Probablemente no debería haberla comprado. Esa es la sensación que me queda un año después de que apareciera la Xbox One, que reservé tras la aparición de aquel pack con el FIFA 14. Ya entonces dejaba claro que era la primera vez que no tenía una especial ilusión en la nueva generación de consolas de Microsoft (o de otros fabricantes).
Para empezar, es probable que el de la Xbox One haya sido el lanzamiento más desastroso de la historia de Microsoft. Los errores en la forma de presentarla -foco en funciones multimedia, necesidad inicial de tenerla conectada continuamente, mercado de segunda mano- se unieron a las propias decisiones de lanzamiento de aquel mayo de 2013 en el que Microsoft nos lo dejó claro: Kinect era un periférico obligatorio para la consola.
Y la consola llegó, y como le ocurrió a la PS4, no parecía ni especialmente distinta, ni especialmente revolucionaria. Un año (y un día) después de esa aparición, ese es mi resumen. Y con fotos que tenía guardadas desde hace ya meses esperando a darles algún provecho. Sea como fuere, la nueva generación de consolas no acaba de tener sentido para mi.
Diseño, un año después
No soy especialmente exigente con el diseño de una consola y creo que tanto la Xbox One como la PS4 tienen un diseño correcto, sin grandes revoluciones y con sus líneas propias. En el caso de la Xbox One, eso sí, una cosa destaca claramente: es pesada, y cuenta con el mismo ladrillo (me encanta el término ‘power brick‘ que usan en inglés) como fuente de alimentación que en generaciones anteriores.
Hay algunos detalles destacables más, como el botón táctil de encendido y el que permite extraer o insertar un disco, o ese curioso diseño partido que mezcla superficies lisas con superficies con láminas de plástico intercaladas en filas diagonales, que en la parte trasera son protagonistas porque ese mismo acabado es el usado para la ventilación.
Al final el diseño de la Xbox One es un elemento del que no hay mucho más que decir un año después: cumple, no se ha quedado desfasado -y no parece que vaya a hacerlo en una buena temporada- y salvo por ese enorme transformador de corriente (inevitable, me temo), aquí Microsoft lo hizo bien.
No tengo tampoco comentarios especiales para el mando de la Xbox One, que entiendo que es parte fundamental de la experiencia de uso. En mi opinión es un pelín grande (y yo tengo manos grandecitas), pero por lo demás cumple perfectamente. Creo que Microsoft debería haber sido algo más ambiciosa en un apartado: el del reconocimiento de voz. Hubiera molado que integraran un micrófono en el mando -como Amazon hace con el mando de su Fire TV- para no tener que gritarle a Kinect 2 metros más allá, sino poder “hablarle” al mando para distintas opciones. Es una idea.
Especificaciones, un año después
Empieza el menene. La gran revolución de esta generación de consolas era el salto a arquitecturas x86 frente a las utilizadas en la PS3 y la Xbox 360. No he leído apenas nada sobre el impacto real que eso ha tenido en las empresas dedicadas al desarrollo de videojuegos, pero hay un buen artículo en Develop en el que hay declaraciones de varios responsables de estudios que apuntan a lo mismo: tener que desarrollar al mismo tiempo para las nuevas y las “viejas” consolas es un tostón:
At some point, you can’t go forward if you don’t cut something out of the past-gen version. So the challenge isn’t about making nice-looking graphics on older hardware. It’s actually how to make the next-gen version richer without compromising other ones
En ese artículo no se menciona si es más fácil desarrollar para la Xbox One o la PS4 de lo que lo era para la Xbox 360 o la PS3, pero yo diría que por lógica debe serlo. No solo eso: la decisión de utilizar esta arquitectura en la Xbox One podría ser determinante para ese futuro One Windows que Microsoft nos está preparando y en el que las aplicaciones (y juegos) universales podrán ejecutarse básicamente en cualquier plataforma sin apenas cambios.
Todo eso, no obstante, son solo hipótesis. Hoy por hoy ese nuevo hardware de la Xbox One no aporta absolutamente nada especialmente diferenciador con respecto a la Xbox 360. Tras un año con esta consola, no he notado mejoras apreciables en los (pocos) juegos a los que he jugado. Sí ha habido títulos prometedores y muy espectaculares (Titanfall, en mi caso, y eso que casi no he jugado), pero básicamente creo que la Xbox One es “un poquito mejor” de lo que era una Xbox 360 que parece haber exprimido mucho más su potencial.
