Resulta curioso reflexionar sobre algunos de los últimos dispositivos que han triunfado en la electrónica de consumo y en la informática. Hay decenas de ejemplos, y muchos de ellos parecen difíciles de explicar. Por muy buenos que sean los gurús de la electrónica y la informática que se dedican a romper las barreras de uso que imponen los fabricantes, parece que a veces fuera casi «demasiado» sencillo acceder a los secretos de estos desarrollos.

Los propios sistemas operativos Windows son un buen ejemplo: no importa el tipo de protección que la empresa de Gates trate de implementar, porque a los dos días ya aparecen parches que se saltan un método que a primera vista parecía más duro de roer. Puede que Microsoft haya vendido una cifra espectacular de copias de XP y de otros de sus desarrollos, pero os aseguro que el 90% largo de esa cuota de usuarios que mantienen en todo el mundo no dispone de copias legales de este sistema. De hecho, me atrevería a decir que nos llevaríamos una buena sorpresa si se conociese exáctamente qué fracción usa este producto (y otras muchas soluciones software) por la cara. Pero ese primer ejemplo es sólo una gota en ese mar de tecnologías pirateadas: la televisión por satélite por cable, las películas en DVD, y las consolas también son víctimas de este tipo de ataques. Y también lo fueron en su día los ordenadores de 8 y 16 bits, cuyos juegos (primero en cinta y luego en disquette) fueron objeto de copia indiscriminada en una época en la que bastaba contar con una doble pletina para ser el amo del cole.

Aunque todo esto no es nuevo, la idea que siempre me ronda la cabeza es la siguiente: lo bien que les viene a las empresas que sus productos se pirateen tan fácilmente. Es un márketing gratuito: si es posible copiar juegos, más gente se anima a comprar el ordenador y la consola para poder jugar a esos títulos. Eso beneficia al fabricante del ordenador o consola que vende más unidades. Y por último, beneficia al desarrollador de videojuegos, porque, aunque venda menos unidades de sus títulos, al menos puede desarrollar un juego porque hay mercado para ello. ¿Triunfa más lo que es más fácil de piratear? Eso parece, si atendemos a las consolas cuyos videojuegos se cargaban mediante cartuchos, y aquellas que lo hacían mediante CD-ROMs o DVD. Nintendo, curiosamente, nunca lo ha puesto fácil. Y curiosamente, siempre ha ido por detrás del resto de fabricantes de consolas.

Las consolas de última generación son la enésima iteración de esta idea: la Xbox y la PS2 han sido todo un éxito de masas. Y por muy bien que lo hayan hecho sus desarrolladores, poder acceder a los conocidos modchips para saltarse las protecciones de las fabricantes y acceder a todas las posibilidades de estas máquinas (incluido el jugar a copias pirata de juegos) habrá tenido algo que ver. Lo mismo ha ocurrido con la esperada PSP de Sony, una consola aún por llegar a nuestro país y que ya está siendo hackeada por esos curiosos insaciables que no se conforman con utilizarla para lo que fue pensada. De hecho, y tal como reza Gizmodo, tenemos a una nueva generación de hackers ante nosotros. Un canijo de 12 años es uno de los artífices de los primeros avances. Alucina.

It also means that the next big story on Time Magazine will be €œThe NEW PIRATES€ and the first paragraph will read: €œDick Hertz, a self-described Elite Hacker, is 12. He pirates PSP games using a program called €˜n00bbuster€™ and runs a website called pspcoolhacks.blogspot.com.

Eso sí, un grupo de españoles ya había hecho sus pinitos con el nuevo y prometedor ingenio de Sony, como se comentó en el blog de PC Actual y en una de las páginas españolas referentes en estos temas «oscuros» del ocio digital, ElOtroLado. Ya hay incluso una forma de instalar un pequeño servidor web en esta consola, pero esto sólo es el comienzo. Páginas como MundoPSP o PSPsites son fuente inagotable de noticias sobre la deseada PSP.

Mientras tanto, no se deja de hablar de la próxima generación de consolas de sobremesa, y tanto la Xbox 360 como la PS3 son objeto de todo tipo de elucubraciones en páginas web devotas de estos aparatos. Parece que el precio definitivo de la última será de 400 dólares, aunque su fabricación cueste 100 más, una táctica muy agresiva que ya vimos en otras consolas anteriores. Y por otro lado, como citaba en un post anterior, el próximo kernel de Linux podría tener soporte para Cell, lo que permitiría instalar este sistema operativo en el maquinón de Sony (buen apunte, Fernando :-)). Tan cansados están los directivos de Sony de rumores como este que se han propuesto mantener un silencio sepulcral sobre el tema hasta que su desarrollo aparezca definitivamente.

Nota: Entrada publicada originalmente el 3 de julio de 2005 a las 19:32.