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Los no-consejos de un cuarentón

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El viernes salí un ratito por la noche. En plan familiar -algo que suele dar juego-, y también en plan breve. Nos tomamos una copita y de repente apareció una chica a la que conocíamos desde pequeños y a la que no veíamos desde hacía un porrón. Se había casado jovencita y había tenido los hijos enseguida, nos contó. De hecho, nos dijo, su hijo mayor cumplía 18 años esa noche. ¿La manera de celebrar el evento del chaval? Hacer un botellón con sus amiguetes ahora que podía beber legalmente… aunque el botellón en sí no lo sea.

Eso dio que hablar, claro. Por ejemplo, sobre qué le diremos a nuestros peques  sobre ese tema cuando cumplan esa edad. O sobre cualquier otro, a cualquier edad. Porque se supone que el irnos haciendo mayores debería hacer que tuviéramos más certezas. Pero como decía a mis 40 castañas, certezas, pocas.

Aún así, claro, opinar, como soñar, es gratis. Y todo el mundo opina. Yo opino (¡mami!). De hecho tener niños de repente hace que todo el mundo opine sobre la forma de educarlos y de cuidarlos. Como cualquier pareja de padres, también nosotros (¡pipi!) sufrimos la avalancha de opiniones desde el primer momento. Qué chupete ponerle, qué mantita, cuándo quitarle el pecho, cómo llevarle vestido, o peinarle, o regañarle, o no regañarle, o premiarle, o castigarle, o quitarle el pañal (en esa guerra estamos con nuestro peque), o enseñar a montar en bici, o limitarle el uso del iPad, o mil cosas más que todo el mundo ha vivido y sobre las que todo el mundo cree tener razón.

Pero nadie la tiene. Y todos la tienen.

Trato de evitar dar ningún consejo u opinión en ese tema en particular. Acabé hasta las narices de los comentarios de la gente y de su forma de sentar cátedra aun con la mejor intención, así que cuando algún amigo con niños aún más pequeños me pregunta, le suelo decir precisamente eso. “Cada cual te dirá algo distinto“, le comento, para luego añadir un inevitable consejo propio: “así que haz lo que creas que debes hacer“.

Lo de dar consejos está muy bien si alguien los busca, claro, y de hecho hay toda una rama de literatura dedicada al tema. No soy nada fan de los libros de autoayuda, pero he de reconocer que me encantan las listas de consejos que publica la gente que ha cumplido años y reflexiona sobre el pasado. Envidio a esa gente que parece tenerlo todo tan claro y que a los 29 parece tan madura, -a los 30 también-, pero luego me doy cuenta que la mayoría de esos consejos son perogrulladas. Cuida a tus amigos, disfruta del momento, viaja, e incluso fracasa, que queda muy bien en la cultura yanqui. De todo se aprende, blah, blah, blah. Todos probablemente ciertos, y todos demasiado universales como para que los tomemos demasiado en cuenta.

Yo podría hacer mi propia lista con los 42 consejos que daría a cualquiera con menos añitos, pero paso. Al menos, de momento. Igual en el futuro me entran ganas de sentar cátedra propia. Prefiero que si podéis le echéis un vistazo al vídeo que he descubierto vía Digg y que me parece un prodigio. Gente de n años dando consejos a la gente de n-1 años. Todos interesantes y todos válidos hasta que llega el último de todos. El del señor que con 93 años le da un consejo al de 91 años. Uno que es aplicable a él y a todos los que son más jóvenes. Un consejo genial.

Dear 91 year old. Don’t listen to other people’s advice. Nobody knows what the hell they’re doing.

Exactly. Este es mi consejo de cuarentón. O mi no-consejo.

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10 comentarios en “Los no-consejos de un cuarentón

  1. Manuel dice:

    Amén, yo también he acabado harto de los listos que todo lo saben y no para de decirte qué hacer con tus hijos.
    Aunque luego resulte que los suyos te parecen insufribles y malcriados.
    Vive y deja vivir, que cada uno viva como le apetezca mientras no moleste a los demás.

  2. Grande y cierto, lo que yo veo, en el tema de los consejos, es que la vida de cada cual es un cúmulo y conclusión de factores y circunstancias luego eso nos lleva a pensar que lo que yo haría u optaría por hacer con respecto a un problema en mi vida o decisión, no necesariamente puede valer para la vida de otro. La única certeza que puedes dar con cierta edad, es lo que a ti te resultó al combinar tus factores y tus circunstancias. Yo hace mucho tiempo decidí que ciertas decisiones trascendentales de mi vida las iba a decidir conforme se presentaran, que sopesar de antemano sólo me llevaba a barajar posibilidades inexistentes y desde entonces y, tocó madera, no me ha ido nada mal. Un saludo a todos y todas.

  3. Christian dice:

    Es una tontería, pero si no me equivoco el último señor si específica que tiene 93 años.

    Respecto al tema, yo acepto consejos sin problema (otro tema es si les hago caso). Lo que no acepto es que me den algo como si fuese una verdad absoluta. Pero los consejos los tomo como simplemente algo más de información para tomar una decisión propia.

  4. Daniel dice:

    Pufff… hace tiempo que dejé de ser lo suficientemente joven como para saberlo todo. Así que consejos, ni doy ni vendo. Y los recibidos los ignoro hipócritamente; quiero decir, con amabilidad.

  5. Vicent dice:

    Superados con algún pellizco ya los 40, te das cuenta que, dar consejos es una de las cosas que más responsabilidad conlleva. Llevo recibiendo con resignación los consejos de la misma gente desde hace 30 años, demostrándome lo mucho que saben de la vida, y lo ignorante que soy. Eso no va a cambiar.
    Y vivo con terror el momento en el que alguien apreciado por mi me pide consejo, o suelta un — ¿Que harías tú?
    En la crianza, en el trabajo, en todas las facetas, son tantos los errores cometidos, que agradezco quién en esta vida me los ha hecho ver, desde el aprecio, o he sido consciente con el tiempo que los he cometido.
    De vez en cuando, no tanto como me gustaría, hasta me gusta pensar que he aprendido de ellos. Pero en que pocas ocasionesun consejo me ha evitado cometerlos.

  6. Daniel Cuñado dice:

    Yo que tengo 4 peques he descubierto en primera persona que cada niño es un mundo y que lo que funciona con uno no lo hace con el siguiente, o sí.
    Muy divertido el vídeo e ingenioso ese golpe de efecto final. Después de verlo, pensé que me sería muy interesante si en cada cumpleaños uno hiciera el ejercicio de escribir una lección aprendida en el año ganado de experiencia, para servir de consejo o recordatorio para tu yo futuro.
    Por ejemplo, mi yo de 40 años aprendió que la vida se disfruta más compartiéndola intensamente con la propia familia que dispersándose en los amigos (o no) de las redes sociales. Por ahora mi yo de 41 años no se olvida de esa lección.
    Pero me encantaría recordar qué lecciones fui aprendiendo en años pasados.

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