¿Podrá la Xbox One dar mucho más de sí en el futuro? Espero que sí, pero para alquien que como yo juega poco y lo hace también en el PC, ese “PC en una caja” no ofrece una experiencia diferenciable en esa calidad del videojuego. De hecho ni la Xbox One ni la PS4 pueden competir en potencia bruta cuando se trata de videojuegos, y eso se demuestra fácilmente con dos argumentos. El primero, esa nueva corriente de juegos en monitores UHD (2160p frente a los 1080p máximos de estas consolas) que es absolutamente inviable en estas consolas, y el segundo, que los campeonatos de eSports y los gamers profesionales no juegan en consolas, sino en PCs.
En especificaciones hay no obstante otras curiosidades, unas positivas y otras negativas. Empecemos por las malas noticias: integrar un disco duro de 500 GB me parece un error. Microsoft podría haber optado por una unidad SSD que hubiera hecho que toda las funciones de la consola corrieran de forma más fluida. Parece, no obstante, que las ventajas no son demasiado apreciables en las pruebas que realizaron en Eurogamer, pero claro, tiraron de unas unidades MX100 de Crucial que no son precisamente lo más de lo más en el segmento SSD.
En el lado positivo de las especificaciones creo que la inclusión de ese puerto HDMI de entrada es una opción súper interesante. No es que yo le haya sacado partido directamente -hablo de ello más adelante-, pero le da a la Xbox One la capacidad (que luego uno puede aprovechar o no, claro) de convertirse en el centro del ocio digital en el hogar, algo que la PS4 ha realizado de una forma que en mi opinión es mucho más tímida.
Otros temas interesantes un año después: la Xbox One es súper silenciosa. Repito: súper silenciosa. Para alguien que sufrió aquellos ruidacos de las primeras Xbox 360 con aquellas unidades de DVD que parecía que estaban en el ciclo de centrifugado de una lavadora, haber llegado a este punto es casi como un milagrito. No he tirado mucho de la unidad Blu-ray ni para pelis ni para juegos, pero cuando lo he hecho , de nuevo, me ha sorprendido el bajo nivel de ruido que incluso la unidad óptica impone en el funcionamiento general.
La inclusión de un puerto Gigabit Ethernet es otro acierto (yo tengo mi casa cableada con CAT6, y mandar contenidos desde el NAS a la Xbox One es una chulada), y es una lástima que la conectividad WiFi no sea 802.11ac (a pesar de que por lo visto la consola tiene un chip compatible, pero capado a propósito). En mi caso, no obstante, eso da igual porque soy muy fan de mi red cableada.
Kinect, un año después
De verdad que lo siento por Kinect. Es un periférico valiente y ambicioso, pero que parece que no llega a cumplir su eterna promesa. Un año después de comprarme la consola, Kinect prácticamente se ha convertido en un adorno más del salón, y en contadas ocasiones logro sacarle partido a ese componente que Microsoft vendió como característica diferencial de su consola.
Creo que la culpa de esas promesas incumplidas la tienen por partes iguales Microsoft -forzando demasiado su uso- y los desarrolladores, que jamás han logrado sacarnos de esa sensación de que estamos ante una Wii con mejores gráficos si uno utiliza Kinect. La utilidad de Kinect en juegos es limitada, y los títulos especialmente diseñados para este dispositivo siguen siendo poco ambiciosos. He probado Kinect Sports Rivals -me pareció un tostón, la verdad-, pero donde sí he visto cierta promesa es en Xbox Fitness, ese “juego” gratuito (si estás suscrito a Xbox Live Gold) que permite que te apuntes a sesiones diversas de fitness y vayas haciendo ejercicio en casa como si estuvieras en el gimnasio. Traté de seguir esas sesiones durante una temporada -me falló lo de siempre, la voluntad- y la verdad es que ahí Kinect sí se comportó como esperaba, haciendo un buen seguimiento de los movimientos y una estimación del ritmo cardiaco que, la verdad, no pude comprobar si era precisa o no.
