A pesar de esa foto tan estupenda que encabeza el artículo, esto no va del Apple Watch, queridos lectores. Sí que va de lo que mide el Apple Watch, que es (entre otras cosas) el tiempo. El que perdemos, el que se nos va, el que nunca recuperaremos.
Hablaba el otro día con alguien de cómo se trabaja hoy en día en según qué sitios. Su hija, me contaba, acaba de entrar en un bufete bastante importante tras terminar la carrera. Triunfada a nivel profesional, seguro. «Debe trabajar bastante, ¿no?», le pregunté. «Está todo el día. Prácticamente no la vemos durante la semana, y sigue viviendo con nosotros».
A ella, añadía, no parece importarle. Se va a las 7 de casa y vuelve a las 10 como si fuera lo más normal del mundo. Lo triste, al menos en mi opinión, es que es lo más normal del mundo. Vivir para trabajar se ha convertido en algo sorprendentemente normal.
Yo no puedo concebir algo así. «Pero es que tú no sabes cómo funciona un bufete. El trabajo tiene que salir», me decía este hombre. Lo entiendo, y entiendo que el sistema se nutre de gente joven con ganas de formarse, de aprender y de garantizarse un futuro decente.
Para algunos de ellos supongo que vivir para trabajar no es tan malo: si logran hacer lo que les gusta y lo hacen con gente con la que están a gusto la cosa no tendrá tanta importancia, pero diría que es difícil encontrar a mucha gente en esa situación, y sobre todo es difícil que esa situación dure. Bueno, menos todos los que están en Apple, Google, Facebook o Amazon, que tienen mesas de ping pong, y futbolines. Así trabajar todo el día sí mola. Of course.
Igual estoy un poco cáustico, pero mi visión de la vida es otra. Hay gente para todo, desde luego, y está claro que para cierta gente su trabajo es su vida. Lo respeto, pero no lo comparto. Tengo la suerte de hacer lo que me gusta para ganarme la vida. Lo hago incluso después de la jornada laboral (hete aquí la prueba), así que imaginad. Y sin embargo sigo teniendo claro que la otra parte de la vida, la de no trabajar, es mucho más importante.
En esas me encuentro con un estudio que tenía guardado desde hace meses. Uno de la Universidad de Princeton titulado ‘Buying time promotes happiness‘ en el cual llegan a una conclusión bastante clara: a más tiempo libre más felicidad. ¿Cómo compra uno tiempo? Fácil: delegando y gastando pasta en que alguien haga algo por ti para que tú puedas ahorrar tiempo.
Es una práctica muy de estos tiempos. Vamos menos al súper, al 100 Montaditos Streetxo Burger King, y desde luego pasamos de limpiar la casa. Todo ello nos proporciona felicidad. Sobre todo lo de no tener que limpiar la casa, algo que da para un futuro post. Al final la conclusión es la misma, y es la que mostraban los responsables del estudio:
Los adultos trabajadores indican que obtienen más felicidad tras gastar dinero en una compra que les ahorra tiempo que en una material.
No es el primero ni el único estudio que habla de algo así. El año pasado otro estudio de la University of the West of England analizaba el impacto de otra de las grandes lacras del trabajador moderno: el desplazamiento al trabajo, el célebre ‘commuting‘ sajón. La conclusión era flipante:
Los investigadores descubrieron que añadir otros 20 minutos al desplazamiento cada día tenía el mismo efecto negativo en la satisfacción en el trabajo que recibir un recorte de la paga de un 19%.
La cifra, la verdad, parece un poco exagerada, y aún tomándosela en serio uno puede argumentar que lo del desplazamiento al trabajo tampoco es para tanto. Puedes leer, escuchar un podcast como Incognicast, o, en algunos casos, estudiarte una carrera si te tiras una hora larga en transporte público.
Yo, que tengo la suerte de teletrabajar —que es como cobrar 30.000 euros más, dicen algunos—, le haría la misma pregunta a todos los que tienen que aguantar esos trayectos, ya sea en transporte privado o público:
¿Cuánto estarías dispuesto a recortarte el sueldo para poder currar desde casa?
Yo respondí a esa pregunta hace mucho. Aquí estoy de hecho, con mi sueldito de editor tecnológico (el sufijo -ito está muy bien puesto ahí), y como ya dije en alguna ocasión, encantado con el resultado. Comprando tiempo para ser feliz. O lo que es lo mismo, dejando de ganar pasta para disfrutar de más tiempo para mí.
No sé. Si podéis —no siempre se puede, claro— igual deberíais probarlo. Os lo dice alguien que ha hecho un poco las dos cosas con un trabajo que le gustaba. Algo debo haber aprendido de esa experiencia, digo yo.
