los buenos que nos dan todas esas creaciones, así que venga, le daremos a Google Duplex el beneficio de la duda.
Un beneficio pequeñito, eso sí. Dicho lo cual, insisto, qué pasada de tecnología.
No se si es más miedo que incomprensión. También la remota sospecha de que socialmente y políticamente vamos a rebufo de una tecnologia de alcances inesperados… y no sabemos bien cómo nos está afectando ya. De hecho, un conocido bloguero (La pizarra de Yuri) comentaba que parece que hay muchos microavances en contraste a los enormes saltos de «hardware» (transporte, telecomunicaciones, energía) de los dos siglos pasados. De algún modo, estamos «llenando huecos» en vez de dar saltos hacia adelante (véase las perspectivas respecto a la carrera espacial).
Sí, la automatización de las cosas traido a lo cotidiano podría rozar el paroxismo. La pregunta es si estamos eligiendo ese camino, o «nos» lo están «eligiendo». Y las consecuencias de todo ello ni se debaten, se eluden con un mero «what if…» porque aceptarlo de frente implicaría cambios tan radicales en los conceptos de propiedad, sociedad y lo que somos y deseamos ser como grupo humano, que sencillamente «bloqueamos» esa tarea pendiente, y la dejamos «paluego». Hasta que alguien, o algo eventual, definitivamente decida por nosotros.
Córcholis, debo sonar catastrofista. Tendré un mal día…
Caray, qué comentario tan denso. No me he enterado mucho, será que es la hora de la siesta. Sea como fuere nosotros elegimos, pero eligen más los que crean estos inventos, que son los que mueven los hilitos al menos en este apartado.
Siempre nos podemos tranquilizar con que la clase dirigente empresarial y política está retrasada un mínimo de 2 y un máximo de 10 generaciones en cuanto a tecnología. Cuando lleguen a entender el alcance de este tipo de avances ya estarán las empresas del ramo por la versión 10.5.
Para el común de los mortales, la presentación de ayer no es más que una curiosidad de 1 minuto en el telediario: una maquinita hablando con una peluquera. Como cuando sale la nota del busto parlante que te atiende en un hotel japonés o de un robot dando saltitos o bailando. No se ha enterado ni el periodista que ha preparado la nota. Del desconocimiento viene el miedo y el rechazo. Esto lo saben bien las tecnológicas y por eso invierten ingentes cantidades en publicidad y en integración del servicio en sus productos. Integración que es incremental, silenciosa, pero imparable. Nos esperan tiempos interesantes y, a la vez, aburridos al destinarse tanto esfuerzo en vender juguetes y servicios para el mercado doméstico y tan poco en otro tipo de investigaciones más rentables a largo plazo. Vas a tener todo el potencial de la IA en tu móvil para intentar venderte alguna chuchería mientras en investigación médica siguen trabajando con tablas de Excel.
Fuera aparte mi opinión acerca de lo positivo y lo negativo que van a traer este tipo de inventos es que se van a quitar a un montón de personas físicas trabajando en centros de llamadas para la publicidad, para la atención al cliente, o para emergencias de aquí a poco tiempo.
Además, aunque más de uno me va a decir que me quite el «gorro de aluminio», raro sería que en caso de usar IAs no se realicen encuestas para hacer como Cambridge Analytica ha hecho con Facebook, solo que esta vez al menos ya existen precedentes de esa clase de uso y espero que se vayan a poner más medios para evitarlo.
Un saludo !
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