Kinect tiene también sentido en otras áreas, claro, y sobre todo en las que afectan al manejo de la Xbox One fuera de las sesiones de juegos. Teóricamente uno puede manejar prácticamente (casi) todo en el Dashboard de la Xbox One a través de órdenes de voz y gestos, pero un año después mi experiencia en este sentido es prácticamente nula. Qué queréis que os diga: sigo creyendo que para la mayoría de las cosas tres toquecitos del stick y de los botones permiten llegar a cualquier parte de forma más rápida.
En realidad aquí hay dos barreras: una educativa, y otra de propia vergüenza. La educativa es fácil de superar, y bastaría con que uno simplemente se acostumbrara a utilizar esas órdenes de voz que simplemente no me he esforzado demasiado en recordar. La de la vergüenza es algo más complicada de superar: me sigue pareciendo que hablarle a una máquina es un poco de locos. Me pasa con el móvil y desde luego me pasa a la hora de estar diciendo en voz alta comandos a la consola, y ahí hay un freno “tonto” que también, creo yo, acabará desapareciendo con el tiempo.
Aun con esas barreras, de nuevo, se vislumbran posibilidades en Kinect como sistema de control de la consola. Lo comprobé hace poco con el sintonizador de TV digital de la Xbox One, con el anduve jugando y que de cuando en cuando conecto para ver la tele. Más sobre esto más adelante, pero en lo que se refiere a los comandos de voz, era especialmente chulo lo de ir a un canal u otro con una orden de voz sin problemas y sin tener que gritarle (demasiado) a Kinect. También está otra función importante: la de las videoconferencias con Skype, una opción que jamás uso (tengo cuenta en el servicio, pero siempre uso los Hangouts de Google) y que no obstante tiene en Kinect, su cámara y su reconocimiento de voz un acompañante perfecto.
En conclusión, creo que Kinect es justamente lo contrario de un quiero y no puedo. Es más bien un puedo y no quiero. Es como si el periférico pudiera hacer muchas más cosas, pero los desarrolladores no quisieran (o supieran) aprovecharlo. Aquí como digo la culpa es también de los usuarios, que no le damos (creo) suficientes oportunidades a Kinect, pero se trata de un periférico muy poco aprovechado y que merecería mucho más. Y sin embargo también creo que Microsoft cometió un error fatal al obligar a los usuarios a tener que comprar la Xbox One con Kinect, algo que han corregido recientemente -¿demasiado tarde?- y que no ha justificado la apuesta de Redmond. Allí pensaban en Kinect como parte indispensable de la experiencia de usuario, pero esa aspiración no ha sido respondida por el uso real de los usuarios.
Xbox OS, un año después
Otro apartado conflictivo es el del sistema operativo de la consola, que desde hacía años apuntaba a esa interfaz Metro en la que las baldosas eran protagonistas. Me parece extraño que este sistema operativo no tenga un nombre oficial específico, algo tipo “Windows for Xbox One”, por ejemplo, pero está claro que este desarrollo es una versión de Windows 8 adaptada a la Xbox One.
El resultado de esa implementación de la interfaz Metro en la consola es en este caso muy poco destacable. El escritorio o Dashboard de la Xbox One es insondable para mi: no entiendo por qué Microsoft ha tomado ciertas decisiones, como las de tener esos grupos o “páginas” de iconos y no otros, y por qué aparecen esas baldosas en ese orden y no en otro. Sin mencionar la presencia constante de contenidos patrocinados para que compremos juegos o pelis (y las disfrutemos, claro) gracias a las recomendaciones del servicio. Esa publicidad gratuita no debería estar tan en primer plano nunca. Si quiero ver ofertas, ya accederé yo a la tienda por mi cuenta. Ya he pagado por mi consola y por Xbox Live Gold, y no entiendo ni respeto esa decisión de Microsoft de querer hacernos sacar la tarjeta de crédito en cada momento.
Me resulta inexplicable que el acceso a la configuración de las opciones de la consola no tenga un apartado propio mucho más destacado -yo suelo acceder a esa opción a través de “Mis juegos y aplicaciones”, ridículo-, pero incluso navegar entre las distintas secciones me sigue pareciendo una experiencia mística: no sé con qué me voy a encontrar casi nunca, y es como si fuera imposible aprender cómo llegar a cada sitio en dos patadas, porque la Xbox insiste en tratar de decidir por nosotros qué es lo que queremos en cada momento.