Yo me lo planteé hace mucho tiempo. El resultado?, soy maestro.
Tengo un sueldo más que digno (sobre todo en estos tiempos porque antes, en la época del ladrillo, se reían de nosotros…), Tengo el valor añadido con los días de vacaciones que disfrutamos (aunque siempre en temporada alta). Es un curro que quema, pero en muchas ocasiones resulta muy satisfactorio.
La clave la has comentado antes: conseguir trabajar en aquello que te gusta.
Pues te doy la razón en casi todo. En lo único en lo que no (lo que, de hecho, no hace más que reafirmar todo tu artículo) es lo de quererse quedar en la oficina porque tiene futbolín y ping-pong. Yo trabajo en Barcelona, en una oficina con futbolín, ping-pong, PS4, etc. Y sofás de colorines y demás. Y sí, nos echamos una partida después de comer y poco más, y yo personalmente con ganas de que llegue la hora de ir a casa para estar con mi mujer y mi hijo. Creo que la imagen esa de la gente en la oficina jugando es, en la mayoría de casos, irreal. Me imagino que para las fotos corporativas y para fardar de supuesta modernidad/#somossupercool, pero para poco más.
Mucha razón en ello, no sé si es casualidad pero vi esta semana un video de monitor fantasma (youtube), y se hay una correlación con lo que dices, hablaba del trabajo perfecto.
Yo analice mi situación y me di cuenta de que tengo un trabajo que se puede decir perfecto en mi país, me da tiempo, dinero y buen ambiente, casi todo.
Pero la verdad desde siempre he querido «controlar el tiempo», para precisamente ser feliz. Haciendo lo que me gusta, dedicando tiempo a mis cercanos, y por supuesto tiempo para mi.
Y ahora que veo la realidad de muchas personas(amigos y familia) me siento enteramente bendecido porque la verdad estoy excelentemente bien jeje.
Buen artículo.
Dos saludos
«…Pero es que tú no sabes cómo funciona un bufete. El trabajo tiene que salir…»
Yo sí conozco los despachos de abogados por dentro y como trabajan. Sufren de lo que yo llamo «síndrome del microprocesador» que consiste en que el trabajo se organiza y distribuye como el cauce de ejecución de un microprocesador. En estos el diseño permite que aunque una instrucción necesite varios ciclos para completarse, en condiciones ideales se pueda ir resolviendo una instrucción por cada ciclo.
En los despachos de abogados se trabaja igual. Los asuntos nunca se resuelven cuando se reciben o con tiempo suficiente, siempre en las cercanías del último día de plazo o en el mismo día o incluso días después si la legislación de aplicación así lo permite. Jamás vas a ver una contestación a una demanda presentada 15 días antes del plazo conferido, al menos en España. Esta dedicación exclusiva de las «unidades funcionales» del despacho hace que vayan saltando de caso en caso y de asunto en asunto casi cada día. Se estudia el asunto al recibirse, por si hace falta más información y se deja para las cercanías del plazo, momento en el que se tiene que volver a estudiar el asunto de nuevo (pueden pasar meses entre que se entrega un asunto al despacho y la realización de las acciones pertinentes). Durante todo este tiempo la «cola» se va llenando con otros asuntos, de la misma forma que se llena la «cola» de instrucciones en un microprocesador.
Yo estoy en el polo opuesto: ficho todos los días a la entrada y a la salida y cuando salgo me olvido del curro hasta el día siguiente. Afortunadamente trabajo en un sitio estupendo en el que estoy encantado y hay muy buen ambiente, ni siquiera creo que quisiera trabajar en casa o al menos tendría que cambiar el chip para no mezclar, solo de imaginar trabajar y los tres gremlins dando saltos por ahí se me ponen los pelos como escarpias. El estar en un ambiente de trabajo y concentrado en lo que haces ayuda a evitar las distracciones y en tu propia casa son muchas, como las tentaciones (nunca has caído en un Battlefield cuando deberías estar picando teclas?). En cualquier caso creo que lo más importante es estar a gusto con lo que haces y encontrar los momentos para disfrutar, en el trabajo y fuera, para que las obligaciones irremediables del día a día se hagan más llevaderas. Al fin y al cabo, como decía un humorista, si el trabajo fuera bueno lo tendrían todo los ricos.
Pues debo estar pasando mi peor época respecto al trabajo que recuerdo. Y ya no me pilla de «jovencito» que los cuarenta están bien pasados… Por lo que si, te compro el concepto de comprar tiempo, valga la redundancia, lo que no se es como.
Ni tiempo de leer y comentar. Para lo que hemos quedado…
Es mi obsesión. Comprar tiempo es mi obsesión.
Pues si tienes trucos de inversor avezado también en esto, ya sabes, compártelos 😉