La usabilidad del sistema operativo es por tanto muy mejorable en mi opinión. Está bien que traten de poner en primer plano aquellas aplicaciones o juegos que hemos usado recientemente, pero no hay una gestión de tareas cómoda (aunque podemos cerrar aplicaciones y juegos en cualquier momento) y esa gestión multitarea es, de nuevo, insondable para el usuario, que se tiene que fiar del sistema operativo.
Aquí es donde hay mención especial para una característica que diferencia claramente a la Xbox One de la PS4: la de acoplar pantalla (Snap). Esta opción permite que podamos tener dos (y solo dos) aplicaciones simultáneas en pantalla y que podamos jugar a un juego mientras, por ejemplo, charlamos por Skype con un contacto o navegamos por Internet. Esa opción se mejoró en una actualización reciente y ahora la doble pulsación del botón Xbox en el mando da un acceso más adecuado para esa característica.
La opción es fantástica, pero un año después al menos en mi caso su uso ha sido muy limitado. La he utilizado de cuando en cuando al poner la tele en la Xbox One, pero no mientras he jugado, por ejemplo. Igual es que yo soy un tipo absolutamente monotarea, pero concibo la consola (de nuevo, problema de mis usos y costumbres) como un dispositivo para una sola cosa. Si quiero multitarea, ya tengo mi portátil o mi PC. Como digo, una opción fantástica, pero al menos para mi, solo una opción. Ojo: agradezco que esté ahí por si la necesito. Soy muy fan de las opciones interesantes, porque aunque yo no las utilizo, hay mucha gente que sí.
Otra opción de interés que no uso en la consola es ese comportamiento “siempre conectada” que hace que en realidad nunca apaguemos la consola y siempre esté esperando a ser despertada. Con una orden de voz es posible hacer que la consola vuelva a la vida en un instante, y de hecho podéis elegir que la interfaz de la tele de forma que el comportamiento sea más transparente: uno dice lo de “Xbox on” y tanto la consola y la tele se encienden, pero con el canal de TV que estuvieras viendo, para luego echar una partidita si te apetece. Yo no utilizo tampoco esa opción porque uso la consola más bien poco y esos 17-18W de consumo constante en suspensión (entre 70 y 120W según el uso de recursos cuando la tenemos en marcha) me parecen un precio demasiado elevado para mi escenario. De nuevo, es una opción de la que mucha gente seguramente aunque yo no lo haga.
Un apartado que no conviene olvidar es el de esa posibilidad (casi obligación, diría yo) de instalar los juegos en el disco duro de la consola para poder acceder a mejores tiempos de carga. Esa característica que ya era tradicional en la Xbox 360 es importante en esta generación, pero surge un problema: los tiempos de instalación son súper largos, y es fácil que la instalación completa -aunque puedes comenzar a jugar antes) tarde más de media hora. Inaceptable.
Las actualizaciones software son también molestas. Cada nuevo juego parece necesitar alguna nueva opción que es necesario preinstalar, así que lo de meter el juego en la unidad Blu-ray y jugar es una utopía. Las actualizaciones de algunos títulos son absurdas (¿¡15 GB para el Halo Master Chief Collection!?), y eso hace que lo de disfrutar de la consola y sus juegos en plan rápido sea imposible. Uno enciende la Xbox One queriendo aprovechar un hueco de 15 minutos para una partida rápida, y se encuentra con que es necesaria una actualización del sistema o del juego para disfrutarla. A la basura esos 15 minutos.
Por supuesto, hay otro tema crucial en la plataforma de juegos de Microsoft: precisamente, los no-juegos, las aplicaciones. En la tienda online de Microsoft hay una buena selección de aplicaciones, muchas de ellas dedicadas a temas de contenidos multimedia (clientes de servicios como Wuaki, TED, Netflix, Hulu, etc) y algunas más generalistas. No hay cliente de Twitter -aunque hay cierta integración para compartir logros gracias a una reciente actualización- o de Facebook, algo curioso teniendo en cuenta que sí las hay desde hace años para la Xbox 360, pero sí hay una aplicación destacada: Internet Explorer, el navegador que pocas veces he usado en la consola pero que, debo reconocerlo, me ha sorprendido gratamente cuando lo he hecho.
No he usado demasiadas aplicaciones en la consola porque soy un usuario demasiado ocasional -juego poco, repito- y por ejemplo no aprovecho las bondades de servicios como Twitch (una de las mayores revoluciones en este tema a medio plazo) o los servicios de Upload para subir -e incluso editar, si es que tienes mucho tiempo libre- clips de juego. Por cierto, qué manía tiene la consola de guardar los que cree más interesantes. Ahí es especialmente útil ese comando de voz de “Xbox, grabar eso” que graba los 30 últimos segundos de la partida que estás jugando y que en mi caso me ha servido para recrearme con algún otro chicharro mítico que he metido (o me han colado a mi) en FIFA.
Sea como fuere, el catálogo de las aplicaciones un año después es, yo diría, decentillo. Muy enfocado al consumo de contenidos, desde luego, que es uno de los focos -ahora algo menos- de la Xbox One. En toda esa interacción, no obstante, hay un problema: el teclado virtual en pantalla es demasiado lento de controlar con el mando, y no hay alternativas viables en este apartado (¿por qué no ofrecer reconocimiento de voz aquí?), y si fuera Microsoft me plantearía poder instalar teclados alternativos como el curioso Daisywheel de Steam y su modo Big Picture.
Multimedia un año después
Si hay un área en el que la Xbox One ha destacado tras estos doce meses es en el área multimedia. Recuerdo perfectamente cómo durante la primera parte de aquella presentación oficial en Redmond quisieron hablarnos solo de esa faceta multimedia. Lo de cambiar canales por voz o acceder a reproducción de pelis y alternarla con algún juego mientras acoplábamos la pantalla era una verdadera chulada, y aunque Microsoft erró al darle tanta importancia inicial al tema (los consoleros quieren sobre todo jugar), creo que tiene ante sí un pilar fundamental para acabar ganándole la partida a la PS4.
Para mi esta faceta multimedia es absolutamente brutal no por lo que ofrece ahora, sino por lo que está claro que puede ofrecer. El citado catálogo de aplicaciones está como ya he dicho casi enteramente dedicado a servicios de contenidos, y aunque en nuestro país seguimos sin contar con un Netflix en toda regla, Wuaki.tv y otros servicios tratan de plantear opciones decentes. A mi no me compensan de momento, pero entiendo que la oferta multimedia de la Xbox One un año después es, al menos en Estados Unidos, excepcional. Claro que es es el mercado número uno de la consola, y los servicios de contenidos audiovisuales allí están a años luz de lo que tenemos aquí.
A esa oferta de servicios -incompleta en nuestro país, pero eso no es culpa de Microsoft- le acompañan las propias bondades en este campo de su consola. Para empezar, como decía, ese puerto HDMI In que da acceso a todo un mundo de posibilidades. Convierte a la Xbox One en el teórico centro de nuestra experiencia de contenidos en casa: es algo así como ese vídeo VHS al que conectábamos todo y que luego conectábamos a la tele. La entrada de vídeo permite conectar otras consolas (casi irónico que la PS4 se pueda ver vía la Xbox One), pero también tu descodificador TDT o cualquier otro desarrollo que saque vídeo a través de una salida HDMI. Como he venido comentando a lo largo de todo este texto, es una opción más que puedes o no utilizar, pero que sobre todo da muchas opciones de futuro.
A estas opciones se le unen sus posibilidades como reproductor de contenidos de nuestra red de área local. En mi caso, desde el NAS de Synology que normalmente aprovecho con la Raspberry Pi con Xbian y que le da patadas a muchos Media Centers específicos para esa opción. En la Xbox One hace poco que por fin se ha añadido el soporte DLNA que hace que el “trabajo” con el NAS sea transparente, y a eso se une el soporte para ficheros MKV que da bastante vidilla en este sentido. Lamentablemente la interfaz de uso del reproductor multimedia es bastante cutre y básicamente tenemos un explorador de archivos básico con el que elegiremos el contenido deseado.
En este punto faltaría añadir un cliente más potente para convertirlo en un Media Center, y aunque hay propuestas como el recién aparecido Plex para Xbox One, las opciones chulas son de pago. Eso, unido a que en cuestión de reproducción de medios sigo tirando de la citada Raspberry Pi por consumo energético y por el fantástico comportamiento de Xbian y de XBMC hace que esa faceta de reproductor multimedia de la Xbox One sea en mi caso un añadido interesante más que realmente no uso mucho. Pero ahí está, ya sabéis.
El control de la reproducción de la televisión es algo que podremos hacer conectando un descodificador de cable o TDT a esa entrada HDMI In, pero está la alternativa reciente: el sintonizador de TV digital para la Xbox One que por 26 euritos puede ser vuestro y que como ya conté puede daros una alternativa muy chula si como la inmensa mayoría tenéis una televisión inteligente con el sintonizador TDT integrado. En ese caso lo normal es que no uséis la Xbox One para ver la TV, claro, pero este modulito se conecta a la antena de televisión normal por un lado y a un puerto USB de la consola en otro (curioso, nada de HDMI) para que podamos controlar esas emisiones desde la consola tanto con el mando como con la voz.
En esa emisión vía la Xbox One, como ya dije, hay algunas ventajas curiosas como el citado control de voz, el funcionamiento de la guía de programación (que mola bastante) o disponer de timeshifting para poder pausar la emisión de un programa en vídeo y luego seguir viéndolo tranquilamente. La Xbox One almacena 30 minutos de vídeo en su sistema de almacenamiento, así que hay margen para aprovechar esa característica, pero si tenemos esa opción, ¿por qué la Xbox One no puede grabar películas, series o cualquier otro programa televisivo? Pues lo cierto es que no tengo ni idea y no he visto ningún tipo de justificación técnica que lo impida. Y es una lástima, porque si la Xbox One también se comportara como PVR ya sería la pera limonera.
Juegos, un año después
Pero claro, la Xbox One es una consola. ¿Qué hay de los juegos? Pues amigos míos, ahí está el problema en mi caso: que los juegos de la Xbox One, su mayor razón de ser, no me han emocionado en absoluto. La compré por ese FIFA 14 que no me gustó demasiado, y desde entonces no he tenido demasiadas alegrías con él. De hecho, he acabado jugando de nuevo al 13 desde el PC (no desde el MacBook Air, que también probé en su día) con el mando inalámbrico de la Xbox, así que lo poco que dedicaba a jugar no lo centraba en la consola.
Pero debo confesar que aquí tengo un criterio débil porque cada vez juego menos y cada vez parece más difícil que algún juego me atrape. Probé el Titanfall -a nivel técnico impresionante, pero soy un paquete-, y he ido descargando alguna demo o comprando algún juego como Max and the curse of Brotherhood que apenas he tocado a pesar de su buena pinta. Probé el Forza Horizon 2 -quizás el más divertido y el que más prometía para mi perfil de usuario- y también le he dado un poco al nuevo Halo Masterchief Collection (como en Titanfall, me pasa que soy bastante cojo) y al Sunset Overdrive (buen intento por ser original, pero en mi opinión sobrevalorado).
La sensación tras todos estos meses es que no juego ni más ni mejor a la Xbox One de lo que jugaba en la Xbox 360. De hecho, hay un problema fundamental con el salto a la nueva consola: que en Microsoft decidieron (como en Sony) no dar opción a la retrocompatibilidad hacia atrás. Todos esos juegos de la Xbox 360 se perderán -inevitable la cita- como lágrimas en la lluvia, y aunque mantengo una Xbox 360 y recientemente la he conectado por recuperar alguno de esos títulos, el cambio de arquitectura ha supuesto un sacrificio demasiado grande para todos los que hemos disfrutado tantos años de la Xbox 360 (o de la PS3, que para el caso ha sufrido el mismo plantón).
Como decía en el tema de las especificaciones hardware, los desarrolladores de videojuegos saben que mucha gente sigue sin dar el salto precisamente por eso, y no pueden renunciar a todo ese público. Eso hace que tengan que desarrollar al menos cinco versiones para un lanzamiento normal (Xbox One, Xbox 360, PS4, PS3, PC), y lógicamente eso hace que 1) no puedan aprovechar las ventajas técnicas de la nueva generación y 2) no puedan centrar recursos sólo en tres plataformas y no en cinco. Mala solución tiene un problema que es inevitable para tratar de hacer esa transición entre las nuevas y las viejas generaciones lo más suave posible. Por supuesto, los grandes perjudicados somos los usuarios.
En juegos creo que, eso sí, los desarrolladores independientes tienen ante sí una gran oportunidad -sobre todo ahora que no hay demasiado catálogo- y creo también que algunos de ellos están aprovechando muy bien ese momento. Como os digo no soy un jugador demasiado frecuente (falta de tiempo chicos, no de ganas), pero sigo la actualidad de esos lanzamientos con cierta asiduidad y sé que hay joyitas indie que por una u otra razón nunca acabo teniendo tiempo de probar. Porras.
Pero con todo y con eso, sigo teniendo la sensación de que no hay justificación alguna para comprar la Xbox One por los juegos. Los lanzamientos exclusivos han sido pocos y no tan relevantes como para dar ese salto renunciando a todo el catálogo anterior, y yo diría que ninguno de ellos es tan diferencial, tan increíble y tan imprescindible que haya inevitable no caer en las redes de Microsoft comprando la nueva consola. A mi me pudo el capricho y la fiebre fifera, pero un año después tengo claro que podía haber aguantado perfectamente con mi 360 si lo que quería era jugar al FIFA tranquilamente. Por supuesto, había otras razones para la compra (confiaba mucho en la versatilidad de la máquina, y como buen friki casi era inevitable que me hiciese con una para trastear todo lo posible), pero si me considerara un gamer puro esa decisión hubiera sido un error.
En este apartado no hay que olvidarnos de mencionar Xbox Live Gold, el servicio de suscripción imprescindible para disfrutar de una experiencia online completa que a mi curiosamente no me duele pagar -y eso que no le saco mucho partido- pero que creo que de hecho no es tan atractivo como lo era para la Xbox 360. Las ofertas y esos juegos de regalo son más bien algo de clase B, y creo que aquí Microsoft tiene que ponerse bastante las pilas. Muy interesante -no me he apuntado- es el servicio de suscripción EA Access, que por 3,99 euros al mes te deja jugar a un catálogo decente de sus títulos sin tener que pagar el juego completo, y puede que sea una de las soluciones más curiosas para sacarle algo más de partido a la consola de cuando en cuando.
Conclusiones un año después
Todo esto me deja bastante claro que un año después probablemente no tendría que haberme comprado la Xbox One. No es que haya sido una pérdida de dinero, pero desde luego me podría haber ahorrado esa inversión y aplazarla para cuando todo estuviera más asentado.
Un año después la consola ha ganado enteros: tiene un catálogo algo más pulido -pero aún corto, y eso que en mi opinión es algo mejor al de la PS4-, las constantes actualizaciones han habilitado prestaciones muy bienvenidas, y las aplicaciones y servicios también van creciendo en cantidad y calidad.
Pero los problemas con la interfaz de usuario, esa ausencia de diferenciación potente en el catálogo de juegos y ese papel absolutamente secundario de Kinect hacen que a la Xbox One todavía le quede mucho terreno por delante para mejorar. ¿Me tiro de los pelos por esa compra? No, tampoco es para tanto. Pero tampoco estoy encantado con ella, ni mucho menos. Aún así, contemplaba ya en ese momento y contemplo ahora a la Xbox One más como una inversión de futuro que como una consola que necesitara tener en ese momento. Ya lo decía citando el análisis de The Verge de hace un año:
The Xbox One is here for a decade. If Microsoft can deliver on all its promises in that time, it will have built a console truly worthy of Input One — but that’s a big if.
No se me ocurre una forma mejor de cerrar el artículo, porque un año después, ese “si” condicional sigue siendo bastante grande. A ver si logran despejar más y más dudas en el futuro. Yo confío en ello.
Creo que de partida Xbox One tenía un futuro muy prometedor y en Sony parecían cometer un error tras otro en presentaciones y muestras privadas. No obstante, casi todo lo de Sony se corrigió antes de salir y pese a que su sistema sigue algo verde (porque tiene cosas para encerrar a los desarrolladores de por vida) hay que reconocer que la paliza que está dando a nivel mundial a Microsoft es impresionante. Tanta que es posible que la guerra en esta generación esté perdida ya, un año después de su inicio, y que Microsoft siga de segunda hasta la siguiente hornada. La pregunta es, ¿cuánta ventaja le sacará Sony? ¿se acercarán en algún momento?
Y el año que viene llega Uncharted 4 y volveremos a tener un boom de ventas de Sony. Y ya se rumorea otro título de God of War…
No creo que hicieras mal en comprar la Xbox porque nadie se esperaba esto. Remontará pero igual no es suficiente.
Sony tuvo el acierto de ser justo lo que esperaban sus usuarios, desde luego. Una consola es para jugar, etc, etc. Creo que Microsoft fue más valiente pero su mensaje no fue transmitido bien, y se tomaron malas decisiones en comunicación y lanzamiento. Y aún así, no veo que una supere a la otra de forma clara.
Aquí tuvo papel fundamental el precio y, a posteriori, el factor «mis amigos también tienen una PS4». Y en España la Play siempre ha sido destacada, pero veremos la evolución, yo creo que pueden pasar muchas cosas. Y si no, echad un vistazo al pasado. La PSX original parecía no tener rival, llegó la Xbox y de la nada logró acabar superándola. Puede no pasar lo mismo, claro, pero yo no cerraría esa opción.
Buenas Javi,
En mi caso cuando ambas plataformas salieron tenía especial ilusión por la nueva Xbox ONE, pues a pesar de tener un hardware muy parecido la anunciaban como «algo más que una consola» y sería un centro multimedia de entretenimiento perfecto para nuestro salón.
Por este motivo la compre, y aguante con ella 5 días antes de llevarla de vuelta al MediaMarkt y devolverla para comprarme la PlayStation 4.
Los motivos, los deje en un post en mi web personal hace ya casi un año y principalmente fueron los de que me encontré ante un ladrillo infumable con que de centro multimedia no tenía nada, pues no podía ni poner un blue-ray casero de mis sobrinos porque la consola me decía que era pirata.
Tampoco podía sintonizar canales, y yo me preguntaba, ¿en serio Microsoft?, tenía una consola el doble de grande que la Play4 y eso sin contar la pedazo de fuente de alimentación que estaba fuera de la consola y en todo ese espacio no podían haber puesto un sintonizador ¿?
En fin, no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que la Xbox era una auténtica tomadura de pelo y ese tamaño al lado de la Play4 lo dejaba bien claro, pues cuando alguien desarrolla una idea y hace las cosas con un poco de buen gusto, obtiene un diseño como la Play en donde incluso la fuente de alimentación esta incluida y en donde puedo ver un Blue-Ray casero sin que me diga que es pirata y sin que tenga que ir a la Warner a que me hagan el BlueRay de mis sobrinos.
Microsoft ha perdido el norte con la XBox One y Sony les ha robado todo el pastel, mis motivos son estos.
Saludos y buen artículo Javier, opino igual que tu que es un ladrillo, aunque no estoy de acuerdo en que con la Ps4 te hubiera pasado igual.
Muy interesante un análisis como el que realizas, tras pasar un año con el sistema.
Me ha gustado que destacaras el tema de la incomodidad al hablarle a una máquina, que es algo que se suele obviar en los análisis sobre Kinect, Siri y similares. Y yo encuentro que la sensación de “estoy haciendo el idiota hablándole a esto, ¿verdad?” es un hándicap demasiado grande. A mí me resulta antinatural hablarle a una máquina y no creo que sea raro.
Por no mencionar que en la mayoría de las situaciones es más práctico, cómodo y eficiente el controlador.
Tuve que trabajar este verano con el jodido Kinect y fue un horror, lo aseguro.
Jorge, cierto que la consola salió con carencias, pero si algo ha hecho Microsoft bien ha sido corregir muchas cosas por el camino. Las actualizaciones han mejorado de forma notable mi valoración de esas prestaciones un año después, pero mi conclusión sigue siendo que quizás no era una compra necesaria.
Y cuidado: cuando me refería al «ladrillo», solo lo hacía con la fuente de alimentación. Está claro que Microsoft ha preferido evitar problemas -ya sabes cuántos tuvo con las Xbox 360- y la consola es más grande que la PS4 y saca la fuente para eso. No es que ese sea un punto muy a su favor, pero no lo veo como algo realmente crítico en la decisión de compra: el usuario suele apañar bien ese tema en el salón, escondiendo la fuente y dejándole a la consola su espacio. Al final el formato y el diseño son para mi gusto notables, pero aquí, como siempre, puede haber opiniones de todo tipo.
Saludos!
Hola, me ha surgido una duda con el sintonizador de TV de la Xbox. Si no se conecta a través del HDMI supongo que los canales HD no se verán realmente en HD ya que tengo entendido que la alta definición se transmite a través del cable HDMI. O igual estoy confundido.